Hay éxitos que los carga el diablo. Y el de ‘La casa de papel’ tiene pinta de terminar siendo uno de esos. La serie creada por Álex Pina obtuvo una repercusión sin precedentes tras colarse en el catálogo de Netflix. Después de dos temporadas en Antena 3, donde había acabado su recorrido con índices de audiencia discretos, consiguió una nueva vida en la popular plataforma y logró, no solo récords de consumo en todo el mundo, sino convertirse en todo un fenómeno más allá de la pantalla. La ficción tuvo finalmente cinco temporadas y se alzó con el Emmy Internacional a la mejor serie dramática en la edición 46 de estos premios. La canción «Bella ciao» -famoso tema italiano adoptado como un himno de la Resistencia italiana contra las fuerzas alemanas nazis- adquirió nuevas dimensiones después de que los protagonistas de la serie lo entonaran en varias ocasiones. Los monos de trabajo rojos y las caretas de Salvador Dalí con los que los integrantes de la banda cometían los atracos empezaron a usarse en manifestaciones en todo el mundo y se convirtieron en un símbolo de protesta global. Existen escasos precedentes de semejante notoriedad para una serie española.
Estos antecedentes hacían presagiar que cualquier propuesta posterior de sus creadores -Álex Pina y el equipo de Vancouver Media- generaría un interés similar. Y en cierto modo así ha sido. Otra cosa es que el resultado haya colmado las expectativas que la audiencia había depositado sobre ellas. La primera serie post ‘La casa de papel’ fue ‘White Lines’, sobre la investigación de la muerte de un DJ británico en Almería. Debutó en Netflix con muy buenos datos -siempre según la plataforma-, colocándose en el top de las ficciones más vistas durante varias semanas en distintos países además de España. Sin embargo no hubo segunda temporada, aunque el arco narrativo con el que había sido concebida sí lo permitía. Las críticas más generosas la calificaron de irregular. Mejor suerte corrió ‘Sky Rojo’, sobre la huida de tres prostitutas tras dar por muerto al proxeneta para el que trabajan. No despertó el entusiasmo entre muchos críticos, pero Netflix dio cuenta de muy buena recepción por parte de sus suscriptores, motivo por el que, esta sí, fue renovada y ha alcanzado hasta tres partes. Caso aparte es el de ‘Berlín’, ‘spin-off’ de ‘La casa de papel’, que se centraba en uno de sus personajes principales antes del famoso robo. Repetía los esquemas de su antecesora y recogió sus frutos: entró en el ranking histórico de Netflix y firmó una nueva tanda de capítulos casi sin estrenarse. El rodaje de estos episodios terminó hace unas semanas.
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¿Qué ha pasado entonces con ‘El refugio atómico’, el que se auguraba como el nuevo éxito de la factoría Vancouver? Pues que la recepción de público y crítica ha sido comedida y a día de hoy no hay noticias sobre su posible continuación. Los datos de visionados proporcionados por Netflix no son malos. Aunque el arranque -en la semana del 19 de septiembre- fue flojo respecto a las previsiones establecidas la cosa se enmendó en las semanas posteriores y la producción escaló hasta el número 1. Pero durante el camino no han dejado de aparecer críticas profesionales y de usuarios que no colocan en buen lugar el último trabajo de Álex Pina. Casi todas coinciden en que se ha tratado de calcar el esquema de ‘La casa de papel’ con escasa fortuna.
Parecidos con ‘La casa de papel’
En esta misma web Borja Crespo resumía la situación así: «’El refugio atómico’ juega con las cartas marcadas, con estratagemas que han tenido un recorrido efectivo en otras series precedentes, pero el tren no logra coger la misma velocidad». En esa misma línea se manifestaba Diego Batlle en ‘Otros cines’: «cada una de las subtramas no hacen más que volver a fórmulas ya demasiado remanidas, apelar a clichés y lugares comunes sin el menor atisbo de delicadeza». Álvaro Onieva llevaba esta idea al titular de su crónica en Fotogramas: «No es que ‘El refugio atómico’ se parezca a ‘La casa de papel’, es que son la misma serie (pero con algo menos de carisma)».
¿Realmente se asemejan tanto una y otra? Desde luego el punto de inicio y la puesta en escena se parecen bastante. Ambas se desarrollan en espacios cerrados con los protagonistas sin poder salir de ahí. Y en las dos los personajes principales visten con uniformes, antes eran rojos y ahora azules o naranjas según el estatus. Y estos se relacionan con dinámicas similares, con un líder que marca los pasos y que ha sido quien ha reclutado al resto. A partir de ahí la temporada se traza con buenas dosis de acción, romances y giros de guion. Esta sensación de calco, de esto «ya lo he visto», ha podido pesar en la decepción generalizada con la nueva apuesta de Netflix. Pero existen otras causas, que en varias reseñas se han apuntado.
Carlos Santos y Natalia Verbeke.
RC

No hay historia que se sostenga si los personajes no funcionan. Y esa sí que era la gran baza de ‘La casa de papel’. Aunque cayesen en clichés los personajes estaban bien dibujados, resultaban carismáticos y conseguían que el espectador empatizase con ellos. De hecho se ha estrenado un ‘spin-off’ sobre uno de ellos, pero perfectamente se podría haber apostado por otros como Tokio, Río o Nairobi. A esto se suma una cuestión de identificación con el público, que en la serie original se lograba (los ladrones eran ladrones pero luchaban contra el sistema y eso los humanizaba) pero que en la nueva cuesta más (los ricos no caen bien). En esta línea hemos leído algunos reproches. Natalia Marcos lo describía así en El País: «un culebrón excesivo y un tanto desquiciado lleno de personajes a los que abofetearías para que espabilen y otros a los que desearías matar». Diego Lerer en ‘Micropsia’ aporta esta definición: «una serie de personajes que no son particularmente ricos ni complejos, sino más bien estereotipos». Mucho más duro es Santiago García en ‘Leer cine’: «los actores, algunos incluso buenos, no tienen nada para hacer, quedan atrapados con los personajes que protagonizan la serie». En ‘Esquire’ Rafael Sánchez Casademont lo resume del siguiente modo: «Hablamos de intérpretes encarnado a personajes con nombres ridículos y deslocalizados con miradas intensas mientras sueltan complejas y pretenciosas diatribas en voz en off.
A todo lo señalado habría que añadir la falta de verosimilitud en el relato. Esto no debería ser un problema si las tramas están bien sembradas, si se mantiene la coherencia y no se traicionan algunas decisiones narrativas a la mínima de cambio, algo que no sucede en la serie de Netflix. En Vanitatis Jose Madrid incide en esa idea: «’El refugio atómico’ ofrece cliffhangers y giros de guion a placer, provocando que el espectador no se crea absolutamente nada de lo que está viendo en pantalla». Algo en lo que también reparó Borja Crespo en su reseña para Pantallas: «Los conflictos expuestos, los problemas afectivos, atienden a un listado de obviedades que, a estas alturas como seriéfilos curtidos, no resultan contundentes (ni suficientes)».
Hacía tiempo que una ficción de este calado no lograba tal unanimidad para mal. Pero esta no es una ficción cualquiera, ya que ‘Ekl refugio atómico ‘ estaba anunciada como la sucesora de uno de los bombazos televisivos más grandes de los últimos años, una etiqueta que posiblemente le haya pesado mucho.
Enlace de origen : La sucesora de 'La casa de papel' no convence: todos los problemas de 'El refugio atómico'