
Ese padre (seguramente ya algo mayor) que se va quedando dormido con el mando en la mano. Y que se queda frito del todo antes … de que el resto de la familia se levante en armas porque quiere cambiar de canal. «¡Que no estoy dormido, que sólo he cerrado los ojos un momento!». Un instante… de película y media o de tres capítulos consecutivos de una serie para ser exactos. Esta situación seguro que nos suena a todos. Pues resulta que ese fenómeno de negar que nos hemos dormido –porque realmente creemos que hemos permanecido despiertos, no porque tengamos la desfachatez de mentir sobre algo que los demás ven evidente– tiene una explicación científica.
Los expertos lo llaman sueño paradójico. Hannah Scott, investigadora del sueño de la Universidad de Flinders, realizó un experimento en 2018. Una de las participantes dio signos inequívocos de estar dormida en el electroencefalograma. Las ondas cerebrales que rigen los ciclos del sueño pasaron a una menor frecuencia. Sin embargo, al abrir los ojos pidió disculpas. «No me he podido dormir», lamentó. El neurofisiólogo clínico Manuel de Entrambasaguas explica que «insomnio paradójico es el nombre antiguo que se utilizaba para explicar la supuesta paradoja cuando registramos en el polisomnógrafo que un paciente ha dormido el tiempo suficiente, pero él piensa que no». Es algo que sucede en «muchos pacientes».
El experto, también coordinador del grupo de trabajo de insomnio de la Sociedad Española del Sueño, detalla que el origen está en «la fragmentación del sueño». «Funciona como un interruptor, por decirlo de forma coloquial, y en estos pacientes estaría alternando rápidamente ese encendido-apagado, tac-tac-tac», ilustra. «Cuando estamos dormidos, los centros que facilitan el sueño están activados y cuando estamos despiertos, sucede al revés, pero hay pacientes en que ese interruptor es inestable». Los expertos ven natural que haya despertares «entre picos» y fases del sueño más superficial.
Y los microdespertares son frecuentes. Si lo pensamos un poco, vemos que a todos nos pasa. Hay quien abre el ojo a media noche y aprovecha para ir al baño –existen alternativas para todos los gustos–, padres y madres aligeran su sueño cuando llega el primer bebé e incluso valen de ejemplo esas siestas en que uno permanece en un estado de semivigilia. Detrás de todo esto hay un sentido, una razón evolutiva. «El sueño es un estado de hipervulnerabilidad. Si se desata fuego o aparece un depredador y no hay un mecanismo que nos lleve a la vigilia, creemos que podemos morir», explica el neurofisiólogo.
«Es interesante conocer cuál es el mecanismo que hay detrás de los insomnios. Se llama hiperactivación. El cerebro no acaba de desconectarse de su estado de hipervigilancia por motivos externos –un problema, como la enfermedad de alguien cercano, por ejemplo– y eso nos mantiene en estado de alerta», explica. Así, los registros desvelan que el paciente ha dormido, pero que el cerebro no baja la guardia y se mantiene en alerta.
Recetas
Hay otra sensación extraña que también queda explicada por este estado de duermevela. ¿Nunca has tenido un sueño en el que se remezclaba todo aquello a lo que estabas dando vueltas justo antes de dormir? Pues sí. «Si estamos pensando, rumiando alguna preocupación o has discutido con alguien, esos pensamientos se pueden convertir en el sueño. Ese es el motivo por el que hay personas con insomnio a las que les cuesta darse cuenta que sí han dormido porque el contenido del sueño es el mismo que el pensamiento», aclara. En especial, esto sucede ante «eventos traumáticos». En este punto conviene recordar que nuestro cerebro no diferencia lo que piensa de lo que nos sucede realmente. «Nuestra mente percibe que eso está pasando en tiempo real, con toda la dosis de malestar o dolor que puede causarnos esa situación», añaden los expertos.
Ante todo esto, nos surge la duda. Entonces, ¿nunca sabemos realmente si hemos dormido? «No es así. Lo habitual es que la percepción se corresponda de una forma bastante cercana con los resultados científicos», defiende Manuel de Entrambasaguas.
Quienes sufren el sueño paradójico tienen recetas relativamente sencillas a su alcance. La meditación y la «reestructuración cognitiva» suelen ayudar, coinciden los expertos. Suena complejo pero se resume en cosas tan simples como anotar en una libreta, antes de acostarse, cómo hemos manejado el día y qué tendremos que afrontar mañana. Al dejarlo escrito es más fácil no quedar atrapado en una rueda de rumiar. Y, si aparecen esos pensamientos a la noche, será más fácil soltarlos. Que ‘salten’ durante las horas de descanso es habitual porque no solemos dejarles hueco en esa vida acelerada que llevamos.
Enlace de origen : ¿Dormido yo? ¡Qué va!' Por qué siempre nos parece que estamos despiertos (y no)