Parece que los romanos la usaron para enlazar el puerto fluvial de Vareia (Varea) con la resistente Numancia. Piernas y carros transitaban en aquella época cerca del río que le da nombre, ahora lo harán las nuestras. La vía romana del Iregua, repleta de bosques de rebollos, quejigos, pinares y roquedos, se extiende a lo largo de cinco etapas. Ahora sirve para aplicarse en el senderismo, conocer una parte de La Rioja y probar la fuerza física y mental propia (tampoco es que se afronten demasiados kilómetros cada día, que no cunda el pánico). También para pasar unos días diferentes, disfrutar caminando y detenerse en la contemplación del paisaje. En estas líneas te contamos lo básico sobre la travesía. Es posible profundizar sobre ella, de cara a afrontarla con garantías y sabiendo lo que haces, visitando la página web https://lariojaturismo.com.
Una joven pasea por la vía romana del Iregua
Vanessa Ruiz

Quienes la han completado comentan que esta suma de trayectos regala impresionantes vistas naturales, como la de la Peña Bajenza, y permite, además, conocer más a fondo enclaves históricos, vestigios del paso de quienes llegaron desde la antigua Roma a estas tierras.
Por eso la anuncian y aplauden como «ideal para caminantes, para ciclistas y para los amantes de la naturaleza que buscan explorar la rica herencia cultural y paisajística de esta región». No es buscar poco, la verdad, cumplir estos objetivos ayudará a aprovechar bien las jornadas.
Hablando de eso, no hace falta despertar-andar-dormir y vuelta a despertar-andar-dormir durante cada una. La experiencia no tiene que ser cíclica si no apetece. Quien se decida a emprenderla puede aprovechar para pasar varias noches en cada final de etapa conociendo el entorno sin exigencias de tiempo. Combinar así deporte, cultura y diversión, incluso relax… lo esencial es que no hay prisa, nadie espera en la meta cronómetro en mano.
De Viguera a Torrecilla en Cameros
La suma de kilómetros comienza con los primeros 13,6. Arranca en Viguera, donde es posible visitar la iglesia de la Asunción (del siglo XVI), algún palacio, la plaza principal y el conjunto urbano, además del mirador de Peñueco, que regala vistas sobre el valle. Después, habrá que abandonar el pueblo por la calle La Barga, cerca de esa iglesia, en dirección al cementerio. A lo largo del camino surgirán fincas de cultivo y un entorno natural mediterráneo repleto de encinas, de aulagas y tomillos, de robles, hayas y setos de boj con gran tamaño, de peñas calizas, manantiales, puentes… En fin, un poco de todo.
Viguera
Fernando Díaz

Tres son los hitos más importantes a divisar. El Collado del Castillo se usaba antaño como lugar de control fronterizo, exactamente durante la Edad Media, cuando musulmanes y cristianos se disputaban estas tierras. El barranco Hondo, estrecho, encajonado y excavado en la roca, paso estratégico también antiguamente pues permitía salvar la zona rocosa. Y Peña Soto, mole rocosa caliza que asombra incrustada en el paisaje.
Superarlos supone llegar hasta Torrecilla en Cameros, municipio enclavado dentro de la sierra de Cameros, dentro del valle alto y medio del río Iregua. No habrá sido una etapa enorme, tampoco hace falta caminar todas las horas del día. Se trata de pasarlo bien con la panorámica mientras recuerdas que pisas un camino histórico.
De Torrecilla en Cameros a Ortigosa de Cameros
Subimos algo la apuesta de kilómetros, muy poco, hablamos de 15,7. El pueblo de salida contó con una población estable durante la primera mitad del siglo pasado, pero el traslado de la industria a Viana supuso la partida de muchos habitantes. Por eso ahora solo prevalecen los cultivos de cereal y patata.
Destaca, entre todos, el barrio de San Martín, con su iglesia parroquial de mismo nombre (XV) y retablo plateresco. También el barrio de Barruelo, a la derecha del río. Y la ermita de San Antón en El Campillo. Se añade a lo que ver, la Casa Natal de Sagasta, que incluye una reproducción del despacho de este ingeniero y político del siglo XIX, además de objetos personales y documentos. Y el puente sobre el Iregua. Eso antes de salir.
Casa típica de Torrecilla de Cameros
Justo Rodriguez

Después, tocará conocer la ermita de Tómalos, situada en un enclave que tiene algo de mágico y defensivo por los cortados rocosos sobre los que se asienta; el Puente de Almarza; Montemediano, enclavado en una zona estratégica usada históricamente como paso natural y El Rasillo, pequeño collado más despejado que permitía superar la elevación del terreno. Todo antes de acceder al siguiente destino, donde descansar esa noche, un lugar que aguarda entre el pantano, donde pescar truchas, y la montaña. Más, cerca esperan la ermita románica de San Mamés, reconstruida en 1815 y dotada de retablo barroco, y el paseo alto de la Agenzana, entre pinares y hayedos. Incluso se puede dedicar el visitante a hacer escalada en la Peña Zapatero.
Atención, porque esta etapa cuenta con dos alternativas. La primera es la variante Pradillo-Villanueva, de 9,9 kilómetros. La segunda la variante Puente Almarza-Pradillo-Montemediano de 9.5. Cada cual decide, tras estudiar las opciones, la que mejor le vaya.
Ortigosa de Cameros-Villoslada de Cameros
Primera advertencia en esta opción de 10,2 kilómetros: se solapa con tramos de otras dos rutas señalizadas, el sendero Sierras de La Rioja, entre Ortigosa y el despoblado de El Hoyo, y el enlace El Hoyo-Villoslada, que conecta el anterior sendero con el de Altos Valles Ibéricos, al que se tiene acceso en Villoslada. Dicho esto, la localidad inicial fue un asentamiento prehistórico primero. Después acabaría vinculado a los Manrique hasta 1450 y a los duques de Nájera más tarde, para convertirse en villa de realengo en 1781, gracias a la Mesta y a las manufacturas pañeras. Más tarde, muchos abandonaron el lugar en busca de mejor futuro y alguno, quien tuvo suerte, regresó como indiano enriquecido. Lo importante es que la villa muestra un precioso conjunto serrano, escalonado en las laderas de un barranco. Suma, asimismo, dos iglesias y casonas de piedra.
Puente de hierro de Ortigosa de Cameros
Sonia Tercero

Sus montes calizos albergan cuevas como la de la Paz, abarrotadas de estalactitas y estalagmitas, y la de Viña, adornada por estalactitas blancas. Cerca, merece visita el Collado de Canto Hincado, en la divisoria de aguas de Najerilla e Iregua, con el pantano de González Lacasa, donde se pueden practicar deportes náuticos, por cambiar un poco de actividad. Disfrutado todo, tocará seguir hacia Peñaloscintos, pequeña aldea rodeada de bosques y praderas; El Hoyo, donde la calzada romana atravesaba una pequeña depresión; y la ermita de Lollano, único vestigio de la antigua aldea despoblada a mediados del XVIII. Para finalizar en Villoslada de Cameros.
Villoslada de Cameros-Lumbreras
Esta vez no caminarás mucho, tan solo 6,5 kilómetros escasos. Como el anterior, este tramo coincide con partes de dos rutas señalizadas, en este caso pertenecientes al Parque Natural de la Sierra de Cebollera, el sendero de la vía romana, desde Villoslada al puerto de Piqueras, y la última parte del sendero de Pajares.
El origen del municipio que marca el pistoletazo de salida se remonta al menos al siglo X, aunque su nombre aparece escrito por primera vez en 1366, con la denominación de Villaoslada, como una de las villas que Pedro Manrique recibió de Enrique II de Trastámara como premio al haber desertado de la causa de Pedro I el Cruel. Luego, el lugar pasaría a manos de los Duques de Nájera, hasta que llegó la abolición de los señoríos en el año 1811.
Villoslada de Cameros

Durante el siglo XIX, allí se fabricaban paños reales, muchos, pues sumaban exactamente 40 telares. Tan importante se consideraba la labor, que los jóvenes trabajadores de estas fábricas no tenían que servir en las milicias, valían más como mano de obra que por la labor militar que pudieran ostentar. Ganadería, sobre todo bovina, recursos forestales y turismo rural alimentan ahora a los pobladores. Los últimos llegan cada vez más a menudo para admirar el conjunto arquitectónico serrano, el Paseo del Espolón y la iglesia de la Virgen del Sagrario que muestra una sacristía del siglo XVII.
Tras empezar a caminar, el esfuerzo y la quema de calorías servirán también para conocer la Laguna de La Nava que, curiosamente, no siempre tiene agua, pues el líquido elemento procede del deshielo, así que si no ha habido nieve, ya sabes lo que toca, laguna invisible (también tiene su aquel). El objetivo esta vez es acabar en Lumbreras de Cameros, un municipio riojano que linda ya con la vecina provincia de Soria.
Lumbreras-Puerto de Piqueras
Empecemos con la longitud de este tramo: 10,8 kilómetros. A Lumbreras de Cameros le ponen cuerpo tres poblaciones: Lumbreras (cabeza del municipio), San Andrés y El Horcajo. Los habitantes de los dos primeros aumentaron al sumarse los del pueblo de Pajares, inundado con el fin de crear el pantano. Tres también, en este caso montes, engordan parte del Parque Natural de la Sierra de Cebollera; les ponemos nombre: la Dehesa Lastornal, la Dehesa Las Matas y la de Terrazas.
Ahora nos situamos en la comarca de Torrecilla en Cameros, un extenso municipio, de los más grandes de la comunidad autónoma, que juega junto al río Piqueras y sus afluentes, cuyas aguas crearon un estrecho valle. Tristemente es una zona de población envejecida, pues los jóvenes han emigrado en busca de nuevos aires, ya que el territorio solo ofrecía ganado y recursos forestales.
Laguna de la Nava, en el Parque de Sierra Cebollera.

Hablando de ofrece, entre lo que se propone ahora al turismo, contabilizamos primero la iglesia de San Bartolomé, construida en los siglos XVI y XVII, que guarda un interesante retablo mayor y un órgano importante en su coro, así como pinturas de diversos estilos. Y añadimos a la lista el edificio del ayuntamiento y las bonitas casas adornadas por blasones.
Ya fuera, en ruta, pasará el participante por San Andrés, cuyo origen se remonta a la Edad Media, pues formó parte de las repoblaciones impulsadas tras las Reconquista para ocupar el territorio. También conocerá la Venta de Piqueras, rodeada de bosques de hayas y robles, históricamente un lugar de descanso para viajeros, comerciantes y pastores que cruzaban la sierra, y usada además como punto de vigilancia debido a su posición elevada. Y el Puerto de Piqueras, paso de montaña que se alza sobre 1.710 metros donde se conectan los valles del río Iregua y del río Najerilla. En época romana comunicaba el valle del Ebro con la meseta soriana; sirvió en la medieval como ruta de pastoreo, comercio y tránsito para buen número de viajeros; y ahora regala vistas panorámicas del Camero Nuevo y las sierras limítrofes.
Este punto constituirá el final de las cinco etapas que han servido para conocer una parte de La Rioja de la manera en que mejor se conocen los destinos, andando, sin prisas ni presiones, deteniéndose para admirar los detalles que llamen la atención. Disfrutando de las rutas entre árboles, al arrullo del agua, que fluye incansable empujada por la corriente a través de rincones que han ido cambiando de aspecto y de función con el correr de los siglos, pero conservan aún ese encanto por el que muchas personas deciden completar esta aventura tranquila en este mundo veloz. Para recuperar la calma pasada, agradecer la brisa en el rostro y enorgullecerse de terminar la tarea, una labor que en realidad nutre el ocio para sumar nuevas experiencias.
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Enlace de origen : Ruta en cinco etapas por bosques y pueblos repletos de historia de La Rioja