«¡Por fin tenemos festival! ¡Gracias, chicos!». Era la celebración de unas amigas al entrar el sábado al Moradillos. Después de que la tormenta suspendiera el viernes los conciertos de los barceloneses Medalla y de los riojanos Montalvo, de que la organización reorganizara actuaciones y escenarios, el rock de Nat Simons abría a media tarde del sábado la octava edición del festival que agita el Alto Cidacos. Como esas amigas, más de 500 personas disfrutaron de un cartel diferente, variado y con una ubicación muy especial.
En este país con más de mil en su calendario, hay festivales que tienen su atractivo grandes estrellas o en el ambiente de sus decenas de miles de asistentes. El Moradillos es distinto: engancha por su atmósfera, la de un público familiar y unos escenarios privilegiados. Lo era el patio de la iglesia de San Miguel de Préjano, inicial escenario principal. Pero la necesidad de uno cubierto ante el riesgo de lluvia llevó su octava edición al Mirador de los Poetas, un paraje igual o con más encanto. Lo halagaron público y, sobre todo, las bandas.
«¡Qué sitio tan bonito… Qué lujo tocar aquí!», saludaba Nat Simons después de arrancar la tarde con ‘The way it is’. Era el comienzo en el escenario principal después de que el local del Ayuntamiento acogiera a mediodía el rock de raíz del hombre orquesta Sergio Estella. Hizo a todos cantar y bailar antes del rancho popular.
El escenario principal se trasladó al Mirador de los Poetas, un paraje que fue halagado por el público y las bandas
La variedad estilística, desde el rock a la música disco, es una de las máximas de un festival con atmósfera familiar
Tras un inicio en inglés, Simons desplegó parte de su discografía en castellano con ‘Televisión’, ‘Extraña es’ o ‘Ley animal’ incitando al público. Con gran sonido, el sol se hizo sitio y fue una delicia el rock elegante, americana y hasta country que regaló al público. También acudió a ‘Felinas’ para honrar a rockeras con ‘La noche es’, la versión de Tahures Zurdos por Patti Smith, ‘Call me’ de Blondie o ‘No me importa nada’ de Luz Casal. Se fue con gran ovación estrenando ‘Verano del 96’.
Al acabar, un escenario emergió para que los riojabajeños From Disco to Cisco amenizaran el cambio entre grupos con mezclas del baile de los 70 y 80.
La variedad fue otra máxima del Moradillos. Tomaron escena Gilipojazz, trío amamantado por Frank Zappa, Magma o Cardiacs, que desplegó sus vertiginosas filigranas progresivas aliñadas por humor histriónico para enganchar al público. Inesperados cambios de riff, melodías que se rompían y regresaban en nuevos ritmos, desde funky y jazz a rock y caídas al metal, todo desde un virtuosismo instrumental que se ganó las ovaciones.
La noche cayó con luna llena sobre el castillo y Annie B. Sweet entonando con intimidad y épica ‘Vuelve a oscurecer’. Pop de alto octanaje que congregó al mayor público de la jornada. «Este es uno de los festivales más preciosos en los que hemos tocado», brindó con copa de vino. Tan a gusto se sintió que regaló ‘White rabbit’ de Jefferson Airplane a la pequeña Dafne a pesar de no tenerla ensayada. ‘Brillabas’, ‘Bla bla bla’ y ‘Buen viaje’ terminaron de unir a banda y público.
Pasada la medianoche, Los Bengala asaltaron con felina energía garajera, melodías de los 60 y 70 y muchas ganas del público de bailar, que siguió después con los djs Pendejo y Straperlo.
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Enlace de origen : Moradillos, el encanto del festival de pueblo