
Después del recital de toreo de Emiliano Osornio del miércoles volver al Arnedo Arena no era fácil. Hacía tiempo que no se disfrutaba tanto viendo … torear con tal sentido del toreo a un novillero. Con todo, el cuarto de plaza que fielmente había acudido los días anteriores al multiusos ayer tampoco faltó a la última de feria.
El primero de la tarde fue un novillo despegado del suelo al que El Mene dio capa sin especial lucimiento. Salieron al ruedo los hombres a caballo y el novillero dejó al animal cortito para tomar una vara. Después del brindis al respetable el novillero comenzó su labor sobre la mano diestra. Pero pronto cambió de pitón logrando naturales con mucha plasticidad, algunos de ellos un poco despegados. El novillo, que tuvo movilidad, respondió pronto a los cites y tuvo fijeza, pero le faltó una chispa más de raza. El Mene tuvo la virtud de entender que su primero necesitaba tiempo para reponer y así resolvió: dejando espacio entre cada serie. La faena terminó por manoletinas seguidas de algún natural con mejor intención que resultado. La estocada le hizo guardia, cambió los terrenos y acabó casi en el platillo con el estoque de cruceta. Sonó un aviso mientras que el novillo, solo, se fue cerrando a las tablas.
El toro de la merienda contagió su insulsez a la plaza. El Mene intentó el toreo fundamental, despegadito, pero componiendo muy bien la figura. Lo más lucido resultó ser una tanda con la mano izquierda. Falló a espadas y, otra vez, sonó un aviso antes de tomar la cruceta.
El segundo novillo soseó de salida y Martín Morilla imprimió mucha suavidad en los lances de recibo. El encuentro con el caballo montado por Pedro Geniz fue largo y el novillo, aún con la vara levantada, se quedó bajo el peto. El novillero armó una faena basada en el toreo de cercanías, casi encimista, apostando siempre por recetar medios muletazos a un animal con poco fondo. La faena no terminó de calar en el tendido. El novillero de Morón de la Frontera acabó cerrando al animal. Dejó un pinchazo hondo y, acto seguido, volvió a perfilarse y colocando más de media espada un tanto trasera. El palco mandó un recado y, finalmente, el animal dobló después de recibir un golpe de verduguillo.
Saltó el quinto, un novillo jabonero que descabalgó al picador y que acabó metiendo los riñones en el caballo. Martín Morilla lo había recibido en modo lidiador. Tomó la pañosa y cimentó una faena de exposición con un animal de medias embestidas que no acabó de ir metido en la muleta. No anduvo diestro con el mandoble y escuchó un aviso.
Más brío tuvo el tercero del festejo con el que Pedro Luis anduvo vistoso con el saludo capotero. Tanto el tercio de varas como el de banderillas resultaron anodinos. Una vez que se quedaron solos novillero y novillo Pedro Luis mostró muy buena actitud, puso ganas e intentó dar todo aquello que no tuvo el astado de Guadalmena. El peruano resultó encunado en los compases finales del trasteo. Falló con la tizona y sonó un aviso. En el cuarto intento dejó una estocada casi entera.
El último de la tarde protagonizó un interesante tercio de banderillas. La mejor faena de la novillada fue, sin duda, la que puso el punto final a la feria. Pedro Luis ejecutó naturales con mando y bien colocados. Enterró la espada hasta los gavilanes que bien valió la oreja que paseó.
Enlace de origen : Pedro Luis, oreja en un fútil final de feria