
Periodista vocacional, tras años de hacer de todo dentro de la profesión, desde boletines de noticias hasta programas de actualidad, Verónica Zumalacárregui consiguió aunar su … trabajo con la gastronomía y los viajes, sus otras dos grandes aficiones. El resultado de esa combinación es ‘Me voy a comer el mundo’, el espacio de Canal Cocina (AMC Networks) en el que viaja de punta a punta del planeta y que hoy estrena el programa dedicado a Ámsterdam. Disfrutona, carismática y risueña, a Zumalacárregui solo se le tuerce la sonrisa ante la cámara cuando tiene que comerse algo tan repulsivo como una cucaracha: «A veces digo que no lo voy a probar pero, al final, me pueden la responsabilidad y la curiosidad».
-¿Cuál es el mejor aperitivo que ha tomado por ahí?
-Pues los mejillones en escabeche con patatas fritas de bolsa: me encanta esa combinación entre lo crujiente de la patata y lo carnoso del mejillón. Es el aperitivo que mejor me sabe, sobre todo en la playa. Y con su cervecita, por supuesto.
-Reconozca que tiene el mejor trabajo del mundo.
-Para mí es lo mejor que te puede pasar porque te permite conectar con gente de todo el mundo a través de la comida, colarte en sus casas y tener una sensación muy real de cómo se vive y cómo se come en ese país. Pero tiene una cara menos amable que no se ve. Así que, efectivamente, tengo el mejor trabajo del mundo, pero no es para todo el mundo.
-¿Por qué?
-Para empezar, por el ‘jet lag’. Me he pasado años insomne perdida, de no dormir ni un solo minuto en una noche y, después, tener que grabar 14 horas seguidas. Comer sin hambre es otra pega: tras desayunar en el hotel, a las 10 estoy probando un escarabajo, a las doce y media me toca probar un tofu apestoso, a las cuatro tengo que grabar un plato que igual no me apetece… Y así.
-Tampoco puede tener rutinas.
-Intento mantener algunas allá donde voy, como mi yoga o mi ejercicio diario, pero no me puedo apuntar a clases de cerámica todos los martes porque nunca estoy todos los martes en mi ciudad.
-La maleta la hará en un santiamén.
-Pues aunque llevo 10 años viajando de una forma salvaje, me sigue costando horrores hacerla porque, como trabajo delante de la cámara, me tengo que probar cada ‘look’ antes de meterlo en la maleta para llevarlo todo un poco organizado.
-¿Se adapta fácilmente a cualquier situación?
-Afortunadamente, sí, porque lo mismo me alojo en un hotel maravilloso en Nueva York, que duermo en una cabaña en la que la ducha es un cubo de fregona y una taza para echarme agua fría por el cuerpo. Hay situaciones en las que digo: «Por favor, estoy ya harta de vivir fuera de mi zona de confort» (ja ja ja).
-Si su trabajo es viajar, ¿qué hace en vacaciones?
-Pues también viajo, porque me encanta. Lo que sí es una condición importante es no hacer un viaje ‘guiri’. Intento ir a destinos poco explotados.
-En su programa abre las neveras de las casas que visita. Si abrimos la suya, ¿qué nos encontramos? ¿Un yogur caducado?
-Mira, yogur sí que hay: como tienen una fecha de caducidad bastante amplia, no se me suelen caducar. Siempre tengo alcachofas confitadas, muchas conservas, pan congelado, chocolate negro y alguna cervecita. También tengo queso. Y jamón ibérico, porque suelo llegar con mono.
-¿Qué es lo peor que ha comido?
-Pues comí escorpión en Pekín, en el callejón de los horrores, que creo que ya no existe. Allí había cucarachas, escorpiones, grillos, gusanos… Todo eso lo he probado. También una sopa de pezuña que comí en Georgia, que era como chupar una vaca. Y cosas rarísimas, como los gusanos suri en el Amazonas o la cucaracha de Tailandia, que era la mitad de mi cara de grande. Lo que sí me gustan son los escamoles, el llamado caviar mexicano, que son huevos de hormiga. Me fascinan.
-¿Cuántos países ha recorrido?
-No lo sé exactamente, pero más de 75.
-¿A cuál le encantaría ir?
-A Filipinas. Y hace un par de años estuve grabando en África, que la tenía pendiente, pero aún hay países que me faltan por visitar, como Zimbabue.
-Hay países donde se imparten clases de cocina en la escuela.
-En Noruega, por ejemplo.
-¿Tendría que hacerse en España?
-Pues tendría muchísimo valor porque la cultura culinaria que tenemos es nuestro patrimonio, y esas recetas de nuestras abuelas se están perdiendo. Curiosamente, no ha habido nunca tanta información y tanto estímulo gastronómico como ahora y nunca se ha cocinado menos, así que eso se podría enseñar en el cole. Pero también se tendría que hacer en las casas. Yo hago platos en Instagram con mi padre para mi propio conocimiento, pero también para recuperar recetas de mi bisabuela donostiarra y poder compartirlas. No se puede perder la base de la cocina tradicional porque es sobre la que los cocineros evolucionan.
Enlace de origen : «Tengo el mejor trabajo del mundo, pero no es para todos»