Pregúntenselo a los muertos

A los muertos les dan igual las razones y las consecuencias. Como decía William Munny, ya han perdido todo lo que tenían y todo lo que podían llegar a tener. Es a los vivos a quienes nos corresponde sacar conclusiones por ellos. Aunque las cuentas sean desoladoras y al final descubramos con tristeza que las muertes fueron en vano.

¿Han servido de algo las decenas de miles de cadáveres que ha costado este último estallido de racismo, de violencia tribal, de crueldad insultante en Oriente Próximo? Hace mucho que Dios no responde a las preguntas de los hombres enfrentados al mal, así que nuestras conclusiones solo pueden ser humanas y falibles. Ojalá, digamos, tal cantidad de sufrimiento tenga alguna consecuencia que no sea la más evidente: otra vuelta en la espiral, cada vez más ancha, más feroz y más alejada de la humanidad. El inicio de otra cuenta atrás hacia la siguiente.

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