
Un camino muy largo, tedioso y duro. Un proceso difícil en el que en algunas ocasiones se han sentido como en un mundo al revés. « … Han cuestionado a mi hija, han dudado de mí, se han puesto en contra…». El padre de la niña cuyo profesor ha sido condenado a tres años de cárcel por un delito contra la libertad sexual quiere «que se sepa la verdad de todo lo que ha ocurrido, que no es lo que digo yo, sino lo que dice la ley, y quiero que esto sirva para que no vuelva a pasar o que si ocurre sea más fácil su detección precoz». Aún con la rabia contenida, Javier (prefiere no revelar su nombre real para preservar la identidad de su pequeña) quiere advertir a los padres con hijos jóvenes que tengan cuidado con las telecomunicaciones, un mundo virtual en el que es más difícil «controlar dónde están, con quién están, qué hacen y con quién lo hacen». Un aviso oportuno a dos semanas de que comience el curso.
Lo suyo ha sido un calvario al que por fortuna la Justicia ha puesto punto y final. El juzgado de instrucción número 3 de Logroño condenaba al ya exprofesor de Salesianos a tres años de cárcel –suspendida por dos años a menos que delinca–, a cinco años de inhabilitación para ejercer profesión u oficio con menores de edad y le prohibía comunicarse por cualquier medio o acercarse a menos de 200 metros de su alumna de Primaria. Una condena con la que, después de reconocer los hechos, se conformaba el acusado, un hombre de en torno a 40 años.
La sentencia pone el broche a dos años y medio largos de calvario que comenzaron la tarde-noche del 22 de noviembre de 2023. «Estábamos en casa y la niña estaba en la habitación». Todavía no habían cenado y de repente escucharon unos golpes y unos ruidos «raros» procedentes del dormitorio de la pequeña. «Entré y me dijo que no pasaba nada, pero la vi nerviosa, como intentando esconder algo», así que cuando ella fue a cenar buscaron en el cuarto el ordenador y el móvil de la menor. Al final lo hallaron, estaba escondido. En ese momento saltaron todas las alarmas. Cuando la niña se acostó encendieron el teléfono móvil, «suerte que sabíamos sus contraseñas» y empezaron a indagar. Al instante encontraron un montón de mensajes con conversaciones de índole sexual entre el docente y la niña a través del chat de la plataforma utilizada para la actividad educativa, pero también de tik tok, de google chat y de otras plataformas de mensajería instantánea. Las notas incluían conversaciones íntimas, peticiones de fotografías y vídeos privados y mensajes bastante subidos de tono, incluso en fines de semana, preguntando a la alumna qué ropa llevaba puesta.
Perplejo y por instinto, el padre empezó a fotografiar todos los mensajes que pudo hasta que el docente, en las mismas plataformas empezó a preguntar ¿qué pasa cariño? a quien pensaba que era su alumna. «Cuando vio que no contestaba, el ordenador empezó a hacer cosas raras, a borrar todo y entonces dije: ¡pastel!». De inmediato fue a comisaría y presentó la denuncia con todas las fotografías. El profesor era detenido días después.
A partir de ese momento, gracias a las pesquisas policiales se constató «claramente» que había conversaciones entre la niña y su profesor de índole sexual y que entre ambos se habían intercambiado hasta 3.000 mensajes y archivos. Incluso compañeros de la menor declararon que el docente había abrazado y dado algún beso a la pequeña sin su consentimiento. También «le hablaba de echar una siesta, de perrear y de llevarla a un hotel con spa y piscina, dijeron.
El acusado reconoció las conversaciones, que las había borrado porque «pueden considerarse subidas de tono», pero dijo que «la menor necesitaba cariño». La Justicia ha tenido la última palabra: tres años de cárcel.
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