Plantaciones olivareras en la finca que el Gobierno de La Rioja dispone junto al parque de La Grajera. /
Aceite. El cultivo de la aceituna vive un resurgir desde finales de los años 90 cuando comenzaron a valorarse los aceites como un producto gourmet
En 1990, La Rioja contaba con una extensión dedicada al cultivo de la oliva de 1.700 hectáreas. Tres décadas después, los olivos en producción ocupan 4.619 hectáreas, que se elevan por encima de las 5.000 si se tiene en cuenta a los olivos no productivos diseminados por la superficie regional.
La producción de aceite también ha experimentado un crecimiento más que considerable (incluso mayor que el de la superficie de olivos), porque se ha pasado de los 196 litros del año 1990 a los 3.136 de tres décadas después.
El boom del sector olivarero hay que situarlo a partir del ecuador de los años 90. El aceite comenzó a ser un producto mucho más valorado por los consumidores, y aunque siempre había estado presente en la dieta mediterránea como uno de sus pilares fundamentales, en esa época entre los circuitos de productos gourmet, por lo que el aceite de oliva de calidad alcanzó unos precios más elevados. A esa circunstancia se unió la llegada de la mecanización a los olivares. Si bien este árbol nunca ha sido un cultivo que hubiera necesitado de un excesivo cuidado ni de una dedicación diaria, su principal y más costosa labor era la de la recogida.
De las 1.700 has. de olivar en La Rioja en el año 1990 se ha pasado a las 4.619 actuales
Pero en los años finales del siglo XX se desarrolla una maquinaria que deja atrás el tradicional vareado de los olivos y la posterior recogida del suelo de la malla donde caían los frutos. Es el momento en el que surgen las máquinas vibradoras con paraguas como un primer paso hacia una máquinaria más desarrollada (pero también más exigente en cuanto a la disposición del arbolado) que hace más fácil la recogida. Esa mecanización hace necesaria menos mano de obra y consecuentemente rebaja los costes de la cosecha, y aumenta la rentabilidad, haciendo más atractivo el cultivo.
Mayor rentabilidad
El agricultor ve cómo puede elevar la renta agraria con unos árboles que no le van a exigir demasiado esfuerzo y el olivo pasa de ser un elemento que no aumenta la renta sino que produce aceite para el autoabastecimiento doméstico, a un cultivo que abre una nueva vía de ingresos.
Además, las limitaciones impuestas por el Consejo Regulador a la plantación de nuevos viñedos ha hecho frenar el crecimiento de la superficie dedicada a la viñas dejar vía libre al crecimiento del olivar.
Así, en el año 1990 son 1.700 las hectáreas dedicadas al olivo. Diez años más tarde, esa cifra se había elevado a 2.430 hectáreas y en 2010 ya había crecido hasta las 3.885. En el año 2020, último de los años de los que se disponen estadísticas completas, la cantidad de superficie de La Rioja que contaba como olivos era de 4.619 hectáreas, repartidas casi por igual entre el cultivo de secano y regadío, con ligera superioridad del regadío cuando en 1990 eran 1.321 las hectáreas de secano y apenas 379 las de regadío.
Enlace de origen : El olivo casi ha triplicado su extensión en los últimos 30 años