Es otro de los flecos de una salud mental deshilachada durante décadas, una asignatura pendiente con uno de los colectivos más vulnerables, el de las … mujeres víctimas de la violencia de género y con un problema de adicción. Para visibilizar su drama y demandar un recurso especializado y una atención integral nacieron en 2023 las Comunidades GPS (Generadoras de Saberes, Participativas y Sociales) impulsadas por UNAD, Red de Atención a las Adicciones, con la colaboración de la Universidad de Salamanca. La de La Rioja nació en mayo y mañana es el eje de una jornadas organizadas por ARAD (Asociación Riojana para la Atención a personas con problemas de Drogas) para abordar un reto ante el que José Luis Rabadán, médico y secretario de ARAD y miembro de la junta directiva de UNAD, se confiesa optimista: «El material humano lo tenemos, así que ahora pueden faltar los recursos económicos».
– Tiene aún pocos meses de vida y uno de sus retos es darse a conocer a la sociedad. ¿Qué es la comunidad GPS de La Rioja?
– Efectivamente tiene poco tiempo de recorrido en la Rioja, empezamos en mayo, aunque ya hemos tenido cinco reuniones. Es un programa para que todas las personas que atienden violencia sobre la mujer y las que atendemos adicciones nos conozcamos y nos pongamos de acuerdo para conseguir un objetivo, en principio muy difícil de lograr, que es el de que atendamos en el mismo lugar a esas personas. El sistema actual, y no es una crítica para nadie, es que en los pisos o centros de acogida de víctimas de violencia de género las mujeres que consumen drogas no tienen cabida y nos las envían a los centros de adicciones, donde no tenemos los recursos asistenciales necesarios. Al final es un parche, una atención que se hace en dos sitios diferentes y, aunque estemos coordinados, no podemos llegar al quid de la cuestión. En una mujer maltratada el problema no es la adicción, sino la violencia de género y muchas veces las drogas o el alcohol lo utilizan como refugio. Si no ponemos auténtica solución al problema originario, no conseguimos nada.
– Este viernes, 17 de octubre, se celebra una jornada formativa de ARAD para avanzar en el camino marcado. ¿Qué se ha conseguido ya?
– Bueno, pues lo primero es que va a haber lleno en esa jornada, así que hemos logrado interesar a la sociedad riojana en un problema que realmente sabemos que está ahí y del que cada vez se habla más. Hablar de algo es ponerlo encima de la mesa y buscar soluciones. Yo desde que está funcionando el programa GPS me he dado cuenta de la calidad humana y profesional de las personas que en la Rioja trabajan en esto y también de su sentimiento de impotencia cuando ven que a una mujer no la pueden atender en un recurso residencial y que se tiene que ir a casa con su maltratador. El mal cuerpo que se nos queda a todos es lo que creo que nos va a hacer a todos empujar y buscar una solución. Está claro que el material humano lo tenemos, así que ahora pueden faltar los recursos económicos.
– Es decir, han conseguido visibilizar el problema y empezar a hablar entre ustedes y que haya una coordinación que apenas existía, ¿no? ¿Qué falta por lograr a partir de ahí?
– Eso es, sí. La participación ha sido masiva, el aforo está completo y vienen representantes de todos los ámbitos: de ONGs, de ayuntamiento, de la Comunidad Autónoma, funcionarios, de la Policía Local, Guardia Civil, Policía Nacional… Están todos. Entonces lo que nos falta ahora por conseguir… Bueno uno de los objetivos que nos hemos marcado lo vamos a lograr, que es hacer una guía de recursos actualizada, una guía que es muy importante para los profesionales, que sepan donde derivar estos casos, pero también para la población en general. Pero la guinda a todo esto sería que ese interés público y de las personas que estamos en esto logremos incluirlo en la agenda política. Sin un apoyo institucional es imposible llegar a ningún recurso asistencial común. No sé si lo conseguiremos, pero soy optimista porque cada vez que hablo con autoridades veo que están más convencidos. Se ha avanzado muchísimo en el desarrollo de intervenciones con mujeres víctimas de violencia de género, con medidas de protección sobre todo, pero hay vacíos en la respuesta institucional para este tipo de mujeres porque requieren otra respuesta diferente, una respuesta mucho más integral y más coordinada.
– ¿Cuenta la comunidad GPS con esos apoyos necesarios, el de las administraciones públicas?
– Hombre, antes de ponerlo en marcha me reuní con autoridades de la Comunidad Autónoma, de la Consejería de Salud, del Ayuntamiento… Dieron todas muy buena respuesta y yo les pedí que facilitaran a sus trabajadores permiso para acudir a todas las reuniones y así ha sido. Cada vez se entiende más en la sociedad, otra cosa es que luego los dineros pues no lleguen o haya otras prioridades.
Realidad oculta
– Hablamos de un colectivo extremadamente vulnerable y bajo el yugo del estigma social, ¿no?
– Sí, hay que tener en cuenta que, para empezar, la mujer sin sufrir violencia de género ya tiene más dificultad en el acceso a los tratamientos, porque tiene el doble estigma del consumo y de ser mujer. Pero si encima sufre violencia de género, pues tiene un triple estigma y eso pesa mucho en una persona y les lleva a no pedir ayuda, a no solicitar tratamiento. Los centros que trabajan las adicciones muchas veces no están formados en violencia de género y en perspectiva de género con lo cual ellas se sienten rechazadas. Es un tema muy complejo y nos tenemos que seguir formando todos porque también nos hemos dado cuenta de que muchas mujeres que acompañan a los consumidores de drogas también sufren violencia de género. Yo lo noto en la consulta cuando pregunto ‘Oye, fulano, ¿has consumido?’ Él me dice, ‘No, no’ Y la mujer dice ‘ pero si consumiste ayer’. Con la mirada que les pegan ya no vuelven a abrir la boca. Si eso pasa dentro de mi consulta ¿qué no pasará fuera?. En eso también estamos poniendo nuestra atención y precisamente uno de los temas que se va a tratar es un protocolo que dentro del programa GPS con la Universidad de Salamanca se ha hecho que se llama detección implícita de la violencia de género a través de esas señales de personas que no te lo dicen pero que tú lo detectas porque el lenguaje no verbal es importantísimo.
Sin atención integral
«Si consume no puede ir a un piso de acogida y en el centro de adicción no se aborda el problema real, el maltrato»
José Luis Rabadán
Médico de ARAD
Esperanza
«Sin un apoyo institucional es imposible llegar a ningún recurso asistencial común, pero soy optimista»
Gran vulnerabilidad
«Una víctima de violencia de género tiene un triple estigma, el maltrato, ser mujer y sufrir una adicción»
– ¿Hay una estimación de cuántas mujeres puede haber afectadas en la comunidad?
– No, no es posible saberlo, porque está oculto. En cuanto a la literatura, todas las revisiones que se han hecho dicen que la prevalencia es elevada, pero variable. Es algo que muchas veces no se pregunta, muchas veces se oculta. Algunos estudios hablan de que entre el 40 y el 70% de las mujeres adictas sufren violencia de género, otros dicen que entre el 25 y el 75%. Según los datos del ultimo perfil de UNAD, el 56% de las mujeres consumidoras atendidas habría sufrido violencia por parte de su pareja y el 32% de ellas, agresiones sexuales. Es un dato altísimo. Pero insisto, es algo que se oculta. Nosotros hemos tenido pacientes que por insistencia de mis compañeras han confesado que sufrían violencia de género al cabo de un año de tratamiento por la adicción. Están avergonzadas, tienen hasta sentimiento de culpa porque les hacen creer que se lo merecen porque algo han hecho y eso se retroalimenta y les impide pedir tratamiento porque su mismo entorno no se lo facilita.
– ¿Podríamos trazar un perfil medio?
– Bueno, pues las que vienen a tratamiento tienen a partir de 50 años más o menos. Llegan cuando ya no aguantan más, cuando la cosa se ha roto y deciden contarlo y apoyarse en todas las redes de ayuda que, aunque sean separadas, existen actualmente.
– Cada año desde ARAD se insiste en que habitualmente a las mujeres les cuesta más que a los hombres pedir ayuda frente a una adicción. Entiendo que en este colectivo concreto todavía se retrasa aún mucho más. ¿Es así?
– Sí, sí, todavía más, hablamos de 10, 12, 15 años e incluso más. Eso provoca que cuando llegan los daños sean mucho más graves, tanto físicos, como alteraciones psicológicas y psiquiátricas,con lo que coincide además del trastorno por uso de sustancias un trastorno mental.
– ¿Hay un porcentaje muy alto de víctimas de la violencia que al final buscan refugio en una adicción?
– Sí y es además entendible humanamente. Si una mujer en su padecimiento ve que el alcohol le alivia momentáneamente es humano que lo consuma. Lo que pasa es que eso no le soluciona ningún problema, sino que se lo aumenta porque una vez que ha pasado el efecto del alcohol ella continúa dándose cuenta de su problema y además se da cuenta de que tiene otro problema, que es que está adquiriendo una adicción, además una adicción de las más peligrosas, la utilitaria, estoy utilizando las drogas para algo. Cuando hablamos de consumos por diversión pues está mal, pero si es para superar un padecimiento psicológico o físico que estás sufriendo pues entonces es mucho más complejo.
– Sí, como decía, una mujer con adicción no puede ir a un piso de acogida y es asistida de la adicción en un recurso que no puede abordar correctamente su verdadero problema, el del maltrato, se lo pregunto directamente: ¿Están siendo mal atendidas estas mujeres desde años?
– Yo no me atrevería a decir que mal atendidas. El tema está en que la sociedad está avanzando mucho en derechos sociales y cada vez nos damos cuenta de cosas que antes se pasaban por alto. Igual que ahora las personas mayores están recibiendo mucha mejor atención que hace unas décadas, en este caso pasa lo mismo. Aunque sea muy costoso estamos en un estado de bienestar que hay que luchar por mantenerlo y por eso creo que ninguna administración se va a negar a esto. Luego claro, vuelvo a repetir, nos encontramos con el problema económico, aunque yo creo que este tipo de recursos no deben suponer un gran gasto. De hecho, se podría hacer aprovechando algún recurso ya existente para incluir esto o conveniar con otra comunidad autónoma, porque estamos hablando de La Rioja, una región pequeña donde no va a haber un montón de casos, aunque los hay, claro.
– Entiendo entonces que según los expertos y todas las asociaciones implicadas en esto, lo único posible para que la atención sea correcta es crear un recurso que facilite una atención integral a esta mujer de ambos problemas. ¿Es la solución?
– Eso es, en todos los aspectos. En el aspecto biopsicosocial, en el médico, en el psicológico y en el social.
– ¿Y lo ve factible? ¿A corto, a medio, a largo plazo?
– Hombre, pues yo quiero ser quiero ser optimista y quiero pensar que podamos lograr sumar a más gente al grupo GPS, que tiene una duración de un año pero también autonomía para seguir profundizando y bebiendo de buenas prácticas, porque tampoco hay que inventar nada, sino ver lo que se está haciendo por ahí bien. Por lo demás, hay que tener en cuenta que cuando una mujer con problema de adicción inicia el proceso de salida de su relación violenta, ese es el punto crítico y ahí requiere de una intervención que sea capaz de reconocer las particularidades de estas mujeres, acompañarlas en sus decisiones de forma coherente y movilizar los recursos interconectados para una respuesta segura y oportuna. La mejora de la atención a las mujeres en situaciones de alta vulnerabilidad no se logra exclusivamente con cambios normativos o nuevas herramientas técnicas, sino con procesos de implicación profesional sostenida, acompañamiento institucional y desarrollo de estructuras colectivas que favorezcan el compromiso compartido por toda la sociedad. Esos son los tres pilares básicos para mí para conseguirlo. Y repito, soy optimista, sí.
Enlace de origen : «Hay mujeres que confiesan ser víctimas de violencia de género tras más de un año de tratamiento por adicción»