Las lágrimas de Christoph

Lloraba en el escenario, el pasado domingo, el diplomático alemán Christoph Heusgen. Esto de ver a un diplomático llorar, y más alemán, no es cosa que pase todos los días. Pero estos días no son como cualquiera. Son días de pesadumbre, de amenaza y de nubes negras en el cielo. Son días en los que los europeos nos hemos dado dolorosa cuenta de que estamos, ay, casi solos. Quizá haya un par de democracias liberales más en el mundo (Canadá, Australia) que queden para levantar la bandera de la justicia y la razón. El resto es una amenaza. Y nosotros somos el principal objetivo por una razón básica: a un autócrata nunca le molestará tanto otro autócrata como una democracia. Lo primero lo entiende, lo segundo lo teme.

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