Si hay un líder mundial que se ha mostrado especialmente habilidoso en manejar los mensajes y adaptarse políticamente es Volodímir Zelenski. Pocos pensaron que sobreviviría … a la encerrona del Despacho Oval de febrero, cuando cometió el error de intentar convencer públicamente al presidente de EEUU de que no se podía confiar en Rusia como socio para la paz. Una paz que Donald Trump desea a cualquier precio para consolidarse como el gran pacifista que prometió ser.
Desde aquel momento tan bajo, Zelenski optó por desplegar una estrategia de contención y aproximación, que pareció culminar bajo los techos del Vaticano, en un encuentro propiciado por la muerte del Papa Francisco. Sus asesores le habían aconsejado que aceptase los términos de Trump -incluyendo la firma de un contrato mediante el cual ha cedido a EEUU la explotación de recursos naturales-, y dejase la pelota en el tejado de Vladimir Putin. En su entorno, nadie cree que Putin busque la paz y esperan que Trump lo descubra por sí mismo.
Zelenski ha entendido el giro que ha dado la política estadounidense al pasar de Joe Biden a Trump, por lo que ha abandonado los discursos grandilocuentes sobre la defensa de la democracia y enfatiza en sus conversaciones con Washington el potencial de Ucrania como socio comercial, productor agrícola y fuente de recursos energéticos. En la Casa Blanca ya no resuena el peligro de que al caer Ucrania la guerra se expanda a Europa, porque Trump insiste en que esa no es su guerra. «Tenemos un océano de por medio», reiteró el lunes. Lo que le importa es su legado personal y el codiciado Nobel de la Paz al que le ha nominado el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
La política exterior de la Casa Blanca ha pasado de la frialdad institucional a un intercambio pragmático y personalista, centrado en acuerdos bilaterales, gestos personalistas y soluciones de autor. «Tú no tienes las cartas», le dijo Trump el 27 de febrero. Tenía razón, pero Zelenski ha apostado por la carrera de fondo. Sigue derramando sangre en el frente para mantener el mayor territorio posible, que Rusia pretende asegurar a lo largo del verano en una sangrienta ofensiva que ha puesto a Trump de uñas. Cuanto más territorio consolide Rusia, más difícil será alcanzar la paz que anhela trabar.
La llave de la ambición
Más que una reconsideración estratégica, su ambición de protagonismo podría ser la llave que Zelenski intenta girar. No se trata de convencerle de que Ucrania necesita ayuda, sino de mostrarle que puede ser el arquitecto de un alto al fuego que le consolide como estadista en el tablero internacional, aportándole el respeto que ansía, más allá de la pleitesía. Y si hace falta apretarle las tuercas a Rusia para que sienta el dolor de la guerra, también está dispuesto.
«Volodimir, ¿puedes atacar Moscú? ¿Puedes atacar también San Petersburgo?», le preguntó Trump durante una llamada telefónica el pasado 4 de julio, según el diario Financial Times. «Por supuesto que sí. Podemos, si nos dan las armas», respondió el líder ucraniano.
La conversación se produjo un día después de que Trump y Putin hablasen por teléfono. En esa llamada el presidente ruso le informó que en los próximos sesenta días pretende renovar la ofensiva en Ucrania hasta dominar los límites administrativos de todo el Donbás. El autor de ‘El Arte del Trato’ entendió que esa operación es incompatible con la paz que busca. «Lo quiere todo», le dijo al presidente francés, Emmanuel Macron, en otra llamada de teléfono.
Como consecuencia, Trump ha aprobado el envío de armas ofensivas y defensivas a Ucrania, para que mantenga las líneas negociadoras y, quién sabe, inflija el dolor de la guerra a Rusia si fuese necesario.
Buenos aliados
Aunque el Congreso se ha sometido a las líneas del presidente Trump, Zelenski cuenta en Washington con varios aliados. Entre ellos está el general retirado Keith Kellogg, que asesoró al presidente en su primer mandato y que ha sido designado en el segundo como Enviado especial para Ucrania. Mantiene vínculos fluidos con el aparato de seguridad nacional y muchos le ponen detrás de la decisión de enviar a Ucrania misiles Patriots. Otro es Robert O’Brien, asesor de Seguridad Nacional en el primer mandato de Trump y ahora consejero de inteligencia. Especialista en Rusia, ha abogado públicamente por no abandonar del todo a Ucrania. Y queda, por supuesto, el senador Lindsey Graham, que juega con Trump al golf y trató de advertir a Zelenski para que no cayera en la trampa del Despacho Oval. El senador de Carolina del Sur cree que una victoria rusa debilitaría la posición de EE.UU. en Europa.
Pero entre las voces que susurran al oído de Trump, en contra de la fascinación que ejerce Putin, está la de Melania Trump. La ex modelo eslovaca tiene una sensibilidad particular hacia Europa del Este y la amenaza rusa. Se ha declarado admiradora de Ronald Reagan por su papel en la caída de la Unión Soviética y ha mostrado interés en la situación humanitaria en Ucrania. Tras la invasión rusa de 2022 dijo en Twitter tener el corazón desgarrado ante «el horrible asesinato de civiles inocentes» y pidió a sus dos millones de seguidores que donaran a la Cruz Roja, manifestando que sus pensamientos y oraciones estaban con el pueblo ucraniano. Según Trump, ella le ha hecho ver que las buenas palabras de Putin no se alinean con sus acciones: «Llego a casa y le digo a la primera dama… «Tuvimos una conversación maravillosa». Y ella responde: «¿Ah, sí? Pues acaban de bombardear otra ciudad»».
Trump está ansioso por mostrar resultados y Putin se lo está poniendo difícil. Con todo, los 50 días de margen que le ha concedido para convertir sus palabras en acciones dará al presidente ruso campo libre este verano para sentarse a la mesa con el Donbas bajo control.
Enlace de origen : La cambiante relación entre Trump y Zelenski