Uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres tendrá cáncer a lo largo de su vida y esos enfermos del futuro, como … los de hoy, son la prioridad de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en La Rioja que, por quinto año consecutivo ha celebrado un congreso en el que reúne a expertos en Oncología, profesionales médicos, sanitarios, psicólogos e investigadores con el objetivo de reforzar un frente común contra la enfermedad en el que el centro de todo es el paciente y su entorno, según destacó, ayer, miércoles, Elena Eguizábal, presidenta de la entidad en la inauguración de la cita anual en el Cibir.
«Hoy es un día muy importante para nosotros porque es un encuentro anual entre los pacientes y los profesionales médicos y sanitarios, una cita en la que se pueden despejar muchas dudas desde un ámbito muy distinto al de una consulta», resaltó la responsable de la asociación, quien destacó que la reunión iba a servir para «abordar los avances en los tratamientos y terapias logradas gracias a la investigación y también de los ensayos clínicos que se han puesto en marcha aquí en el Cibir». «Se trata de escuchar, acompañar y ayudar, es lo más importante, que sepan que no están solos, porque además hay mucha esperanza en el camino del cáncer, porque afortunadamente tenemos cada vez más supervivientes con nosotros, cuyas necesidades atendemos en la asociación, ese es nuestro reto, y cada vez tenemos más servicios y, además, gratuitos», incidió Eguizábal.
Cinco ensayos y a por cinco más
A este último capítulo se refirió Juan Carlos Oliva, gerente de Fundación Rioja Salud, quien explicó que la Unidad de Ensayos Clínicos de La Rioja, ubicada en el Cibir y dirigida por la doctora María de Miguel, desarrolla en la actualidad cinco proyectos. «Hay abiertos cinco ensayos clínicos que nos permiten trabajar distintos tumores: de mama, de ovarios, de cérvix, de endometrio, de pulmón y próstata», concretó, para avanzar que «en este momento estamos trabajando para conseguir la autorización de la Agencia Española del Medicamento y de Productos Sanitarios para abrir cinco ensayos clínicos adicionales que entendemos que en los próximos meses, quizá en diciembre, enero y febrero, estarán también activos para ver si encontramos esos pacientes oncológicos con unas características muy particulares, porque esto es medicina personalizada, para que tengan un nuevo motivo de esperanza y puedan venir a esta unidad que da servicio a cuatro millones de personas de La Rioja y de otras comunidades autónomas».
Un momento del congreso de la AECC celebrado en el Cibir.
Juan Marín
En este sentido, recordó que el centro «desarrolla investigación clínica, esto no forma parte del arsenal terapéutico que está a disponibilidad de todos los oncólogos, sino que son pruebas con nuevos medicamentos que se realizan, en la actualidad, con una veintena de pacientes al año entre todos los proyectos».
Desde el inició de la jornada la sede del Cibir se convirtió en el mejor escenario para acoger una piña humana contra el cáncer. El edificio se ha convertido en un espacio que empieza a rebosar confianza y optimismo, en un grito de vida frente al temor de un pasado aún demasiado fresco, como poco después, en declaraciones a Diario LA RIOJA, cuatro de los pacientes que intervinieron en una jornada trufada de mesas de diálogo, talleres y… Esperanza.
Manuel, Naiara, Pablo y Chus, en otra imagen de ayer, miércoles.
Juan Marín
Pablo Gómez Sánchez. 49 años
Paciente de cáncer de riñón.
«Pasé de navegar en la oscuridad, sin saber si iba a llegar al verano, a tirar para arriba. Y aquí estoy»
Sabe que tuvo mucha suerte. Una revisión rutinaria por otro motivo de salud logró un diagnóstico temprano vital. «Hace 3 años fui diagnosticado de cáncer de riñón. Yo soy uno de los casos afortunados porque yo no tenía ningún síntoma y tuve la suerte de que sin hacer cribado me lo detectaron por una casualidad debido a unas pruebas por un problema de espalda. En una revisión me hicieron una ecografía tal que un lunes y un TAC de urgencia el martes porque la ecografía ya pintaba la cosa mal y se detectaron unos bultos o manchas en el riñón, que al final resultó un tumor de 7 centímetros», resume su caso.
Todo fue rápido, se lo detectaron a comienzos de febrero y en junio ya le habían operado. «Todo salió todo muy bien, en una intervención quirúrgica con el robot Da Vinci me extirparon el tumor del riñón, que lo sigo teniendo operativo al 70%, y no necesité ni quimio ni radioterapia y, en principio, aquí estoy, sin síntomas y curado», aclara con un guiño.
«Una frase del urólogo cambió todo, fue oírla y pensar: ‘Joder, este hombre cree que voy a vivir 30 años y está convencido’»
Eso no quiere decir que el mazazo inicial no fuera grande. «Yo vivía en Barcelona con mi mujer y mis dos hijos, entonces tenían 8 y 10 años, y toda la familia la tenía a más de 500 kilómetros, parte aquí en la Rioja y otra parte en Cantabria. Los primeros segundos son de confusión, en los siguientes minutos empiezas a interiorizarlo y a partir de ahí el mundo se te viene abajo, en parte porque en mi caso me faltó mucha información inicial. Fue una semana y media de navegar en la oscuridad, sin saber si iba a llegar al verano o a las navidades. Cuando tuve la primera cita con el oncólogo, me explicó el proceso y me dijo que el pronóstico era muy bueno… todo cambió y fui otra vez para arriba», asegura para demandar una mejora en los protocolos: «Cada palabra de los sanitarios cuenta, cada palabra nos da esperanza pero cada palabra nos puede hundir en la miseria. Por ejemplo, el urólogo que me iba a intervenir me dijo una frase que se me quedó grabada para siempre: me dijo ‘Yo siempre opero con el Da Vinci y te voy a salvar el riñón porque no sabes si dentro de 30 años te va a hacer falta’. Esa única frase nos levantó la esperanza de golpe a toda la familia. Fue oírla y pensar: ‘Joder, este hombre cree que voy a vivir 30 años y está convencido’», destaca.
Sin secuelas ni miedos pasados, Pablo se queda con lo aprendido. «De esto me llevé una lección, que es no pensar en escenarios terribles porque muchas veces no llegan a suceder, pero te van hundiendo poco a poco. Ahora vivo con más realismo la vida, con más sentido, dejo de preocuparme de cosas que no tienen tanto sentido y me ocupo de lo que importa realmente, que son esas cosas que las tenemos delante, en el día a día, como ver una película con mis hijos, dar un paseo, sentir el aire en la cara… Que te pase esto, el cáncer, es una putada, pero cuando sales adelante llevas aprendidas unas lecciones que te van a durar para el resto de tu vida», afirma rotundo.
Chus Acha Martínez. 67 años
Paciente con cáncer de mama
«Después de sufrir un cáncer y de los tratamientos hay mucho por vivir»
Chus Acha ha vencido el cáncer que hizo tambalearse su vida y la de su familia hace más de dos décadas, cuando en diciembre de 2004 le diagnosticaron un tumor de mama. «En julio no tenía nada y cinco meses después, en una mamografía casual que me hice en el camión me lo detectaron. Me operaron unos meses después, me hicieron una tumoroctomía, me dieron radio, que en aquella época tenía que viajar a Pamplona, y me dieron quimio», recordaba en el congreso de la AECC, de la que hoy es voluntaria con el objetivo de «ayudar a las personas están pasando por lo mismo que yo pasé para que vean que después de sufrir un cáncer y de los tratamientos hay mucho por vivir».
A la confirmación del diagnóstico le acompañó su hija pequeña, entonces de 16 años, y eso es lo que peor llevó, que estuvieran mal sus seres queridos. «Yo ya sabía lo que me iban a decir, porque si te dicen que hay que seguir con el estudio… Llamé a la médico y le dije que sabía que me iban a decir que tenía cáncer, porque mi padre había fallecido tres meses antes, y pensé ‘detrás voy a ir yo’. Pero me dijo que por teléfono no me podía decir nada y fui a la consulta con mi hija, nos llevaron a un cuartito muy triste, espero que ahora no sea así, donde solo había unas sillas, una mesa y un paquete de pañuelos y en cuanto lo vi le dije a la médico: ‘No voy a llorar, a mí díme solo cuándo me lo quitas. Volvimos a casa, se lo dije a mi marido y a mis otros hijos y luego añadí: No os preocupéis porque tengo cáncer, pero de esto voy a salir’», prosigue un testimonio cargado de optimismo y vida.
«A mi médico le dije: ‘No voy a llorar, a mí díme solo cuándo me lo quitas’, De esto voy a salir»
Dos décadas antes no existían los avances actuales. «Los tratamientos eran muy duros y cada uno lo lleva de una manera. Yo recuerdo que a mí me daban la quimio y había semanas que no generaba defensas y había que parar. Mis hijas me decían ‘mamá, lo estás pasando muy mal’ y yo les contestaba ‘pues sí, pero yo me encuentro bien’, porque no te podías permitir el lujo de estar mal para que ellos, mis hijos y mi marido, no estuvieran mal», recuerda para volver al presente: «Y aquí estoy, curada y en los últimos 20 años no he tenido nada de nada. De hecho en junio de este año me he hecho una reconstrucción y estoy fenomenal, encantada de la vida», asevera con el brillo intenso de su mirada, para insistir, finalmente, en que «afortunadamente hoy hay muchos más adelantos que entonces y, además, ahí está la asociación y sus psicólogos, y cuando se necesita pues se va. Yo lo sufrí y cuando te pasa es muy importante que estén contigo en todos los ámbitos, que tengas todo lo que necesites», se despide con una sonrisa.
Naiara Peña Ágreda. 45 años
Paciente por un tumor cerebral y cáncer de mama
Aquí estamos de paso. Hay quien no tiene la oportunidad que me está dando a mí la vida y pienso aprovecharla«
Naiara Peña lleva gran parte de su vida en lucha contra el cáncer, pero ni pierde la sonrisa ni en su mente hay espacio para la rendición. «A mí, 15 años atrás, me operaron por un tumor cerebral y hace año y pico, tras dar positivo en unas pruebas de mutación genética, me diagnosticaron un cáncer de mama, en enero de 2024», arranca su relato. No fue fácil. En marzo la operaron, la volvieron a operar en abril y luego en noviembre le tuvieron que hacer una histerectomía por el tema de la mutación genética porque había empezado a tener algún problemilla. «La verdad que es bastante duro todo el proceso y después de lo del tumor cerebral es un poquito como volver a empezar de cero. Miedos, enfados con la vida, desde luego, pero también he tenido la suerte de poder apoyarme en las personas más cercanas, en mi marido, que ha sido un pilar fundamental y lo volvería a elegir en mil vidas, en mis hijos, por supuesto, y en mucha gente que me ha acompañado en todo este proceso», se confiesa.
Ahora esta incorporándose a la vida laboral y tampoco el camino es fácil, se lamenta: «Se fijan unos baremos en los que tienes el alta, te has curado y se supone que ya estás bien, pero no es así, tengo muchas secuelas y me está costando mucho incorporarme a mi puesto de trabajo. Pero bueno, ahí estamos en la lucha», se conjura, para admitir que «llevo más de la mitad de mi vida luchando contra el cáncer, pero yo no me rindo hay que tirar para adelante. Los miedos son los mismos y están ahí, claro, también el enfado por el otra vez a mí, pero desde luego también están ahí las ganas de vivir y de luchar, por mí la primera y por mi familia, con la que quiero seguir estando. Quiero disfrutar tengo hijos y aunque soy joven también soy ya abuela y, de hecho, mi nieto pequeño ha sido para mí una de mis mejores terapias. Es duro, los procesos son malos, no es fácil ni bonito, pero hay que luchar, no hay que rendirse».
«Los miedos son los mismos y están ahí, también el enfado por el otra vez a mí, pero desde luego también las ganas de vivir y de luchar»
Como Pablo, hay lecciones que no ha olvidado: «Esto desde luego te enseña a darle importancia a las cosas que de verdad son importantes. Yo siempre he sido muy optimista, del tumor cerebral yo salí adelante porque fui muy positiva. Hay que vivir porque solo hay una vida y hay que hacerlo de la mejor manera posible. Aquí estamos todos de paso y hay personas que no han tenido la oportunidad que me está dando a mí la vida y desde luego pienso aprovecharla sin mirar atrás ni para coger impulso», se despide convencida.
Manuel Pérez Pardal. 57 años
Paciente de cáncer de vejiga
«Las lágrimas dulces se beben ahora no cuando ya no estás. Hay que vivir, así que ya sabes, carpe diem»
Manuel Pérez Pardal tampoco puede bajar la guardia frente a un enemigo que ha vuelto a visitarle. El primer aviso le llegó hace dos años, a los 55. «Yo santifico esta Seguridad Social que tenemos, pero pego un tirón de orejas a los protocolos de detección. La verdad es que fue un poco complicado, yo tenía mucho sangrado, fui al médico de cabecera y la sospecha era que tenía una piedra en la vejiga; venía a Urgencias me hacían ecografías, me las hice también a nivel particular, y nada. Pero seguía con los sangrados, después muchos dolores también. Me sondaron para hacerme lavados y aún así no había manera. Al final me ingresaron, me hicieron un urotac y se halló un tumor de 14 centímetros. Se hizo una biopsia y resultó un cáncer de vejiga infiltrante», relata su via crucis.
Le operaron con el robot Da Vinci en el hospital de Valdecilla en julio de 2023, le extirparon la vejiga y la próstata. «Mejoré, todo perfecto, pero a veces no hay dos sin tres y el cáncer volvió a aparecer y otra vez estoy en la pelea y empiezo la semana que viene el tratamiento», explica para admitir que «no es fácil, pero bueno el equipo médico del Cibir más la maquinaria y los instrumentos que hay están muy avanzados», añade con ilusión, pese a no olvidar los malos ratos que ha pasado y pasa. «El primer diagnóstico me lo olía porque los dolores fueron muy intensos y algo malo tenía que haber ahí. Pero este segundo no me lo esperaba porque los marcadores no daban mal en las revisiones. Fue un golpe muy fuerte, estuve una semana y pico muy jodido y lloré mucho, pero a partir de ahí llegó un momento en el que fui consciente de que mi salud tiene unos límites y a partir de ahí, pues para arriba».
«Esto no mola, pero lo afronto ya con optimismo y naturalidad. Yo no soy mejor persona ni peor desde la enfermedad»
Aparca cualquier pesimismo para proseguir. «Esto no mola, pero lo afronto ya con optimismo y naturalidad. Yo no soy mejor persona ni peor desde la enfermedad, me río con lo mismo, disfruto con lo mismo, me mosqueo por las mismas tonterías, me ha cambiado físicamente pero no a nivel emocional», defiende, para rematar con el mensaje que quiere dejar como conclusión: «Las lágrimas dulces se beben ahora no cuando no estás y las flores, su aroma, es ahora no cuando se depositan en una lápida. Ahora es el momento, hay que vivir, ya sabes carpe diem».
Enlace de origen : «El cáncer es una putada, pero cuando sales adelante llevas aprendidas unas lecciones que te van a durar para el resto de tu vida»