Venció el Rioverde Clavijo (97-80) y se ganó el derecho a depender de sí mismo en la última jornada.
En el deporte es siempre … mejor depender solo de uno mismo para alcanzar los objetivos que tener que andar contando con la ayuda de otros. Y el Clavijo debía ganar al Melilla Ciudad del Deporte para llegar a la última jornada sin el riesgo del descenso directo y con la certeza de que la victoria en Albacete le daba la deseada salvación, más allá de cuentas y de otros cruces en la última jornada sospechosos de ser favorables a los equipos que más se juegan en el cierre de la fase regular. Lo hizo con un triunfo de mérito infinito, por la intensidad y por el valor enorme.
El Melilla apostó por su superioridad interior y cargó el juego sobre Kasonga, Stilma o Pavlov, además de aprovechar su ya avisado acierto en el tiro exterior, mientras que los blanquiazules pretendían dar ritmo al partido con sus dos bases de inicio, Querejeta y De Pablo. Eran los de la ciudad autónoma los que llevaban la iniciativa ante un Clavijo que se mantenía cerca gracias al buen trabajo atrás y en el rebote pero al que le costaba sumar y encontrar huecos en una defensa cerrada y con hombres muy grandes llegando a las ayudas.
El Rioverde recuperó el mando del partido por unos segundos en el segundo cuarto tras la primera canasta inicial. El Melilla respondió de nuevo con la contundencia de sus pívots. Pero los locales estaban muy centrados en su plan de partido. Solidarios e intensos en su cancha e intentando ser incisivos frente al aro rival. Se palpaba la tensión en la cancha y en una grada especialmente ruidosa.Entre Savkov y Querejeta entregaron la iniciativa a los capitalinos (41-37) en un choque tremendamente igualado y con un alto nivel de contacto. Estaba por ver si un Clavijo con una rotación corta, sin Arbosa y Hrabar, iba a poder manterer esa elevada intesidad frente a un Melilla con un profundo fondo de armario. De momento, se iban al descanso con los deberes hechos, tres puntos por delante con veinte minutos a un alto rendimiento.
Úriz había advertido que hacían falta 40 minutos a ese nivel, ni siquiera 38 eran suficientes. Tocaba, por tanto, volver de vestuarios a tope. Y la primera canasta local, con un mate de Sakhniuk atestiguaba que las intenciones locales seguían intactas. Pero enfrente estaba quizás la mejor plantilla de la liga. El pívot ucraniano realizó la cuarta falta todavía con dieciséis minutos por delante, un problema serio para Úriz.
Era día para valientes porque el Melilla también tenía mucho en juego, ya buscaba una segunda plaza que le diera ventaja de campo en el ‘play off’ de ascenso. Dos realidades y el mismo objetivo del triunfo.
Los cinco puntos de renta al comienzo del tercer cuarto se transformaban en una desventaja de cuatro que resolver en el periodo final.
Bregaba y bregaba el Clavijo y ocho puntos consecutivos le daban un premio parcial tan importante para el ánimo como inconsistente para el resultado definitivo (66-65). Torres y Vanags habían calentado su muñeca, Fields estaba centradísimo y los de Úriz abrían el hueco más grande de un combate durísimo (78-69) al que le restaban todavía cinco minutos. Se calentó más todavía con las descalificantes a Ndiaye, tras soltar un codazo en la cabeza a Querejeta, y a savkov por saltar a la cancha desde el banquillo. Salió beneficiado el Clavijo, que dejó el partido visto para sentencia (88-70). Los tres últimos minutos fueron una fiesta para un cuarto local soberbio. Se lo habían ganado Úriz y los suyos, como el poder decidir su futuro el próximo sábado en Albacete.
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