¿Somos más infieles por culpa de WhatsApp y las redes sociales?

Hace unos días, Marlenee Marín (usuaria de TikTok) se sorprendió al comprobar cómo su último vídeo en la red social se viralizaba en cuestión de horas. Con cerca de 7 millones de reproducciones hasta la presente, la publicación diserta sobre las últimas funciones incorporadas a la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp y el modo en que éstas propician las conductas infieles: «Solo un infiel sería capaz de idear semejantes actualizaciones».

Marín se refiere tanto al envío de imágenes y notas de voz efímeras (solo pueden reproducirse una vez) como a la nueva posibilidad de bloquear cualquier chat. Dicha opción permite ocultar tanto un historial de conversación como las notificaciones inherentes, según describe la página de soporte de WhatsApp: «En Android y iPhone, puedes activar la función para bloquear chats a fin de añadir una capa adicional de privacidad a chats específicos. Para leer o enviar mensajes, tendrás que desbloquear tus chats con la autenticación del dispositivo, como el código de acceso del teléfono, Face ID, huella dactilar o con un código secreto que puedes establecer. Estos chats estarán en la carpeta Chats bloqueados, separados del resto».

Enconados debates han ido sucediéndose a lo largo y ancho de la red a este respecto: ¿sómos más infieles por culpa de WhatsApp y las distintas redes sociales? Todos conocemos alguna relación que se ha ido al traste a raíz de engaños perpretados en Instagram y derivados, justo después de que el otro miembro de la relación indagase en el móvil de su pareja y constatase aquello de que ‘la curiosidad mató al gato’. De hecho, un estudio de la firma Slater & Gordon concluyó que las redes sociales constituyen una de las principales causas de divorcio: al preguntar a dos millares de británicos casados, uno de cada siete reconoció habérselo planteado a raíz de la actividad de sus cónyuges en Facebook, Skype, Snapchat, Twitter o WhatsApp.

Perfil del infiel en las redes sociales

La clave de que estos coqueteos digitales resulten cada vez más frecuentes se encuentra en unas relaciones encorsetadas, que oprimen de algún modo a sus integrantes, explica el psicólogo Mario Guerra: «Aunque algunas parejas utilizan las redes sociales por simple diversión o para estar conectados con amistades y familiares, otras personas las conciben como un entorno de libertad. A través de estas apps, hombres y mujeres pueden mostrarse tal como son (o quizás como desearían ser); les dan una ventana para tener una vida paralela que es atractiva y fascinante, sin consecuencias aparentes».

Guerra asocia además estos perfiles a «individuos que padecen de ansiedad o falta de habilidades sociales, ya que conquistar por medio de redes sociales les ayuda a desinhibirse y superar la vergüenza que les genera seducir en persona».

La psicóloga Maribel Paz incide en la opinión de que engañar resulta más fácil en las redes sociales: «El anonimato relativo favorece la desinhibición, por lo que el infiel cuenta cosas que seguramente no se atrevería a revelar en una conversación cara a cara. Es más, algunas relaciones a través de la red pueden llegar a ser más íntimas y estrechas que las que se mantienen en la vida real. Al mismo tiempo, las posibilidades de disimulo o de engaño descarado son mucho mayores, mientras que el sentimiento de culpa por hacerlo o estafar es mucho menor».

Esto último está directamente relacionado con la creación de perfiles falsos en que ciertas personas incurren, prosigue Paz: «Esto puede ocasionar una idealización de la persona con la que se contacta, pues se tiende a creer todo, o casi todo lo que el otro dice. Es una forma de autoengaño, propia de la seducción y del enamoramiento en general».

Distinto engaño, mismas consecuencias

Ahora bien, ¿hacemos bien en considerar menos grave una infidelidad por redes sociales que otra física? Guerra disiente: «La infidelidad por redes sociales no es inofensiva, puede causar muchas de las consecuencias que genera una infidelidad sexual, emocional o laboral. La falta de confianza, los celos, la inseguridad y la baja autoestima, junto a los pensamientos constantes sobre el engaño, son los mayores factores de estrés y angustia en quien fue víctima de la traición».

No son pocas las investigaciones a colación que lo demuestran, explica Paz: «Los estudios evidencian que los celos en la red son similares a los celos en persona. Sea digital o tradicional, la indagación o la búsqueda de pruebas confirmatorias es un proceso doloroso que se dirige a un final lleno de brumas».

Los expertos aconsejan desconfiar si vemos que nuestra pareja se muestra esquiva al usar el teléfono móvil, lo que pasa por ocultarlo de repente, utilizarlo a escondidas o silenciar las notificaciones en la pantalla de bloqueo (a la que muchos cónyuges miran de reojo en busca de pistas). También recomiendan no manifestar los hallazgos al otro hasta haberlos confirmado a ciencia cierta, puesto que muchas veces las sospechas resultan infundadas: «La valoración de un mensaje cariñoso, aislado del contexto y sin conocer las circunstancias al detalle, puede ser muy difícil y llevar a conclusiones erróneas -sentencia Paz-. Solo cuando hay indicios indudables de infidelidad, es el momento de aclarar el asunto de forma firme, clara y contundente».

Como nota positiva, concluye Guerra, «recuperar la felicidad después de una infidelidad es posible y, en muchas ocasiones, podrías llegar a tener una relación más sana gracias a la terapia».

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