La grandeza de la sencillez

David Mena entregó los mejores años de su vida a los demás. Y esta es la mejor virtud que se le puede atribuir a una persona que vive en sociedad. En tiempos de difícil reputación para la actividad política, David aceptó el reto de ayudar a uno de los mejores alcaldes de la historia de Santo Domingo de la Calzada, Javier Azpeitia. Y desde entonces, ni un segundo de descanso: primer teniente de alcalde, portavoz de la oposición, alcalde. Allí donde los calceatenses le pusieron respondió con todo su corazón y su talento. Nunca rechazó una sola buena propuesta, ni rehusó ninguna invitación. Siempre estuvo cerca de las asociaciones, de los autónomos, de las familias, de la Cofradía del Santo. Siempre estuvo cerca de su gente y de su pasión: Santo Domingo de la Calzada. Hoy, tengo el nítido recuerdo de una larguísima conversación en una cafetería de Logroño, en la que verbalizó, uno tras otro, todos los proyectos y todos los sueños, con los ojos llenos de ilusión: la ciudad deportiva, el suelo industrial, la agricultura, la muralla, el Camino y el casco antiguo, la reforma de El Espolón, que era su ambición más querida.

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