La sombra del Santo Oficio cubre Logroño

Sábado, 8 de noviembre 2025, 23:03

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Ocurrió hace exactamente 415 años. Logroño se convirtió en escenario del mayor juicio inquisitorial contra la brujería en España, que culminó con la quema de once personas a orillas del Ebro (seis mujeres y cinco hombres) acusados de pertenecer a una diabólica secta del valle navarro del Baztán, en concreto de Zugarramurdi y Urdax. Seis de ellas fueron quemadas vivas y otras cinco en efigie (con una escultura de madera junto a sus restos mortales).

Logroño, hermanado con Zugarramurdi a cuenta de este vergonzoso capítulo de nuestra historia, lo recrea cada año para extraer de él una lección dignificante que evite que se repitan abusos de poder mínimamente parecidos a aquellos.

Programa del domingo

  • 11.00 y 17.30 h.
    Pasacalles de personajes mitológicos y fantásticos. Salida desde El Espolón.

  • 11.30 h.
    Taller de caligrafía (Espolón).

  • 12.00 y 18.00 h.
    Visita guiada ‘Tras las huellas de la brujería’. Salida desde El Espolón.

  • 12.30 h
    Cuentacuentos ‘En el palacio de cristal’ (Espolón).

  • 13.00 h.
    Yincana ‘El oro del brujo’ (Espolón).

  • 13.30 h.
    ‘Homenaje a las víctimas del proceso inquisitorial de 1610. En el Bosque de la Memoria (Parque del Ebro).

  • 19.00 h.
    Pasacalles y espectáculo final. El baile de los malditos (Espolón).

Lo hace en un tono festivo, escenificando en el parque del Ebro y el casco antiguo de la capital un gran akelarre y el Auto de Fe de 1610, juicio que por aquel entonces quintuplicó la población de la capital (acudieron 30.000 personas a un Logroño que apenas contaba con 6.000 habitantes).

No fueron tantos, aunque sí se contaban por cientos, los logroñeses que este sábado presenciaron la recreación de este juicio inquisitorial en El Espolón, gracias a la iniciativa de la Asociación Histórico-cultural Guardias de Santiago y la colaboración de la Federación de Asociaciones Vecinales de La Rioja y el Ayuntamiento de Logroño.

Hasta allí llegaron los condenados ya entrada la noche y pidiendo a gritos piedad y clemencia. Horas antes se había escenificado en el parque del Ebro el akelarre y el apresamiento de las supuestas brujas, que regresaron al casco antiguo ensogadas y escoltadas por guardias y una amplia comitiva en la que procesionaron desde los inquisidores del caso –Alonso de Salazar, Juan del Valle y Alonso Becerra– hasta los verdugos, además de las autoridades religiosas y civiles, y el pueblo llano. Los restos de sangre dejados a su paso evidenciaban la crueles torturas a las que habían sido sometidas.

El tronar de los tambores y los lamentos y gritos de los condenados anunciaban la llegada de esta Procesión de la Cruz Verde, cuyo dramatismo se vio ligeramente rebajado a su paso por la calle Bretón, donde el distendido ambiente en las terrazas contrastaba con la gravedad de los procesionistas.

Ya en El Espolón, numerosos ciudadanos que en ese momento disfrutaban del Mercado de la Brujería se sumaron a la ceremonia del Auto de Fe, presidida por los tres inquisidores. Y aunque el más joven de ellos, Alonso de Salazar, desconfió sobre la veracidad de las acusaciones de brujería que allí se juzgaban –«temo que no sea al maligno al que demos fin», pronunció–, nada pudo hacer para evitar el sacrificio.

Fue el prior del convento de Valbuena quien leyó la sentencia de los once acusados, todos condenados a la hoguera. Y entre llamas acabaron, un año más, en la recreación de este capítulo de nuestra historia que, lejos de celebrar, nos invita a reflexionar.

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