Pese al diminuto tamaño de Formentera – 19 kilómetros separan el puerto de la Savina del alto del Pilar de la Mol-, la pequeña de las … Pitiusas sigue multiplicando la llegada de turistas. Cada vez recibe más viajeros, especialmente italianos frente al ligero descenso de alemanes, mientras dispara la apertura de restaurantes, hoteles y tiendas efímeras de lujo (Gucci, Celine, Versace, Loewe…) de precios estratosféricos. La isla mantiene, afortunadamente, el color turquesa de sus aguas, pese a que los impresionantes y numerosos yates sigue aproximándose a los arenales, con el riesgo de destrozar las praderas de posidonia oceánicas, generadoras del azul de sus profundidades.
En este escenario de imparable crecimiento lo único que mengua son los visitantes que toman el sol y se meten al agua en cueros. Pese a tratarse de una práctica legal, el nudismo cotiza a la baja en casi todos los arenales, especialmente en los más fotografiados, con Ses Illetes a la cabeza, la playa de postal donde los selfies, el postureo y los trajes de baño campan a sus anchas.
Los ‘textiles’ se han hecho los amos e imponen sus tendencias en una isla en la que hasta hace quince años se hacía raro ver en algunas calas a la gente en bañador. La Formentera ‘desvestida’ ha dado paso a una que se cubre más que nunca. Los cambios de costumbres, la irrupción de los móviles y el temor a la pérdida de intimidad, además de la colonización italiana, ha transformado el paisaje. «Los alemanes tenían la costumbre de asentarse en la zona de Migjorn. No eran tanto de ir a Illetes, que siempre ha sido más de postureo. Se movían por la isla en bicicleta y se pasaban todo el día en la playa en pelotas. Se quitaban la ropa, se bañaban y, al final del día, se largaban con sus pantalones cortos». explican Mónica López y su marido, PepeTorres Ferrer.
Con tacones de aguja
De esa Formentera, poco queda. La isla del espíritu libre ha cedido a una más recatada e ‘hiperglamourizada’. Evidentemente, sigue habiendo tramos de costa, en Migjorn, Platja de Llevant, Sa Roqueta. Es Caló y Espalmador, preferentemente, donde la gente sigue tostándose en bolas, pero son los menos. «Vienen muchos italianos y mucho más jóvenes. Ellas empiezan a venir en mayo. Las chicas llegan ya morenísimas e inundan el ferry procedente de Ibiza de baúles, Traen unos maletones y se van a la playa con tacones… ¡de aguja! Les encanta lucirse a través de Instagram, pero lo de ir desnudos… ¡para nada! El tipo de turismo, definitivamente, ha cambiado, en gran parte por ellos», valoran. La práctica del topless’ ha perdido también mucho peso.
En Formentera solo se toma el sol y se bañan desnudos en tramos concretos de algunas playas
Los italianos ejercen una influencia cada vez mayor, y no siempre para bien. «Han encarecido todas las cosas desde que vinieron aquí porque se han quedado con casi todos los negocios de la isla», explica Mónica, nacida en la vecina Menorca, aunque residente en Formentera desde hace 28 años. «Cuando llegué era muy diferente, todo estaba permitido. Se ha perdido mucha de la idiosincrasia y esencia de la isla», se queja la mujer.
Con el nudismo sucede lo mismo en el resto de Baleares y también en la Costa Brava. Una playa apartada en un entorno tranquilo, donde la única ropa que había eran las toallas sobre la arena. Así recuerdan los vecinos de Cala Illa Roja, en Begur (Girona), uno de los rincones de mayor tradición nudista de Cataluña, Aquella estampa ha pasado a la historia. Ahora, aseguran los lugareños, se inunda cada verano de bañadores y bikinis. Los nudistas han pasado «a ser casi una especie en extinción», según Segimon Rovira del presidente del Club Català de Naturisme (CNN).
Los bañadores se imponen en Formentera, que mantiene sus playas de postal.
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La masificación de las costas, la falta de protección de estos espacios y de una señalización adecuada ha provocado que los usuaros dispongan de menos sitios para practicar «el naturismo de forma segura y tranquila. Cada vez viene más gente con bañador y haciendo fotos, y eso nos incomoda», protesta. ¿Por qué? «Hay inferioridad de espacio. La gente que va vestida a la playa puede entrar en los espacios nudistas y no pasa nada, pero a nosotros, aunque no queremos incomodar, nos pueden llegar a increpar cuando no acosar», denuncia. ¿Resultado? Las playas para practicar nudismo en Cataluña «están desapareciendo», censura.
Dificultades
Descienden los arenales donde practicar el nudismo «de forma segura y tranquila»
«Presión estética»
Llama la atención que los nudistas son, en su mayoría, gente de «una edad» desprovistas de prejuicios. Nada que ver con los jóvenes, preocupados por la «presión estética e inseguridad de sus cuerpos», así como por la creciente sexualización de la desnudez. «Temen al acoso y que eventuales imágenes suyas tomadas sin su consentimiento acaben circulando por internet», esgrime la antropóloga Livia Motterle.
Hay otros factores que explican el retroceso de esta práctica: los reparos de numerosos municipios a promover el turismo naturista, cuando no a prohibirlo directamente, como en el caso del Ayuntamiento de Platja d’Aro. Justifica la prohibición del nudismo en su playa a que «se trata de un lugar de tradición familiar». Rovira insiste en que las ordenanzas municipales deberían fomentar el turismo naturista «de alto poder adquisitivo» y fomentar «el civismo» para lograr playas «inclusivas y con buena convivencia». Cree que normativas de este calado son necesarias para contrarrestar el impacto de decisiones como la del Consistorio mallorquín de Ses Salines, que hace tres años prohibió el nudismo al equipararlo con el mantenimiento de relaciones sexuales y con multas de hasta 750 euros. El alcalde rectificó días después y limitó esta normativa «a las playas urbanas y no los arenales vírgenes».
Enlace de origen : Las playas españolas ya no se quedan en cueros