Alan Ball: humor, budismo y proyectos frustrados, 20 años después del final de ‘A dos metros bajo tierra’

Domingo, 9 de noviembre 2025, 16:03

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‘A dos metros bajo tierra’ es una especie de religión, a la que siguen llegando fieles dos décadas después de que acabase en agosto de 2005. Pasan los años y los Fisher continúan atrayendo adeptos a sus filas, abriendo su funeraria para que muchos espectadores se reconozcan, se acepten y se interpelen como pocas veces ha ocurrido con una serie de televisión. Quienes lo probaron lo saben. Es escuchar la mítica sintonía de Thomas Newman para aquel show que HBO estrenó en 2001 y rememorar secuencias memorables: la de Ruth drogándose involuntariamente, la del encuentro entre Nate y Brenda en el aeropuerto, la del pie en la taquilla de Claire, la del refugio antiaéreo de George… Los recordamos y recordamos también cómo nos marcaron y nos ayudaron a conocernos un poco mejor y a aceptarnos.

20 años después del final sus fieles siguen venerando a Alan Ball, su creador. Lo pudo comprobar en su paso por la 12 edición del festival Serielizados de Barcelona, donde acudió a hablar de su obra y se encontró con un público encantado de presentarle sus respetos. Algunos de ellos le reconocieron que les ayudó a salir del armario, otros le confesaron que gracias a él se reconciliaron con su núcleo familiar, unos le reprocharon el mal trago que les hizo pasar con la muerte del protagonista. Estaban frente a quien a principio de siglo creó a una de las familias televisivas más representativas, a la que unos cuantos seguimos irremediablemente unidos.


La familia Fisher.


RC

¿Sería posible hoy en día hacer ‘A dos metros bajo tierra’? Era la pregunta que merodeaba entre un montón de seriéfilos cuyos gustos y hábitos de consumo han cambiado mucho en este tiempo. Ball tenía una respuesta: «Sería mucho más difícil. El proceso de desarrollo es muy diferente. Yo escribí directamente la serie que quería hacer y la entregué para que me la aprobasen. Hoy en día primero debes presentar una idea, después una sinopsis y más tarde una biblia antes de que la acepten. En ese proceso participan seis o siete personas que van dando indicaciones y cambiando el proyecto. Todo es más complejo». El creador confesó que hasta para él (con varios éxitos a sus espaldas, como ‘American Beauty’ o ‘True Blood’) es complicado lograr que le den luz verde a una obra. De hecho en la actualidad está escribiendo una novela a partir de una serie que le rechazaron. «No me gusta cómo está la industria en Estados Unidos, con todas las empresas comprándose entre ellas. Hay mucho miedo en aceptar proyectos y que fracasen. Ahora hay cientos de series, pero o son remakes, o reboots, o se parecen mucho a otras. Hasta las plataformas piden que se repliquen otros éxitos. Es frustrante», explicó.

El creador -y de paso todo el auditorio que le escuchaba- habló con añoranza del principio de los dosmiles, cuando la televisión dio un salto relevante. «Yo quería hacer una serie en HBO, sentía que ese era mi sitio. ‘Los Soprano’ fue determinante para que nos diésemos cuenta de que se podía ir más allá con las series. Carolyn Strauss, jefa de programación original de HBO en los años 90, quería hacer algo sobre una funeraria. En aquel tiempo yo trabajaba en una producción de la cadena ABC. Por suerte la cancelaron y aproveché para escribir la serie sobre funerarias que a mí me nacía. Le hice caso a mi voz más interna. Al entregarla en la cadena me pidieron que fuera algo más oscura. Yo estaba acostumbrado a trabajar en otros términos, con otras claves, esa libertad me sorprendió», indico Ball, que añadió que ese sistema de trabajo nada invasivo se mantuvo durante los cinco años en que estuvieron en antena. «Nunca había dirigido una serie de televisión. Me lo fui inventando todo sobre la marcha».

Ha pasado el tiempo y Ball sigue riéndose de todo lo que rodea a los rituales cuando alguien fallece. «Esos espacios en los que velamos a nuestros muertos tienen algo de surrealista, con una persona ahí en medio en un ataúd y otros a su alrededor llorándole». La muerte había rondado de cerca al guionista, por lo que el tema en ningún momento le resultaba incómodo. «Cuando era joven se murió mucha gente de mi entorno, pasé mucho tiempo en funerarias, eran espacios que conocía bien. Por eso enseguida tuve claro el tono que me interesaba y que el humor debía estar muy presente. Supongo que yo he usado el humor para lidiar y enfrentarme a las pérdidas, me cuesta escribir sin que esté presente».

Ninguno de los que estaban en la sala reverenciando a Ball necesitaba esa justificación, porque precisamente ese modo en que la serie pasa del drama a la comedia es una de las claves para que haya conectado con tanta gente de un modo tan intenso. Tampoco había que explicar a esa audiencia que ‘A dos metros bajo tierra’ es mucho más que una serie sobre la muerte. El creador apuntó que para él lo más importante era ver cómo los personajes iban a aprendiendo y cómo cada uno de ellos se reconciliaba con la afectividad y lograban expresarla. «Esta es la historia de una familia reprimida», reconoció. No podía continuar la charla sin hablar del gran asunto sobre el que versa este título de HBO, la familia. «Yo quería contar qué era una familia y cómo distinguimos entre la real y la que escogemos. Yo vengo de una que no es muy expresiva, así que me tocó hacer el mismo camino de los Fisher».

Los personajes favoritos

Llegó el turno de hablar de los Fisher. Los favoritos de Alan Ball son los hijos, aunque manifestó su admiración hacia el personaje de Ruth. «No sabe cómo ser más cercana y lo intenta una y otra vez». Al igual que les pasa a los espectadores el guionista iba decantándose por uno u otro de los personajes a medida que avanzaban los capítulos. Alan Ball es uno más de los nuestros. Es consciente de que David es un referente para la comunidad LGTBI, al ser, en el audiovisual, uno de los primeros personajes homosexuales cuyas tramas van más allá de su propia sexualidad. «La televisión ha cambiado mucho a ese respecto. Antes al homosexual se le presentaba como vícitima o villano, ahora importa menos la sexualidad de cada uno y se incide en otros asuntos», mantuvo. Por cierto que reveló que para interpretar a David se manejaron nombres como los de Justin Theroux -que más tarde encarnaría a un novio de Brenda- y Chris Malone. Ninguno de ellos pudo por problemas de agenda y Michael C. Hall encontró la oportunidad de revelarse más allá del teatro. A Nate lo definió como un narcisista de manual, que padecía el síndrome de Peter Pan. «Pero era buena persona, aunque no siempre hacía lo correcto. Me sentí identificado con él muchas veces».

Pero la gran revelación para Ball fue el personaje de Claire. «Hay mucho de mí en ella. Yo también fui el pequeño de los hermanos, con mucha distancia de edad con ellos, por lo que no tuve a nadie con quien compartir mi infancia y adolescencia. Fui aprendiendo solo. Igual que ella fui descubriendo poco a poco mi vocación artística, porque fue la manera que encontré para expresarme. En el final de la serie a Claire le ocurre algo que también me pasó a mí. Al morir mi padre creí que debía quedarme junto a mi madre, pero ella me animó a que me fuese. Claire necesitaba un mundo más grande. El desenlace nos dice que lo que hemos estado viendo durante cinco temporadas es la historia de Claire desde el principio».

Se mentó el final. Han pasado 20 años desde que Claire Fisher puso rumbo a Nueva York para iniciar una nueva vida lejos de su familia y de la funeraria que regentaban. 20 años del final de una serie que, pasan las décadas, y sigue considerándose uno de los mejores de todas las épocas. Pocos han venido después que hayan conseguido desbancarlo. «Se me atribuyen todos los méritos y no es justo, porque trabajé con seis guionistas más y algunas de las ideas fueron suyas. Nos entendíamos muy bien, enseguida encontramos una voz común y nadie se salía de ella. Cuando llegó la quinta temporada sabíamos desde el principio que Nate iba a morir. Cuando decidimos que sucedería dos capítulos antes de acabar nos preguntamos qué haríamos entonces para terminar. Alguien dijo en broma que teníamos que matar a todos los personajes. Nos reímos, pero según lo fui pensando consideré que había estaba la clave, debíamos acompañar a todos al momento de su muerte. Debía acabar así. Fue un capítulo que costó mucho pero es verdad que gustó. Normalmente necesitábamos entre 10 y 12 días para rodar un episodio, pero para este llegamos hasta los 17. Había muchas localizaciones, efectos de maquillaje… Y no contábamos con los medios que hay hoy en día. No había drones, por ejemplo, por lo que para rodar el viaje de Claire por la carretera lo hicimos desde un helicóptero. Recuerdo llorar mientras volaba en el helicóptero. ‘A dos metros bajo tierra’ se había convertido en una familia. Todos trabajábamos muy a gusto y nos quedamos desamparados cuanto finalizó», indicó Ball, que también contó que se escogió entre dos canciones para esos minutos en los que nos despedimos de los Fisher. Y se optó por ‘Breathe me’ de Sia. «Me contaron que antes de la serie estuvo a tiempo de abandonar la música, pero que al ver lo mucho que gustó su tema en el capítulo decidió seguir. No sé si es verdad».

Y todos tarareamos «Breathe me». Porque nos la sabemos de memoria. «Help, I have done it again. I have been here many times before. Hurt myself again today…»

La visita de Alan Ball a Barcelona también sirvió para hablar de Kevin Spacey: «su comportamiento fue imperdonable, no tiene excusa, pero yo soy budista y por tanto comprensivo con todos los seres vivos, incluso con los actores». Más allá de la broma reconoció que le costaba ver ahora «American Beauty». «Las cosas han cambiado mucho, hay cosas que ya no se pueden decir, no son apropiadas, hemos ido aprendiendo».

Una última revelación antes de decir adiós a Ball. Dejó dicho que cuando muera quiere que le incineren. «Aprendí mucho sobre embalsamamientos con la serie y no quiero que me hagan ninguna de esas cosas asquerosas que se hace con los cuerpos», concluyó. Y todos descansamos en paz al escucharle.

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