Hay un momento en el que la artesanía deja de ser solo eso para ser, además, arte. Un ejemplo son las almazuelas. Es lo que desea destacar la Fiesta de las Almazuelas Colgadas de Pradillo, que este fin de semana cumple su décimo tercera edición. El evento, que comenzó en 2011 junto al pueblo vecino Villanueva de Cameros y después ha permanecido solo en Pradillo, está considerado Fiesta de Interés Turístico Regional.
La localidad se engalana con la exhibición de almazuelas tendidas en balcones y ventanas, lo que le otorga colorido y vida porque son cientos los visitantes que acuden a contemplar lo que, en origen, fue una confección de necesidad y ahora son piezas artísticas. Una treintena de artesanas de diversas provincias han acudido para mostrar sus creaciones y entre ellas hay un solo hombre, el cántabro Aitor Sarabia. «Como aquí, en Cantabria el trabajo textil está muy arraigado, pero nosotros tenemos más cerca el bordado. Desde pequeño yo siempre he cosido con mi abuela y mi madre, pero hacía mis propios diseños, lo que ha supuesto una lucha con la familia, que querían que hiciera lo tradicional y yo no, yo quería hacerlo más a mi estilo», reconoce Aitor Sarabia.
«Desde pequeño yo siempre he cosido con mi abuela y mi madre»
Aitor Sarabia
Artesano cántabro
En sus creaciones, que son almazuelas con un componente poético, se aprecia más claramente su estilo personal. «Llevo veinte años dedicándome a esto, con un contenido más artístico. Me licencié en Bellas Artes y mi trabajo tiene que ver más con el dibujo y la ilustración, de ahí saco la imaginería de mis creaciones, pero con zurcidos tradicionales. Incluso intento recuperar técnicas, como la del fieltro, pero con diseños contemporáneos», presenta Aitor Sarabia.
El interior del Zaguán de la Fonda de Pradillo.
Juan Marín

De la fiesta de Pradillo ya es importante que mantenga el término castellano, aunque de origen árabe, frente al más popular anglosajón ‘patchwork’. Y es que esta elaboración ha sido siempre un método de reciclaje al reutilizar trozos de tela de prendas rotas o ajadas para reelaborar estos puzles y crear mantas, cubrecamas, manteles, cojines… Así, Marga Barrio, artesana burgalesa afincada en Nájera que ofreció ayer las visitas guiadas al pueblo, destacó cómo en Cameros es típico el fondo negro en las almazuelas porque en todas las familias había un cura y se empleaban las telas de las sotanas o lutos, de la misma manera que, antaño, también fueron habituales los tonos verdes de los uniformes militares, pues la mayoría de los hombres, como mínimo, habían hecho la mili. Este era el caso del precioso Rincón de Pura, situado junto a las ruinas de la ermita de San Juan.
«A mí siempre me ha gustado coser y pintar y esto era pintar con telas»
Fuensanta Grandes
Artesana de Villoslada
Marga Barrio condujo a los visitantes primero al Zaguán de la Fonda, donde existe un particular museo etnográfico con algunas de las almazuelas más antiguas del valle del Iregua. En las explicaciones Barrio describió las diferentes técnicas, como el pieceo, y también los motivos, porque, además de cuadros y hexágonos, hay quien se atreve con escenas figurativas, como un humedal. En realidad, subrayó Barrio, esta fiesta es un homenaje a las mujeres como transmisoras de esta artesanía.
Taller impartido por Fuensanta Grandes.
Juan Marín

«Almazuelas sí o sí»
Fuensanta Grandes, artesana camerana, imparte talleres para dar a conocer cómo se elaboran las almazuelas. Cuando ella aprendió a hacerlas ya era modista y diseñadora. «Me picó la curiosidad y cuando hace 27 años me fui a vivir a Villoslada comprobé cómo las hacían las mujeres de allí, fui a cursos de Lola Barasoain y me metí en el mundillo», recuerda Fuensanta. Barasoain es una referencia constante en las almazuelas de La Rioja por su trabajo de estudio, conservación y transmisión. «A mí siempre me ha gustado coser y pintar y esto era pintar con telas», describe Fuensanta, quien asegura haber tejido más de 700 horas para una obra con más de 12.500 trozos de tela, aunque también es capaz de hacer llaveros en 35 minutos. «Aprender es muy fácil y se está recuperando por ‘hobby’. Durante todo el año viene gente a ver la exposición que tengo a Villoslada», afirma. Eso sí, muchas alumnas solo saben enhebrar una aguja antes de aprender a confeccionar almazuelas.
«Hay telas que tienen cien años y me conmueven, encuentro el alma de quienes han tejido el lino»
Marga Barrio
Artesana de Nájera
Marga Barrio confiesa que no sabía ni coser «pero vi una exposición de Barasoain y fue un flechazo, busqué cómo aprender y me formé». Eso fue hace 25 años, ahora Barrio es una profesional de las almazuelas, artesana y profesora. Empezó reutilizando retales de su casa, luego compró telas y ahora ha vuelto al textil antiguo que, admite, le apasionan. «Hay telas que tienen cien años y me conmueven, encuentro el alma de quienes han tejido y remendado el lino», asegura, y reconoce ser, en ese sentido, trapera. «Para mí es un impulso, aunque me gano la vida con ellas las haría igual si no, no puedo dejar de hacerlas. Mi lema es: «Almazuelas sí o sí»», declara. Tanto es así que ostenta una almazuela tatuada en el antebrazo izquierdo.
Enlace de origen : Cuando la artesanía pasa a ser arte