
Poco, o nada, cuenta la historia de Rioja del papel de las mujeres en el negocio vitivinícola y, demasiado poco, se sigue contando en la actualidad. Ana Fernández es enóloga, viticultora –junto con su marido pero de tijera en mano–, administrativa, comercial, técnica en enoturismo, madre…, es decir, una mujer orquesta como muchas otras que trabajan en silencio en las bodegas familiares y, a las que, entre otras muchas cuestiones, les cae casi por decreto el cada vez más insoportable papeleo. «Lo que peor llevo es el Nimbus ese del
Consejo Regulador y toda la burocracia que te ahoga, pero alguien tiene que hacerlo».
Con 17 hectáreas de viñedo a los pies de los Obarenes, Ana dirige con su marido, David, Bodegas Ruiz Alfaya (Castilseco), a la que se incorporó dos años antes de la pandemia y a la que dedica en la actualidad su vida: «¿Jornada de trabajo?, 24 horas al día y casi 365 días al año», responde entre risas, «con algún ratito para probar algunos vinos y, si se tercia, una pequeña feria para intentar vender…». «Estudié Química –continúa– y comencé a trabajar en una empresa de quesos, luego en otra de aguas residuales… y, con el antiguo enólogo de Paternina al que le llevábamos uva, fui interesándome por la enología».
EL VINO
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El Capricho de Ana
Varietal de garnacha de un viñedo de Castilseco en propiedad de Bodegas Ruiz Alfaya. Un vino joven, que fermenta y se elabora en depósito con constante bazuqueo y luego pasa seis meses en botella. -
Precio
16€.
Ana Fernández pasó a Bodegas CVNE y de ahí dio el salto a la bodega familiar: «David mi marido es viticultor y también ayuda en bodega, por supuesto, así que ahora ya somos dos y podemos hacer más cosas». «David elaboraba un tinto y un rosado –continúa–, que eran los vinos más tradicionales de esta zona tan fresca de Rioja, pero ahora estamos ya con ocho vinos distintos, tres de ellos blancos, con la viura y el tempranillo blanco como protagonistas que en nuestra zona, fresca y alta, se adaptan a la perfección, y también cuatro tintos además del rosado».
«Elaboré la garnacha y contacté con la Asociación contra el Cáncer por poner un granito de arena para esas mujeres luchadoras»
El capricho
Su último lanzamiento es ‘El Capricho de Ana’, un vino muy personal que la viticultora decidió embotellar con la cosecha 2021. «Fue una añada espectacular para la garnacha y decidí que había que elaborar ese viñedo por separado». «Es una piruleta –continúa–, muy sorprendente para mí por la frescura y la frutalidad y, cuando iba a embotellarlo, decidí llamar a la Asociación Contra el Cáncer para colaborar con ellos y contra el cáncer de mama».
Ana le pidió a su hermana que dibujara una etiqueta y luego a un estudio –Repro Imagen– que terminara el diseño. «No tengo a nadie en la familia afortunadamente afectado, pero sí he visto como le ha ‘tocado’ a alguna mujer del pueblo, o incluso en redes sociales, y me admira cómo luchan y, además, siguen con el día a día, así que pensamos en aportar nuestro granito de arena», expone.
La colaboración continuará con la cosecha 2022 de ‘El Capricho de Ana’ –«está aún más espectacular», avanza la enóloga– y la idea es seguir haciéndolo «cuando las añadas permitan la maduración de la garnacha». La bodeguera asegura estar contenta con cómo van las cosas pese a la crisis de Rioja. «El enoturismo nos salva –reflexiona– y, aunque nos ocupa todos los fines de semana porque por supuesto la bodega y el viñedo lo enseñamos nosotros, el boca a boca funciona muy bien y damos salida a los vinos».
Enlace de origen : Los vinos de una 'mujer orquesta'