Vingegaard besa el suelo y el cielo en la segunda etapa de La Vuelta

El ciclismo mantiene su temor al ‘sky’. No el equipo que tiranizaba el Tour, sino la traducción al castellano. Al cielo. Se cierra, empapa el suelo y lo cambia todo. En un pelotón tranquilo y relajado que llevaba más de 300 kilómetros sin caídas nadie se siente seguro si llueve. Ni siquiera Vingegaard, el ciclista mejor rodeado de La Vuelta. Siete percherones a su servicio. Un escuadrón. Es igual. Una rotonda, un frenazo asustadizo, un ciclista del Israel al suelo. Cae un soldado amarillo. Y otro. Y otro. Y otro. También el danés. Todos menos uno. Ordenados hasta para tropezar.

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