El amor de madre mueve montañas y la fe del converso no se queda atrás a la hora de desplazar cordilleras. Ambas son poderosas fuerzas … atávicas capaces de arremeter contra el orden establecido y arrastrar consigo a todo aquel que se cruce en su camino. La historia de Christine Allain, de 67 años constituye toda una revolución orográfica. Su peripecia refleja el poder de las convicciones y bien podría inspirar una serie televisiva basada en hechos reales. Ahora bien, el argumento es tan desaforado que exige papel y lápiz para seguir su evolución. Pero ojo, spoiler, la narración no acaba bien. El pasado mes la matriarca fue condenada a 13 años de cárcel por un tribunal francés. Esta es la aventura de una familia seducida por el yihadismo y que voló hasta Siria para comenzar una nueva vida y apoyar al Estado Islámico.
No es posible que una progenitora abandone a sus hijos sin lucha. Aquella educadora de niños con necesidades especiales, tan bien considerada por sus colegas, no se rindió a la evidencia de que Thomas, el mayor de sus retoños, se había convertido al Islam. A principio de los 2000, Christine decidió enfrascarse en la lectura del Corán para entender el proceso emprendido por su vástago.
La fascinación guió el recorrido por los textos y ella también siguió sus pasos e, incluso, fue más allá. Tal vez guiados por un fenómeno osmótico, madre e hijo se radicalizaron mutuamente. Incentivada por la nueva doctrina, la enseñante llegó a dejar su trabajo para no tener contacto con hombres, cambió su nombre por el de Maryam y sacrificó su imagen bajo el velo completo del niqab.
Este podría ser el comienzo de una bizarra narración, pero no se trata del inicio en sentido estricto. Antes hubo otra familia islamizada. Retrocedamos en el tiempo y acudamos al hogar de los Clain, oriundos de la isla de Reunión y radicados en la ciudad gala de Toulouse. La hermana Anne Diana contrae matrimonio con un inmigrante tunecino que expande la fe musulmana entre sus cuñados Fabien y Jean-Michel, que acogen el credo con especial fervor y profundizan en sus postulados.
Un nuevo individuo adquiere protagonismo. Posiblemente, su ascendiente explica la deriva posterior. Abel Ilah Al Dandachi, alias Olivier Corel y también conocido como el Emir Blanco, es un refugiado que huyó de Siria por su afiliación a la perseguida Hermandad Musulmana. Establecido en la localidad occitana de Artigat, no lejos de la frontera con Andorra, acogía en su casa a quienes quieren profundizar en la religión.
Aquellos que lo conocen aducen que su poder de seducción se sostiene en una apelación al misticismo y cierta facultad para convencer a los acólitos de que sus frustraciones son la antesala de un viaje hacia otro modo de vida guiado por el salafismo, la doctrina más extrema del Islam. Al parecer, los hermanos Clain fueron alumnos aventajados, sobre todo Fabien, convertido a su vez, en un líder comunitario en el barrio de Mirail, habitado por emigrantes. Uno de sus seguidores será Thomas, el amado hijo de Christine.
Volvamos a la primera madre. Madre e hijo no se limitan a zambullirse en su nueva fe, sino que la expanden entre los suyos en una suerte de juego de fichas de dominó que, alineadas, se desploman una tras otra a partir de un empujón. La primera dicta un ultimátum a su marido, al que pone entre la espada y la pared. Stéphane Gonot debe también convertirse o lo abandonará y elige la opción menos traumática. Kevin, su segundo hijo, también cae bajo el influjo ideológico materno.
La expansión no se detiene. La novia de Thomas, asimismo, asume la nueva doctrina. Mayalen Duhart, vasca de Biarritz, criada entre Anglet y Cambó, sacrifica una plácida existencia para seguir a su pareja. Licenciada en Economía, se traslada también al barrio de Mirail, epicentro de esta nueva congregación radicada en Toulouse. Aquí conocerá a Jennifer Clain, la hija de Anna-Diana, y, a su vez, esposa de Kevin, con quien se había casado cuando sólo tenía 16 años. A los diez la desposada había abandonado el colegio porque ya portaba el hijab.
La célula de Artigat no permaneció ajena al radar policial y los hombres implicados fueron detenidos y cumplieron algunas penas. Aunque no había arrancado aún su rápida expansión militar, el Estado Islámico, desgajado de Al Qaeda en 2003, atraía ya a aspirantes a milicianos de todo el mundo e, incluso, a grupos familiares. Como las más de 500 francesas que se sumaron al sueño islámico, Christine, Mayalen y Jennifer también emprendieron un viaje por carretera que las conduciría, junto a sus maridos, desde el sur de Francia a Turquía. Tras llegar al país otomano, las tres parejas lograron pasar clandestinamente a Siria y llegar a Raqqa, capital del califato. Los acompañaban los nueve nietos de los Gonot.
No estaban solos. ¿Recuerdan a los Clain? Los hermanos ya se hallaban en Siria, donde se habían convertido en figuras prominentes. Sobre los dos pendía una orden de búsqueda y captura al ser identificados como los individuos que habían reivindicado los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París y que incluían la irrupción en el club Bataclan, donde murieron 90 personas.
Arrepentimiento
La pretensión de vivir acorde con sus creencias animaba esta osada peripecia. El deseo pareció cumplirse de inmediato. Las parejas gozaban de viviendas y el privilegio de acceder a cargos de relieve en la nueva entidad islámica. La cotidianidad era feliz. El abuelo formaba parte de la administración civil y Thomas asumió la dirección del departamento dedicado a las nuevas tecnologías. Aunque las mujeres estaban confinadas al espacio doméstico, podían acceder a las ejecuciones que tenían lugar los viernes en la ciudad y que, según los testimonios, Christine grababa con su tablet.
No hay final feliz. La crónica familiar gira hacia el drama colectivo a finales de 2016. Los drones, arma bélica hoy tan habitual, adquirieron notable relevancia en la lucha en Siria y sus ataques provocaron la muerte de Stèphane Gonot y de los hermanos Clain. La reconquista de Raqqa acabó con el sueño del clan francés. Mientras los hombres combaten, las mujeres huyen al norte quizás con la vana esperanza de regresar a Europa. Todos caen en manos del enemigo y son confinados en cárceles o centros de reclusión.
El epílogo resulta patético. Thomas permanece recluido en una cárcel kurda y su hermano Kevin en otra iraquí donde cumple una condena a perpetuidad tras serle conmutada la primera pena capital. Las supervivientes y su prole fueron entregadas a las autoridades galas en 2019 tras dos años de estancia en un campo sometido a penosas condiciones.
La vascofrancesa Mayalen Duhart se presentó como víctima, arrastrada «contra su voluntad» a la espiral yihadista
Pero siempre se produce un sorprendente giro de guión al final del thriller. Como en un camino inverso al realizado por Pablo Tarso en su camino hacia Damasco, suegra y nueras se alejaron de la capital siria y, de repente, repararon en la crueldad del modelo yihadista. Las tres han pedido perdón por haberse implicado en la organización. En esta inesperada vía hacia la redención, Christine y Jennifer admitieron los excesos cometidos e, incluso, llegaron a reunirse con familiares de un fallecido en los crímenes de París.
La involución fue aún más acusada en el caso de Mayalen. Durante su juicio, ella dibuja una imagen de víctima del radicalismo marital y se muestra como una esposa arrastrada por las circunstancias conyugales. La vasca, reconvertida en panadera y recuperada su imagen occidental, es la única que sigue en libertad hasta la celebración del juicio. Sobre todas recaen los cargos de participar en una asociación delictiva de carácter terrorista y atentado contra la salud, seguridad y educación de nueve menores. Durante los últimos años, sus hijos han permanecido en hogares de acogida.
El reciente fallo ha sido bastante benévolo con las tres mujeres, que se enfrentaban a un cúmulo de delitos que podían implicar 30 años de cárcel. La pena ya cumplida en prisión y la posibilidad de acceder a medio plazo a la libertad condicional permite pensar en un pronto regreso a la calle. El futuro de Christine Allain admite todo tipo de especulaciones. Puede convertirse en la adorable abuela que relata a sus nietos historias bélicas ambientadas en Oriente Medio o proseguir su efectivo proselitismo. Esta historia promete una apasionante segunda temporada.
Enlace de origen : La aventura yihadista de la familia Allain