
No culpa a nadie, pero la vida no se lo puso fácil desde que llegó al mundo hace 29 años, cuando su madre falleció siendo … aún él un bebé.
«A raíz de esa desgracia, mi padre se quedó tocado, bebía, a veces incluso hasta perder la conciencia. Así que la problemática de consumo viene arraigada en lo familiar». Juan normalizó esa dinámica y se inició en el consumo con 13 años. «Desde el primer momento todo fue compulsivo. Mi problema era que en mi casa las cosas se hacían compulsivamente y tuvimos que sobrevivir a esa situación. Todo se hacía así, incluso a la hora de comer comíamos como si tuviésemos que proteger el plato. La primera vez que bebí me tomé una litrona y fue increíble, porque fue la primera vez que me sentí seguro después de mucho tiempo. A medida que iba tomando me notaba como que todas mis inseguridades se iban diluyendo, me convertía en una versión amplificada de mí mismo que no tenía límites. Eso era genial. Era como pasar de vivir una vida en la que todo duele a conocer de repente otro universo en el que las cosas fluyen», relata.
Toda la ira retenida desde su infancia afloraron una violencia feroz y llegaron los problemas legales. «Yo todavía era menor cuando pasé del botellón a alternar en discotecas, entré en contacto con otras drogas de diseño, el mdma, la cocaína… Es increíble sientes una especie de conexión con todo. Pero claro, eso añade una capa de profundidad mucho mayor porque hablamos de sustancias que aumentan la tolerancia y la adicción. Tengo momentos en los cuales lo paso muy mal, pero no soy consciente de lo que me ocurre», explica.
Acabó bajo tutela de la administración, pero siguió en la dinámica autodestructiva. «No dejo de salir de fiesta y para ello tengo incluso que robar porque no tengo límite alguno, consumía speed, mdma, cocaína, alcohol y todo de forma abusiva. Empecé a tener como picos muy grandes, bajones en los que mi cuerpo reaccionaba a la abstinencia de la sustancia y presentaba violencia. Lloraba, lo pasaba muy mal, pero no era consciente. Hubo un mecanismo que me protegió mucho. Un día estaba en la cama y el corazón se me puso a ciento y pico, empezaron los escalofríos, miedo, pánico… Pensaba que me iba a morir. Eran ataques de ansiedad y mi cuerpo empezó a reaccionar rechazando lo que antiguamente podía consumir inconscientemente. Este fue el punto de conciencia y el mecanismo de protección», recuerda.
«Con 13 años me bebí una litrona y fue la primera vez que me sentí seguro en mi . A medida que iba tomando todas mis inseguridades se iban diluyendo»
«Al principio todas las drogas son hermosas porque te presentan esa versión de ti ideal, pero luego te ofrecen la parte oscura y llegas a un punto en el que la destrucción es tal…»
Se dio cuenta de que debía dejar todo eso. «Yo tenía un hermano, lo tengo, que hacía deporte competitivo y me dije ‘quiero ser como él’. En el centro me dijeron, si quieres apuntarte al gimnasio, te vas a tener que ganar las cosas: haz tu cama, haz lo que tienes que hacer con tus estudios. Entré en un grado medio, iba al gimnasio y logré estar en abstinencia hasta después de los 18 años».
Pero al cabo de un tiempo recayó. «El mundo adictivo es muy paciente, la droga te puede esperar porque sigues teniendo esos mecanismos alterados en el cerebro. Empecé a consumir cocaína nuevamente, se convirtió en mi vida en la droga estrella. Eso y adicción al sexo. Al principio todas las drogas son hermosas porque te presentan esa versión de ti que evidentemente es la ideal, pero luego te ofrecen la parte oscura y llegas a un punto en el que la destrucción es tal…», advierte.
Hace dos años llegó a ARAD. «Al principio entré aquí pidiendo ayuda de forma ambulatoria, pero lo traté de hacer yo solo, sin intervención de nadie. Te has defraudado durante tantos años que eso forma parte de tu identidad y tu identidad como adicto es la de que no puedes confiar en tu propio criterio. A mí me costó muchísimo confiar, pero me han apoyado y ayudado, me he implicado y he trabajado. Ahora llevo un año y medio sobrio, no hay ningún consumo de nada, esa fecha me la he tatuado en el brazo para acordarme siempre. Y, aunque soy consciente de que hay una espada de Damocles que me está esperando para clavarse, ahora confío plenamente en mí porque hay una parte de mí que ha renacido y esa parte es muy potente», asegura.
Enlace de origen : «Ahora confío, hay una parte de mí que ha renacido y es muy potente»