
El ciclismo mantiene su temor al ‘sky’. No el equipo que tiranizaba el Tour, sino la traducción al castellano. Al cielo. Se cierra, empapa el … suelo y lo cambia todo. En un pelotón tranquilo y relajado que llevaba más de 300 kilómetros sin caídas nadie se siente seguro si llueve. Ni siquiera Vingegaard, el ciclista mejor rodeado de La Vuelta. Siete percherones a su servicio. Un escuadrón. Es igual. Una rotonda, un frenazo asustadizo, un ciclista del Israel al suelo. Cae un soldado amarillo. Y otro. Y otro. Y otro. También el danés. Todos menos uno. Ordenados hasta para tropezar.
A su compañero Axel Zingle parece que se le sale el hombro. Se sube a la ambulancia y vuelve a su sitio, el hombro y el ciclista. A proteger al gerifalte del Visma, un líder humano, que hace lo que todos cuando ocurre un contratiempo: tranquilizar a los de casa. Dedo pulgar hacia arriba y manda un beso al aire cuando vuelve al gran grupo, que le espera.
Quedaban algo menos de 30 kilómetros. El chaparrón se quedó en aguacero, más liviano, y todo se decidió donde se esperaba. En los últimos metros. Era un final en alto en Limone Piemonte, una cuesta más larga y tendida que dura. Ciccone giró en cabeza la última curva. Buscaba darle a Italia un triunfo en casa. Se le dan bien esos finales explosivos. «Tenía la sensación de que no le iba a superar», reconoce el danés. Pero en la agonía de la rampa final, Vingegaard gasta su energía extra, le adelanta y vuelve a levantar el brazo. Jadea entre los flashes de los fotógrafos, pero levanta el puño. Se interesa y celebra con los compañeros y hace lo de todos ante una buena noticia: llamar a casa para avisar.
«Estoy muy feliz. Hacía mucho que no ganaba», dice con hambre. Más allá de un par de cronos y generales, no levantaba los brazos desde el Tour de Francia del año pasado. «Prefería coger el maillot de líder más tarde pero ves la oportunidad y no la puedes dejar pasar». Lo dijo Landa. No dejan ni las migas.
Ciccone firma una segunda posición amarga. Primer palo para el Lidl-Trek, el sábado mal colocados en el final y este domingo, con la miel en los labios y Pedersen asustado por un perro (atado) en el asfalto justo a la hora de lanzar el sprint intermedio. Antes de la tormenta. En tercera posición emerge Gaudu y cuarto Bernal. A dos segundos, el resto de favoritos, incluido Landa. El nuevo maillot rojo, «feliz». «La caída ha sido por estar el suelo mojado. Eso significa que tendré menos raspones y heridas», sonríe sobre el rodillo mientras supura una rozadura en el codo.
Enlace de origen : Vingegaard besa el suelo y el cielo en la segunda etapa de La Vuelta