La Unión Europea no ha cumplido con la promesa de eliminar los tóxicos de los productos cotidianos. La reforma de la normativa ha sido retrasada al menos un año con el fin de revisar el reglamento del uso de las sustancias químicas nocivas para la salud. Aunque es cierto que a nivel europeo ya se cuenta con una legislación restrictiva, los estudios alertan de una cada vez mayor presencia de tóxicos en sangre, por lo que se hace necesaria una revisión de la normativa para convertirla en más restrictiva.
Todo parece indicar que el retraso obedece a las próximas elecciones europeas, que entorpecerían la tramitación de la norma, aunque la mayoría del Parlamento parece a favor de la nueva restricción. También se ha justificado como un alivio para las empresas, a fin de evitar nuevos costes, en plena crisis por la elevación de precios y escasez de suministros debido, primero, a la pandemia de COVID-19 y, después, a la guerra de Ucrania. Esto contrasta con el anuncio realizado por la UE el pasado mes de abril de prohibir antes del 2030 miles de tóxicos. La Agencia Europea de Medio Ambiente calificó aquel anuncio como «la mayor prohibición de sustancias químicas tóxicas jamás realizada». Pero, de momento, la promesa se queda en nada porque ni siquiera se cumplirá la hoja de ruta marcada.
La medida había sido acogida con gran entusiasmo puesto que plantaba cara a sustancias químicas, como los retardantes de llama (relacionados con el cáncer), los bisfenoles (capaces de alterar las hormonas humanas) y los PFAS, también denominados «químicos para siempre» (muy difíciles de eliminar del medioambiente). Un estudio de la Oficina Europea de Medio Ambiente calculó una media de diez años para poder detener el uso de productos químicos peligrosos en la Unión Europea, en base al análisis de 1.109 expedientes, por lo que parece inevitable que millones de productos con sustancias tóxicas continúen décadas en el mercado de forma legal, a pesar de haber sido ya vinculados a casos de cáncer, infertilidad y otras graves enfermedades.
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