Educar el carácter, la necesidad olvidada

Pablo Álvarez

Algo pasa con la salud mental de los jóvenes. No es un secreto, porque mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre el deterioro del bienestar emocional de los estudiantes, adolescentes y también universitarios. Y sobre sus consecuencias: un aumento desaforado de las patologías, del uso de antidepresivos y ansiolíticos y, en la última instancia más trágica, también del número de suicidios entre jóvenes.

No es este un problema fácil ni que se vaya a solucionar desde un solo ámbito, pero cada uno debe ir pensando en rearmarse ante esta batalla decisiva, y que vamos perdiendo.

Uno de esos ámbitos es la educación. José Antonio Ibáñez-Martín, catedrático emérito de Filosofía de la Educación, dirige en
UNIR el Máster de Educación del Carácter y Educación Emocional. Un capítulo que cada vez gana más importancia en un entorno educativo en el que no siempre esta es una prioridad. «Hay centros que le prestan más atención que otros», reconoce Ibáñez. «Pero hay que tener en cuenta que no se puede cerrar el círculo con las competencias y los contenidos y olvidarse de lo demás».

«Hay un principio vital que se va imponiendo: la tiranía del deseo»

JOSÉ ANTONIO IBÁÑEZ-MARTÍN

Director de Máster en UNIR

Porque lo cierto es que nos estamos encontrando con generaciones más frágiles que las anteriores. Y aquí es cuando entra la gran pregunta, previa a cualquier actuación: las causas. Ibáñez-Martín centra el tiro en dos «ismos». Por un lado, uno que no es nuevo, el «consumismo desaforado». Es decir, el basar grandes partes de la identidad propia en la posesión de «cosas», entendidas en el sentido más amplio. No solo objetos, sino experiencias y también relaciones sociales casi cosificadas. «Los ‘likes’ son una tomadura de pelo. Lo que uno necesita, sobre todo cuando es joven, es el cariño de la gente que tratas».

LAS CIFRAS

  • 24%
    Porcentaje de adolescentes y jóvenes que presentan problemas psicológicos.

  • 33%
    Uno de cada tres jóvenes cree que nada tiene arreglo, que todo irá a peor.

  • 13,6%
    Aumento del uso de tranquilizantes, sedantes y somníferos entre la población joven.

El otro «ismo» es lo que llama «emotivismo», que ha sucedido al intelectualismo en la educación. Y es peligroso: «Solo importa el bienestar, aunque se lleve por delante el esfuerzo, la búsqueda de un sentido para la vida». Y también peligra otro principio básico en la formación, el reconocimiento de los errores, de la frustración y «el ser capaz de admitir que has aprendido mal».

Porque hay un principio vital que se va imponiendo, argumenta Ibáñez-Martín, y que tiñe ya muchos ámbitos académicos: la tiranía del deseo. «Parece que mis deseos no deban ser puestos en forma alguna en tela de juicio». Eso, en ámbitos académicos, se empieza a convertir en una autocensura cada vez más presente en ámbitos universitarios. «Cosas que antes eran razonables se ven casi como discursos de odio, hay una resistencia tremenda a oír lo que no quieres oír». Y esa es una competencia fundamental en todos los niveles, pero «en la universidad, más». «La universidad debería ser un encuentro de todas las ideas, pero en estos momentos no lo es».

De todo eso se deriva esa fragilidad, explica el catedrático, y una tolerancia a la frustración bajo mínimos.

Bienestar Emocional en la ‘Nueva Revista’ de UNIR

«Estamos manejando un modelo equivocado de la adolescencia que, con la idea de aumentar su bienestar, su autonomía y su libertad, con frecuencia solo consigue aumentar su vulnerabilidad». La frase la escribe el filósofo José Antonio Marina en el último número de ‘Nueva Revista’ (www.nuevarevista.net), la publicación de cultura y pensamiento que fundó en 1990 Antonio Fontán y que edita desde el 2010 UNIR. Su último número dedica un amplio espacio al «bienestar emocional», desde muchos puntos de vista, con parada importante en la situación en adolescentes y jóvenes. José Antonio Marina firma uno de los artículos, en el que alerta de esa «vulnerabilidad» exagerada de los jóvenes y llama a una actuación de todos los agentes sociales. Porque si los jóvenes deben, según indica, ser autónomos, establecer buenas relaciones sociales y buscar una identidad «razonable», todo eso «necesita un buen entrenamiento, que debe ser dirigido». Porque, asegura, «la idea de que la libertad se aprende con más libertad es una ingenuidad rayana en la estupidez».

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