
Iba el cronista a tirar del chiste fácil y empezar estas líneas parafraseando a Pedro Sánchez y su agonística salida a la peor crisis de … Gobierno reciente («son las cinco y no he comido») cuando Gonzalo Capellán, al filo de las 16.00 horas, despedía la segunda jornada del debate sobre el estado de la región felicitando a los parlamentarios por que ellos no tendrían que alargar tanto su ayuno. Ahí radican las diferencias de la alta política y de la provinciana y manejable: en la hora de comer. Ante las críticas por la prolijidad del discurso del miércoles, este advirtió a un pleno profesionalizado que su deber era aguantar «dos, cuatro o seis horas» cumpliendo firmes con el compromiso democrático adquirido.
Pero la estoica dedicación de los políticos puede flaquear, sobre todo si todos los comparecientes se ponen de acuerdo en citar continuamente a un prestigioso cocinero, cuyas elaboraciones generan más comentarios que las de Ferrán Adrià. Andaban electos y periodistas como carpantas soñando con un pollo y el nombre de Tezanos no dejaba de sonar. Ay, José Félix, que tendrán tus salsas que habitualmente a unos pican y a otros endulzan, pero que este jueves condimentaban con sazón justa a populares y socialistas, satisfechos unos por la credibilidad que otorga a Capellán y felices los otros por la valoración de García.
No hay mejor garum para el político que un buen adobo demoscópico, sobre todo a dos años de las elecciones, cuando aún se pueden enmendar errores (o cometerlos). Si hasta Capellán se acordó de que Tezanos antes de entrar en cocina fue un reputado sociólogo al que leía para preparar sus clases.
García intentó que el presidente le tratase como interlocutor, pero este le rebotó a sus subordinados
Ese recuerdo encendió el cerebro reptiliano del presidente. Había logrado, durante la primera jornada del debate, sacudirse de sus tics docentes y centrarse en su faceta de notario. Ni una cita, ni una digresión, ni una anécdota… Pero ya sin papeles y solo con los apuntes tomados al vuelo de las alocuciones del resto de portavoces, el presidente se vino arriba. No lo puede evitar. Para él citar a Locke (en inglés) o a Hume es como para un futbolero hablar de Messi o de Cristiano Ronaldo.
Hay que manejarse a ese nivel para no quedar mal en los lunchs de catedráticos, donde entre clarete y clarete un chiste puede ser un teorema. Pero para lidiar en un ambiente más mundano como el de un Parlamento regional también hay que mostrar reflejos y chispa. No anda escaso de ambos aunque en ocasiones ese rebajarse le funcione bien y en otras no pueda ocultar cierto carácter sobrado.
A Ángel Alda lo trató de bachiller negligente, haciendo un esfuerzo por explicarle detalles y afearle conductas, como si quisiera que, al salir de clase, el díscolo mejorase su comportamiento. A Henar Moreno, como a una alumna un poco alocada, con malas influencias (esos comunistas…) pero en la que intuía buen fondo. Y a Javier García como al profe novato que quiere departir con el maestro pero que aún no tiene galones. Lo mandó, como portavoz socialista, a interlocutar con Cristina Maiso. Cuando el arnedano recordó su condición de secretario general, lo reenvió a su homólogo Alfonso Domínguez. Y si se hubiera presentado como enviado divino, le hubiese remitido sin dudarlo al mismísimo San Pedro. «Pero tienes mi teléfono y yo el tuyo, eh», le dijo desde el atril. ¡Cómo para llamarle! Igual le rebota a un ‘call center’ de la India.
Tuvo un par de buenas salidas el presidente, que se guardaba el conejo de la Neurocirugía para copar los titulares (uno puede ser un reputado catedrático, pero como político no están los tiempos para rechazar tinta o minutos televisivos). Aunque tal vez la mejor fue cuando, en el rifirrafe de proyectos heredados y propios que le había planteado Javier García, este recogió una velada amenaza previa de Ángel Alda, que le había amenazado con el hipotético retorno de Gamarra. Así, sobre el proyecto de un centro para personas con discapacidad en Cascajos, Capellán recordó que fue en el mandato de la exalcaldesa cuando se engendró la idea. «Lo haremos, que igual viene Cuca y me quita el sillón», dijo el presidente ante las risas de sus compañeros.
Enlace de origen : El cocinero Tezanos y la alargada sombra de Cuca