Hacemos demasiadas cosas sin pensarlas, como siguiendo una inercia ancestral que a menudo nos complica la vida. Hora de la cena. Dos adultos y dos … niños se sentarán a la mesa. Tras el preceptivo amago de rifirrafe sobre a quién le tocaba ponerla, arranca el desfile de platos. ¿Cuántas cenas distintas se servirían en su casa? ¿Para todos lo mismo? ¿Dos posibilidades? ¿tres? ¿cuatro?
En muchos hogares, casi sin pensarlo, alcanzan la cifra más alta con cierta asiduidad. «Cometemos un error si convertimos las casas en restaurantes. No lo son», advierte la psicóloga Silvia Álava. «Lo ideal sería hacer una sola comida, siempre y cuando no haya celiaquías o alergias alimentarias, que ahí evidentemente debe ser diferente pero hay una razón que lo explica», señala. En el caso de los peques, que suele ser a quienes más les cuesta, repite como un mantra que «habrá días que les guste más y otros menos, pero tenemos que comer de todo».
Para llegar a ese objetivo, la psicóloga es muy partidaria de «que prueben y no una sino muchas veces.No tienen por qué comer todo lo del plato pero sí tienen que probar todo y varias veces para que su paladar se haga a diferentes texturas y sabores». Álava recuerda que algunos alimentos requieren «probarlos unas cuantas veces para acostumbrarnos y conviene no cerrarnos» si el primer día no nos enloquece. Hay que desterrar el recurso de que haya cinco comidas para elegir ‘a la carta’ porque eso no ayuda.
Vale, misma cena. Anchoas rebozadas. «Las mías mejor con pan rallado». «Yo con harina de garbanzo, que me gusta más». Vamos con esas personalizaciones. «Podemos hacerlas en un momento determinado si no cuesta mucho. Pero también podemos acostumbrarnos a tomar un día el filete a la plancha y otro empanado», propone la experta. Llevar una dieta variada, sana y equilibrada será más sencillo si no hay muchas variaciones que acometer en cada plato. «Y no tenemos que pensar que es normal que no coman algo porque son niños. A veces no les gustará o tendrán que acostumbrarse. No podemos comer solo lo que nos gusta».
Alguna alegría de vez en cuando
¿A qué edad empezamos a ponernos firmes? Pues ya. Si no hay biberones ni papillas en la mesa, toca «ir normalizando». Con una premisa clara: «No hay comidas de niños y de mayores. Desde que los pediatras nos animan a introducirlas –muy temprano, en los primeros meses–, deben ir probando de forma natural», apunta. Y otro apunte: «La cena es mucho más que alimentarse, así que la hacemos todos juntos desde que son pequeños». Importante que sea «siempre sin pantallas» para propiciar un tiempo de calidad. «Eso va también por los mayores, que suelen pedir a los hijos alejarse del móvil pero luego dejan el suyo en la mesa por si les llaman del trabajo», apunta. Es el momento de charlar y contarnos cómo ha ido el día mientras cocinamos.
Otra clave: «No demonizar comidas». Silvia Álava advierte que esas familias donde parece un pecado mortal comer un dulce o una galleta se olvidan de que esas prácticas «son la puerta a un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA)». No hay que volverse extremistas. Una alegría de vez en cuando en la mesa –y en la vida– da más de lo que quita.
¿Y cuando vamos a comer fuera? «Ahí la cosa cambia porque cada uno puede elegir lo que más le apetece, pero hay que desterrar esa idea de comidas ‘de niños’ porque suelen ser, además, especialmente insanas: burguers, nuggets…», repasa la psicóloga. «No hay comidas de mayores ni de pequeños: hay comida», recalca. Hay un menú donde podemos elegir lo que queremos y, en su caso, adaptar la cantidad en edades tempranas. El menú infantil tiene el problema añadido de que algunos niños acaban comiendo siempre lo mismo cuando van fuera.
¿Qué pasa con esos peques que toman solamente unos pocos alimentos? «Urge darles a probar de todo, todas las cosas. Proteínas, verduras e hidratos. No va a ser fácil. Si no lo hemos hecho antes, va a costar hasta que se acostumbren», advierte. Poco a poco. Primero un cachito, luego dos, tres. Conviene trabajar los órdagos. Que al pequeño no le gusta ninguna pizza o que la niña no come ningún bocadillo… igual lo que pasa es que no les gusta el tomate o el queso y podemos introducirlo de otra manera. Hay niños que rechazan los bocadillos porque no les gusta comer junto el pan y el embutido. «Si lo comen separado, perfecto. Eso es cosa suya».
En muchas casas hay costumbre de tomar comida japonesa, china o hindú. «Si la comemos los mayores, a los pequeños hay que dársela para que la prueben. Evidentemente, en aquellos hogares donde no se comen esas variedades, no la tomarán, pero cuando sí la comemos debemos normalizarlo».
Enlace de origen : Cuatro cenas distintas en casa: ¿es mejor comer todos lo mismo o hay que hacer 'a la carta'?