«Los controles parentales no reemplazan nuestra presencia»

– Sea en España, Argentina o cualquier parte del mundo, parecen comunes cuestiones que afectan a la infancia y la juventud como el ‘bullying’, la gestión de las redes sociales, los riesgos de internet…

– Vivimos en un mundo hiperconectado pero también deshumanizado. Hemos perdido el contacto, la presencia y eso es fundamental desde niños. Cuando ellos, en lugar de vincularse en el patio de la escuela empiezan a hacerlo en un patio digital, como puede ser un grupo de WhatsApp, Instagram o los videojuegos, se ve vulnerado aquello que es genuino en la comunicación. En treinta años con Libres de Bullying (en Argentina) he visto un deterioro de los vínculos y está afectando desde muy pequeños. Cuando hay bebés que son criados por mamás y papás que en lugar de estar conectados con la mirada de su hijo están mirando las pantallas o que pasean el carrito con una mano y en la otra tienen el teléfono, el vínculo humano se interrumpe.

– ¿Las familias temen ese momento en el que sus hijos empiecen a tener acceso a la red y un móvil propio?

– Yo espero que se preocupen y que no les den un teléfono como hasta ahora, sin pensarlo. Muchos han dado a sus hijos rápidamente pantallas y ahora eso se está frenando, creo que existe una mayor conciencia entre los padres. Empieza a verse que no es algo tan seguro, tan divertido y que puede fomentar problemas graves como depresión o ansiedad.

– ¿Hasta qué punto las redes sociales y el mundo digital influyen en ese aumento de problemas de salud mental en menores?

– Tiene influencia desde el momento en que ingresan a contenidos que no son propios para sus edades. Si un niño de 5 años ve un vídeo de alguien cortándole la cabeza a otro o unos dibujos de carácter sexual se va a quedar mudo, empieza a incorporar contenidos que no puede ni elaborar ni preguntar, algo le va a pasar, genera vulnerabilidad. Esto muchas veces se trata desde un punto de vista morboso pero no preventivo, al menos en Argentina, se detectan dificultades en niños y adolescentes pero no hay servicios que lo atiendan. Lo que ocurrió con el covid y los confinamientos tampoco ayudó, hubo niños que empezaron el colegio conociendo a sus compañeros a través de una pantalla. Pero el cambio comenzó en torno a 2015 cuando empezaron a tener en su bolsillo un móvil con redes sociales. Vemos chicos sentados uno al lado del otro pero que no están conectados entre ellos. Hay riesgo también en la construcción de la propia identidad, están mucho más pendientes de qué se ve de ellos, de su imagen, de la reacción de los demás, de compararse permanentemente con otros… Todo esto ha complicado muchísimo el desarrollo subjetivo de los jóvenes.

Acompañamiento

«¿Lanzaríamos a nuestro hijo de golpe a una piscina en lo más profundo o le enseñaríamos a nadar poco a poco?»

Educación

«Se están anulando ciertas habilidades como escritura a mano o la lectura de izquierda a derecha»

– Ante el riesgo de lanzarles al mundo digital, destaca la importancia del acompañamiento.

– Hay una comparación muy simple y es pensar si dejaríamos a nuestro hijo pequeño solo en una piscina. ¿Le lanzaríamos de golpe a la parte más profunda y de noche o le enseñaríamos a nadar poco a poco? En el mundo digital es similar, hay que acompañarles, pero el acompañamiento no es exclusivamente control, es otra cosa. Es hacer preguntas –para qué lo quieres, a qué vas a jugar, qué aplicaciones te gustaría tener…– y poco a poco se le enseña, al principio siempre sin conexión a internet, sin darle la hiperconectividad constante. Mi consejo es que cuanto más pequeño el niño mayor tiene que ser la pantalla para evitar el aislamiento. Paulatinamente le vamos ofreciendo ingresos al mundo digital, sin olvidar los controles parentales de los dispositivos pero sabiendo que no reemplaza nuestra presencia, que es lo fundamental.

– Lleva muchos años trabajando y divulgando sobre el ‘bullying’. ¿Han supuesto las redes sociales un cambio de paradigma en este asunto?

– Totalmente, porque aumentan los espectadores. La vergüenza es la base del ‘bullying’, hacer algo a otro para minimizarlo, despreciarlo y desvalorizarlo y así enaltecerme yo. En la escuela puede haber cincuenta espectadores pero en las redes son miles. Y en la presencialidad uno tiene que hacer muchas cosas para conseguir esa desigualdad de poder. En internet se hace solo, con un meme, una foto, un vídeo exponiendo la vergüenza de un compañero. Hay un público muchísimo mayor, y no hay fin de semana, no hay horario, no hay un espacio de paz después de la escuela.

– El ‘bullying’ ha salido, por lo tanto, del ámbito escolar.

– Claro, por eso insisto en que si hablamos de acoso escolar se queda corta la expresión porque no solo es en la escuela y no es solo acoso. Es exclusión social, invisibilizar y anular al otro; las acciones de omisión tienen un impacto enorme y no hay que pasarlas por alto. Y también se da en clubes deportivos, en asociaciones, en cualquier lugar en que los chicos convivan con otros. Ahora, en el espacio digital se produce con más fuerza y dura más tiempo.

Red Global

«Con la hiperconexión hemos perdido el contacto y eso es clave desde niños»

Digitalización

«El cambio comenzó cuando los menores empezaron a tener un móvil con acceso a redes sociales»

– Ante ello, ¿qué estrategias pueden emplear tanto las familias como los centros educativos?

– Pienso que el programa TEI es uno de los mejores que hay por la prevención, por el hecho de tener referentes que sean como yo pero dos años mayores y con actividades que buscan recuperar la presencialidad. Una de las cosas que todos tenemos que trabajar –familias, escuelas, medios de comunicación…– es el fomento de la conversación, que se pueda dialogar, generar espacios para estar juntos, pero no desde la nostalgia de lo que vivimos otras generaciones, sino desde entornos sin apuros, sin fotos que valorar, sin puntuaciones. El gran desafío es crear esos espacios para compartir y mirar al otro no desde la evaluación sino desde la posibilidad de equivocarse, de reparar y de hacer cosas nuevas para relacionarme.

– Si podemos ver algo positivo en todos estos asuntos que implican el acoso y las redes sociales, parece que ahora se habla más y nos estamos replanteando muchas cosas.

– Yo creo que sí que que se está hablando mucho más y que actualmente hay más reflexión sobre ello porque se ha tomado conciencia de lo frágiles que son los niños. Eso implica que cualquier paso en falso en una red social, cualquier exposición de más o cualquier distracción de los padres o docentes les puede generar muchísimo daño. Pero también nos parece que si no le doy acceso o un teléfono a mi hijo le estoy dejando fuera de los demás. El reto como padres es llegar a acuerdos en cada curso para acompañar a la socialización de nuestros hijos: le damos o no damos el móvil, cómo nos arreglamos con las aplicaciones, cómo celebramos un cumpleaños…

– También hubo una irrupción de nuevas tecnologías en las aulas sobre la que ahora queremos dar marcha atrás.

– Sí, y a mí me gustaría que se encontrara un término medio. Si uno quiere, por ejemplo, poner un vídeo de la vida en el fondo del mar, está muy bien, pero he visto aulas con pantallas en las que se hacen análisis sintácticos o cálculos matemáticos como si fuese un pizarrón verde pero con luces y puntero. La tecnología no es para hacer lo mismo que haríamos sin ella porque la tentación es de hacer otras cosas. Además, creo que se están anulando ciertas habilidades como la escritura a mano, leer de izquierda a derecha, prestar atención… La tecnología debe elegirse para ciertos momentos y seguir usando el papel para otras muchas cosas porque eso es lo que ofrece la vivencia.

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