Judith Larios tiene 14 años y este verano ha vivido «una experiencia única». Ha cruzado el charco y se ha ido hasta Rochester, en el estado de Nueva York, para disfrutar de un campamento, de nombre Camp Good Days. Ella es la más joven, pero no la única riojana que ha realizado ese viaje. Lo ha hecho junto a otros cuatro adolescentes más a los que les une algo, la lucha contra el cáncer. Todos han pasado por la enfermedad y, gracias a la Asociación de Familiares y Amigos de Niños con Cáncer en La Rioja (FARO), han sido partícipes de esta propuesta de la que han sacado positivas conclusiones.
Para Judith la de este año ha sido la primera vez en esta actividad protagonizada por pacientes oncológicos de múltiples países del mundo. Antes, ya habían acudido a él numerosos riojanos, los únicos españoles que son invitados a participar. La logroñesa iba con las expectativas altas, pero la realidad resultó incluso mejor. «No te lo imaginas tan guay», resume. «Todos te acogen como si conocieran de toda la vida», añade la adolescente, quien inicio su pelea contra el cáncer en 2023.

«Ha sido mejor de lo que esperaba porque todos te acogen como si te conocieran de toda la vida»
Judith Larios
Campista de 14 años

«Me tuvieron que operar y una de las primeras cosas que pregunté en la UCI fue si podía ir al campamento»
Zoe Matey
Campista de 15 años
Junto a los chicos y chicas de la región viajaron Marcos Zarco, como fisioterapeuta, Ángela Celaya, que en su día fue campista y que ahora actúa como monitora, y María Soto, psicóloga de Faro, asociación que sufraga los gastos derivados de la actividad gracias al apoyo de entidades públicas y privadas, entre ellas el Club Rotario. En opinión de Soto, el campamento tiene «muchas ventajas» para los protagonistas. «Sobre todo, en cuanto a la aceptación de la enfermedad», destaca. «Nadie te entiende mejor que otra persona que está viviendo algo similar a ti», remata.
Zoe Matey es otra de las participantes. La riojana reconoce haber vivido un año «duro», puesto que, tras extraerle un tumor cerebral en 2022, unos meses antes de viajar recayó. «Me volvieron a operar y una de las primeras cosas que dije en la UCIfue que si podía ir al campamento», cuenta. «Se lo preguntaba siempre al neurocirujano y el último o penúltimo día me dijo que sí», señala.

«Todos los niños y monitores han pasado por la enfermedad y eso nos ayuda a la hora de socializar»
Daniel Bazo
Campista de 16 años

«Me ha servido para conocer gente y para aprender a relacionarme con personas que han pasado por un cáncer»
Jairo Méndez
Campista de 17 años
Matey, no en vano, lleva ya tres años participando en la actividad. «Vuelvo porque te sientes, y te hacen sentir, como en casa; durante unos días se te olvida todo: cirugías, tratamientos, medicación…», enumera antes de reconocer que cuando estaba en el hospital se preguntaba por qué le tenía que pasar eso a ella. «Y en el campamento abres los ojos y te das cuenta de que no solo tú pasas por eso», reflexiona.
«No se habla del cáncer»
Más allá de que los participantes sean pacientes oncológicos, el Camp Good Days es un campamento más. Divertido y con actividades como juegos o baños en la piscina o en el lago. Incluso este año han visitado un parque acuático. Así, no es de extrañar que Jairo Méndez califique como «increíble» lo vivido. El joven de 17 años fue diagnosticado este año de un linfoma de Hodgkin y, aunque asegura que no lo pasó mal, admite que la visita a Estados Unidos le ha venido de maravilla. «Me ha servido para conocer gente y para aprender a relacionarme con personas que han pasado la enfermedad», relata. «Aunque allí no se habla del cáncer;sabes que la gente lo tiene, pero no se trata el tema», apostilla.

«La primera vez me sirvió para aceptar la enfermedad; este año he vuelto y me lo he pasado genial»
Vega Raghner
Campista de 18 años
Jairo se ha estrenado este año y para Vega Raghner ha sido la segunda vez. «Fui hace dos años, el pasado no pude acudir porque no estaba bien y no lo iba a disfrutar, y este año he vuelto», cuenta la jarrera de 18 años, quien define como «pura diversión» lo vivido allí en este 2025. «La primera vez me sirvió para aceptar la enfermedad y en esta me lo he pasado genial», se congratula antes para rematar con un vaticinio: «No sé si como voluntaria o como monitora, pero seguro que vuelvo».
Vega es repetidora, como Daniel Bazo. La experiencia parece que engancha y el riojano lo certifica. «Todos los niños y monitores han pasado por la enfermedad y eso nos ayuda a la hora de socializar;cada año vas con más confianza», relata el joven de 16 años, quien dice haber hecho amigos en todas sus visitas a Rochester. Él lo ha disfrutado y su madre, desde la distancia, también. «Al principio tienes dudas y piensas que cómo vas a enviar a tu hijo tan lejos, pero la experiencia es espectacular, para ellos y para nosotros», considera Soraya Pérez. «Cuando vuelven son otras personas», concluye.
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Enlace de origen : La terapia contra el cáncer con forma de campamento