La ambición de Vingegaard desata la tormenta en Valdezcaray

Iván Benito

Domingo, 31 de agosto 2025, 19:22

El paso de la Vuelta Ciclista a España por La Rioja se ha vivido con mucha emoción y ambiente. Desde Alfaro hasta Valdezcaray, calles y carreteras se han llenado de aficionados que no querían perderse el espectáculo.Atraídos por este evento deportivo internacional, han sido muchos los que se han acercado a las zonas del recorrido venidos desde Arnedo, Pamplona o incluso desde otros municipios cercanos para tomar parte en la prueba.

En Alfaro, además, cientos de personas, tanto alfareños como aficionados de otras localidades, se han acercado desde primera hora de este domingo a la zona para conocer de primera mano toda la caravana e infraestructura que mueve La Vuelta, el ritual en la partida de corredores y equipos… El ambiente era totalmente festivo.

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La carrera

Le preguntan a Vingegaard en la salida de Alfaro por el puerto de Valdezcaray. «No es el tipo de final en el que se vean grandes cambios en la clasificación general a menos que ocurra algo inusual». Pocas cosas más extraordinarias que la que cuentan en Santo Domingo de la Calzada. El santo revivió a un ahorcado y luego a una gallina asada. Por allí pasó el danés de camino a la estación de esquí riojana, sin viento ni nada exepcional más allá de la lluvia que dejó en papel mojado lo dicho horas antes. Antes que el arcoiris brotó la ambición del líder del Visma por empezar a decantar La Vuelta.

Pidcock, segundo en la meta, se posicionaba junto al danés. «Estos son finales en cuesta donde realmente no se pueden marcar diferencias porque no son lo suficientemente empinados». Pero aportaba un matiz. «Sobre todo con la velocidad a la que subimos». El ritmo inicial del Trek parecía propicio para repetir la esceda del 88, la primera vez que se coronó la ladera del pico San Lorenzo. Hubo un sprnit de 27 ciclistas y ganó Sean Kelly, del KAS. Al son del Visma, Vingegaard logró casi dos inutos de ventaja con todos los escaladores a excepción de Pidcock, Almeida y Gall.

A 11 kilómetros de meta, Vingegaard sintió las piernas frescas. «Le dije a mi equipo si podían acelerar». Entonces, La Vuelta se asemejó al Tour. Pogacar sentenció la carrera en Hautacam tras una aceleración brutal de Narvaez y el ataque del esloveno. El Visma usó la misma táctica, salvo que en un puerto con pendientes menos inclinadas. Jorgenson entró como elefante en una cacharrería, con Vingegaard soldado a su rueda. Solo Ciccone pudo aguantar la embestida. El estadounidense se abrió y dejó mano a mano al italiano y al danés, mientras por detrás el UAE trataba saber qué había pasado.

Un kilómetro duró el italiano del Lidl-Trek, que volvió a llevar la manija del pelotón toda la jornada para volver a irse de vació. Ciccone reventó, perdió la rueda del desatado Vingegaard y fue superado por Almeida, Pidcock, Gall y Bernal. Cuando se acabó el amparo de la arboleda, el luso mascaba su rabia. Maldecía la mala colocación, habitual en él en los puertos. Peor sobre todo la falta de ayuda. Solo Vine logró darle algún relevo. Los fuegos artificiales también le pillaron mal situado a Marc Soler, mientras que Ayuso se dejaba llevar antes de empezar el puerto.

El duelo fue precioso. La lluvia lo ambientó aún mejor. La ascensión, repleta de gente, ofreció el mejor ciclismo. Almeida también reventó a Bernal, cortó a Gall y estuvo muy cerca de la estela de Vingegaard. A 10, a 8 segundos. Así cuatro kilómetros. El portugués necesitó levantar el pie, Pidcock tampoco tenía fuerzas para relevar y buscar la victoria de etapa, y Vingegaard siguió descabalgado. 24 segundos al dúo, un minuto a Gall, y 1:46 al resto de favoritos en dónde llegaba el líder Traeen, que mantiene el rojo por 37 segundos. 38 le saca el danés a Almeida. Mucho más de lo que pensaba Vingegaard en Alfaro.

Esta ciudad del este riojano reserva el penúltimo fin de semana de agosto para despedir a las cigüeñas. En la Colegiata de San Miguel Arcángel barroca, imponente ya de por sí, anida la mayor colonia de Europa de estas aves migratorias. Tienen su propia ronda, 3.000 kilómetros en solo 15 días de vuelta a Senegal, donde pasan el invierno. Para los ciclistas fue un visto y no visto. Atravesaron como un rayo la Rioja Baja en busca de formar una fuga que tenía visos de triunfar. Después de 60 kilómetros, al paso por Arnedo, el pueblo de los zapatos, hicieron camino Archie Ryan, Kwiatkowski, Hessman, Slock y Vermaerke, que vendieron cara su piel hasta Ezcaray, que en el siglo XVI fue sede de una importante industria textil.

Al poco del giro a la izquierda del inicio de la subida, Vingegaard se desató. «Para ser honesto, creo que no hice del todo mis deberes para esta etapa. Ataqué sin ser consciente de la distancia que faltaba, pero solo me queda seguir pedaleando». El resto lo hizo tras él. Sin entendimiento ni fuerzas para cazar. En el grupo de atrás, La Vuelta descubrió el potencial de Markel Beloki. El vitoriano mostró sus mejores piernas y fue de los más activos. Fue octavo en meta, en la que estaba más contento que Almeida. «Eché de menos a mis compañeros. Al final nadie estuvo conmigo. Es lo que hay». Mientras dejaba de llover, se desataba la tormenta. Mañana jornada de descanso para calmar las aguas y darse un capricho. «Tengo ganas de comer una hamburguesa esta noche», reconoce el líder Traeen, del que tiraron Jogenson y Kuss. «Parecía como si no quisieran que Jonas tuviera el maillot todavía».

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