Echas la vista atrás y te parece imposible salir sin dinero

Encierro simulado en La Laurel durante San Mateo. / SONIA TERCERO

UN DÍA DE SAN MATEO CON 1.000€

Diego Marín A.

Echas la vista atrás y te parece imposible salir a la calle sin apenas dinero en la cartera. Cualquier imprevisto hace que necesites un taxi, realizar una llamada de teléfono, comprar un paraguas porque llueve… Estás acostumbrado a llevar dinero, aunque a menudo no lo uses, al final no lo necesitas. Pero ha llegado
San Mateo, te has jubilado y te apetece celebrarlo a lo grande, como nunca. San Mateo solo es una vez al año, aunque como tus hijos trabajan fuera de la ciudad, has tenido que aplazar la celebración al viernes.

A primera hora habéis ido a las vaquillas, no sin antes pasar por la degustación de chocolate, moscatel y bizcocho de la Peña La Unión, y aunque los nietos han dado buena cuenta de todos los bizcochos, tú has hecho lo propio con el moscatel. Lo de las vaquillas no lo entiendes bien, realmente no lo has entendido nunca, se trata de vacilar a un animal que te puede descalabrar de una embestida. Pero tus nietos disfrutan con las cabriolas de los recortadores y tienes que sujetar a los más mayores para que no salten al ruedo en la suelta popular de las vaquillas.

Regresas al centro con la manada para quedar con tus hijos, que ya han regresado del trabajo, y les invitas a un vermú. Sois catorce, pues el pequeño ha traído a su nueva novia, una chica bien parecida, que dice ser diseñadora gráfica, aunque no has acabado de entender para qué empresa trabaja. El aperitivo, entre calamares, vinos, cervezas y refrescos, sale a más de 60 euros, que pagas en efectivo, con billetes limpios, como recién planchados, recién salidos del cajero, y no como los que te devuelven con las vueltas, que parece que los ha pisado y chupado una vaca, como si no hubieran salido de esa calle, de mano en mano, durante toda la semana de fiestas.

Estás acostumbrado a llevar dinero, aunque a menudo no lo uses, al final no lo necesitas

Has reservado en el Tondeluna, que es el Echaurren de Logroño, y es que siempre te has considerado moderno pero te gusta lo tradicional y, además, eres un poco presumido y a día de hoy eres el único de tus amigos que aún no ha comido ahí. Pedís de carta, a lo loco, por su puesto, croquetas como para un ejército, ensaladilla rusa, pimientos asados en casa con anchoas de Santoña, judías verdes y ‘foie’ gras a la plancha… y hamburguesa los niños, entrecot de carne roja con salsa café de París los adultos y merluza confitada a 45 grados con pimientos y crema de arroz los mayores. La cuenta asciende a unos 700 euros, con refrescos, vinos y cafés.

Habéis comido muy bien y los pequeños no han armado demasiada guerra, así que, camino de la feria, una de tus hijas, la funcionaria, invita a toda la comitiva a un helado. A ti siempre te han gustado los cucuruchos con bolas imposibles pero te ves incapaz de mantener el helado firme arriba, como un iceberg, y además estrenas camisa, por lo que te resignas con una tarrina, que es como conformarse con una bicicleta cuando uno aspira a una moto, pero la edad te ha hecho prudente.

En la feria recuerdas que te montabas en los autos de choque por 100 pesetas el viaje y ahora los precios se han disparado. Jugáis a la tómbola mientras los niños se lo pasan en grande en el Scalextric. En realidad, no ha cambiado mucho la feria, solo el lugar y que no hay ponys. Antes se celebraban al final de República Argentina, pasada la vía del tren, y eso ya eran las afueras de Logroño, y ahora hay que ir a donde Cristo perdió las pistolas.

Decidís ir todos al circo, porque tus hijos no van desde que eran niños y tus nietos no han ido nunca. El circo sí ha cambiado, ya no hay leones, monos ni elefantes, solo saltimbanquis, payasos y magos que, esos sí, siempre te han gustado. Cuando salís ya es de noche y te ha entrado sueño, casi te duermes, aunque tus nietos se descojonan imitándote dormido porque creen que hasta has roncado. Así que, tras un carusel de besos, cogéis un taxi y regresáis a casa.

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