Imaginen un convoy de 47 camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU entrando por el norte en Gaza un miércoles por la tarde. … Atraviesan lo que hace solo un año y medio era una avenida. Ahora solo son escombros y casas aplastadas por las bombas. Intentan circular lo más rápido posible, aunque resulta difícil porque el camino es un festival de baches. Ellos saben lo que está por llegar.
De repente, miles de gazatíes surgen por todas partes en dirección a los vehículos. Han permanecido agazapados entre las ruinas durante horas, posiblemente lleven allí desde el día anterior. Se colocan en el camino para parar la marcha de los vehículos. Los soldados israelíes que supervisan a distancia la columna de camiones disparan. Con sus fusiles. Incluso con tanques. Luego dirán que eran tiros de advertencia para dispersar a la muchedumbre y ninguno iba dirigido a los civiles. La ONU responderá con el paso de las horas que hubo al menos 50 muertos y 600 heridos. En medio de todo este sangriento caos, los civiles han logrado detener el convoy y subisrse a sus cajas con sacos y cajas. En menos de tres horas se lo han llevado todo.
Noticias relacionadas
Gaza. «Estamos agotados. Cuéntelo». Durante una visita con periodistas organizada por el Gobierno a la frontera con la Franja, algunos soldados aprovechan a manifestar su «cansancio» por la prolongación de la guerra y, sobre todo, la sensación de que la operación terrestre contra Hamás se ha estancado. «Mucha gente está asustada» por la incertidumbre y las noticias que surgen del Gobierno. La última, la reivindicación del ala ultra del gabinete de Netanyahu para anexionar partes de Gaza fronterizas con Israel como castigo a Hamás, sobresalta a los soldados.
Muchos piensan que su principal misión es rescatar a los rehenes y combatir el terrorismo. En cambio, una maniobra de este estilo parece ahora mismo una sentencia de muerte para los secuestrados. Una anexión forzosa provoca además más despliegues, más enfrentamientos y más tiempo estacionados en una Franja donde miles de soldados no han tenido apenas un día libre en diecinueve meses.
«La agotadora guerra de desgaste tiene consecuencias: graves problemas de disciplina operativa, que se manifiestan como accidentes en la Franja, pero también en la mayoría de los incidentes mortales contra el enemigo; el creciente agotamiento de las tropas regulares y de reserva; crisis nerviosas y soldados que solicitan no regresar al combate. Y suicidios», advierte Amos Harel en un documentado análisis en ‘Haaretz’, uno de los principales medios hebreos.
El ejército, además, se enfrenta al cuestionamiento internacional. Los bombardeos continuados desde el aire sobre los campamentos, los muertos en las colas del hambre acribillados a tiros y la propia desnutrición de la población llevan camino de convertir a Israel en un paria, y a las Fuerzas de Defensa en su guante de hierro. Entre las tropas calan los efectos de las manifestaciones que ya se celebran en Tel Aviv y otras ciudades para reclamar el fin de la hambruna en Gaza y la falta de resultados en la liberación de los rehenes. Algunas de estas protestas se celebran indisimuladamente delante de las casas del primer ministro y del jefe del Estado Mayor.
Steve Witkoff saluda a una mujer gazatí en una puesta en escena muy cuidada en el centro de reparto de la fundación.
X

Este es el panomara que hoy se han encontrado el enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, y el embajador de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee, durante su visita a varios almacenes de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF). Los dos representantes estadounidenses están recabando datos sobre el funcionamiento de la logística de la agencia. Toda la información que consigan terminará en manos de Donald Trump, que a partir del 4 de agosto quiere implementar un plan para agilizar el reparto de ayuda, y conseguir una distribución más segura. Naciones Unidas ha denunciado este viernes que un total de 1.373 palestinos han muerto bajo las balas del ejército cuando acudían a recoger comida desde que empezó a operar la nueva agencia.
Witkoff ha detallado someramente los motivos de su visita en un centro logístico donde la la fundación había preparado un montaje al uso. Huckabee se ha mostrado mucho más explosivo. «GHF entrega más de un millón de comidas al día. ¡Una hazaña increíble!», ha escrito en su cuenta de X, donde ha añadido: «Hamás odia a GHF porque lleva comida a la gente sin que Hamás la saquee. Se sirvieron más de 100 millones de comidas en dos meses», ha destacado el embajador. Ni una palabra de los 1.373 civiles asesinados en los repartos.
Algunos analistas sospechan este viernes que la visita servirá únicamente para maquillar las críticas y los numerosos percances que se han registrado en la distribución de ayuda desde que la fundación, respaldada a partes iguales por EE UU e Israe, se hizo cargo de gestionar la ayuda humanitaria.
Adelantado por la izquierda
El presidente de EE UU tiene urgencia por acabar con la crisis humanitaria en la Franja, azuzado por las imágenes de una población desnutrida, niños esqueléticos hasta extremos que pueden parecer imposibles en un ser humano y un constante goteo de muertes por hambre. Todo eso sucede mientras el líder republicano, que mantiene su apoyo al Gobierno de Benjamín Netanyahu, ve alejarse su ansiado proyecto del Nobel de la Paz. Aunque quizá no lograr el galardón de la Academia sea ahora mismo lo de menos. Trump se siente muy inquieto porque el asunto israelí le está separando de la base republicana más joven y de un sector creciente del movimiento MAGA.
El presidente de EE UU también tiene una necesidad urgente de convertir el reparto de alimentos en una acción ágil y fluida. Otros países le están adelantando por la izquierda en cuestión de reflejos. A los lanzamientos de ayuda desde el aire que primero pusieron en marcha Jordania y Emiratos Árabes, se han unido este viernes España –que ha arrojado 12 toneladas de comida en paracaídas–, Francia y Alemania.
Una patrulla militar en Gaza City.
FDI

La realidad parece imponerse en la Franja y obligar a un cambio drástico en la logística que diseñaron Israel y Estados Unidos. Los asaltos, como el descrito a 47 camiones de la ONU y que ‘The Washington Post’ consiguió de documentos reservados, se han convertido en comunes. Las bandas armadas se colocan a lo largo de la ruta para intentar saquear las cajas con víveres sin apenas ninguna resistencia.
Pero, sobre todo, existe una enorme presión civil. La hambruna y la necesidad de llevar comida a casa empujan a los palestinos a actuar a la desesperada, tanto como para arriesgarse a recibir un balazo a cambio de unas latas de legumbres. Las ONG afirman que la desesperación es extrema. No solo existe el impulso del estómago vacío. A los gazatíes les impele el terror a que el próximo convoy que entre en su territorio sea el último, dadas las cambiantes decisiones del Gobierno hebreo, y se queden sin esperanzas frente a la desnutrición. Por eso, a nadie le resulta extraño ya que se arrojen delante de los camiones para frenarlos, a riesgo de ser arrollados.
Naciones Unidas ha trasladado a los estadounidenses el mensaje de que la logística actual les aboca al fracaso en el reparto de alimentos, aparte del riesgo mortal para los civiles. El 75% de Gaza es zona militar y el ejército solo deja circular los convoyes por un número muy limitado de rutas en el norte y el sur. Son bien conocidas por los palestinos, de modo que un notable porcentaje de la carga se queda por el camino. La ONU ha pedido a Tel Aviv que cumpla la promesa que hizo en junio de abrir más pasos. Aparentemente sigue inactiva.
Los expertos, tal y como cita ‘The Washington Post’, señalan que un segundo problema son las bandas armadas que acechan la ayuda y que actúan con cierta facilidad ante la ausencia de un Gobierno de transición en la Franja y unas fuerzas del orden establecidas. Los chóferes denuncian cómo estos clanes se organizan para apedrear los cristales de sus vehículos para obligarles a detener la marcha y robar sus cargas.
Wirkoff ha explicado que ha permanecido cinco horas en Gaza« estableciendo los hechos sobre el terreno, evaluando las condiciones y reuniéndose con la Fundación Humanitaria de Gaza». Ha escuchado de los responsables de esta agencia cómo se realiza la distribución y en su agenda figuraban varias entrevistas con civiles.
La visita no es únicamente diplomática. Sus conclusiones podrían proporcionar a su jefe una baza para presionar al primer ministro israelí, a quien suele apoyar y recriminar alternativamente, pero que ahora ha conseguido agotar su paciencia debido a las imágenes del hambre que han dado la vuelta al mundo. «El propósito de la visita fue brindarle al presidente de Estados Unidos una comprensión clara de la situación humanitaria y ayudar a elaborar un plan para entregar alimentos y ayuda médica a la gente de Gaza», tuiteó Witkoff.
Malestar republicano
La iniciativa tiene también una clave interna para la Administración de Trump. «Mi gente está empezando a odiar a Israel», confesó recientemente el líder republicano a uno de sus mecenas políticos de origen hebreo. Y es muy cierto. Marjorie Taylor-Greene, una de sus más fieles aliadas y la principal representante del movimiento MAGA en el Congreso, ha sido la primera representante republicana de la Cámara que ha calificado la guerra de Gaza de «genocidio». Un segundo legislador conservador, el texano Lance Gooden, ha dicho que apoyar al Estado hebreo «significa eliminar a todos los terroristas bárbaros de Hamás», pero también «rechazar la matanza y el hambre de niños en Gaza».
La popularidad de Netanyahu en Estados Unidos ha caído en picado. El canal ultraderechista One America News ha comenzado a emitir noticias sobre los ataques que los colonos israelíes realizan en Cisjordania. La útima encuesta Gallup, dada a conocer esta semana, señala que solo un 32% de la población adulta de EE UU apoya la guerra. El respaldo es mayor entre los ciudadanos más veteranos. Entre los 18 y 34 años, se reduce solo al 9%. Y aunque el 70% de los republicanos apoya que Israel continúe sus acciones militares, dentro del partido crecen las voces de los legisladores más jóvenes pidiendo que se detenga la guerra y la hambruna. La cuestión se ha vuelto tan grave que ha unido a aliados de Trump y demócratas proIsrael en un mismo temor: el empecinamiento de Netanyahu no solo puede aislar internacionalmente al Estado hebreo sino arrastrar consigo el crédito de Estados Unidos
Enlace de origen : Trump promete un nuevo plan humanitario en Gaza para aplacar la presión internacional