Diques para frenar el impacto de otro tsunami como el del covid

Fue un maremoto descomunal, vertiginoso y letal que nadie fue capaz de ver y arrasó con todo en apenas dos semanas. Justo este sábado se han cumplido cinco años de la imagen de casi medio centenar de agentes de los GAR de la Guardia Civil desplegados en Haro, el 8 de marzo de 2020, para entregar las órdenes de aislamiento a los infectados. Pero ya era tarde. A lo largo de aquella jornada las manifestaciones del 8M recorrían la región, Logrostock era un hervidero y Laurel, San Juan o los bares nocturnos estaban a reventar. El 10 de marzo se confirmaron los dos primeros fallecimientos por covid en la región y al día siguiente los centros educativos echaron la persiana, pero el tsunami ya era devastador: a finales de ese mes había 426 ingresados en el Hospital San Pedro, 32 de ellos en la UCI, y la comunidad contabilizaba 110 muertes por el coronavirus SARS-CoV-2. La pesadilla no había hecho sino comenzar y todavía duele un lustro después, un periodo en el que se han construido nuevos diques por si se presenta una nueva embestida, pero que nadie quiere tener que poner a prueba. Compuertas diseñadas para al menos minimizar unos daños que impactaron en todos los sectores, con especial incidencia, al margen de lo económico, en el sistema sanitario, las residencias de mayores y el ámbito educativo, que han tratado de protegerse frente a futuras amenazas.

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