
La escritora madrileña Mireya Hernández mereció en marzo de 2024 el XXX Premio Bodegas Olarra & Café Bretón por ‘Vidas cruzadas’, un incipiente proyecto literario en … el que planteaba una cartografía de los últimos 150 años de occidente a partir de algunos de sus personajes más emblemáticos. Aquella idea primigenia, sin embargo, tomó nuevos rumbos durante su proceso de creación. La obra final, editada por Pepitas, se presentó el sábado en el Café Bretón de la capital riojana, donde su autora nos habló de este viraje creativo.
– Aquel título provisional de ‘Vidas cruzadas’ (alusivo a la película de Robert Altman) finalmente se ha concretado en ‘Veo el mundo como una gran sinfonía’. ¿En qué ha quedado finalmente su proyecto?
– Me cuesta definirlo porque se ha convertido en otra cosa, pero a la vez es esa misma cosa; es como que se ha ramificado mucho y ha crecido en todas las direcciones. Cuando me puse a escribir tenía muy claro que me iba a ceñir a personajes célebres encontrándose en algún momento de la historia y a contextualizarlos. Pero a medida que escribía me cuestionaba ¿por qué solo personajes célebres o solo personas? ¿Por qué no un barco chocando con un iceberg (el Titanic); el encuentro de alguien con su reflejo en un espejo, o un encuentro con el más allá, con alguien que ya no está? Me empezó a atraer la idea de contar todo tipo de encuentros y de la realidad que no se percibe con los sentidos. Más que una mera crónica, se fue convirtiendo en un libro más ensayístico, en una sinfonía donde todas esas historias suenan a la vez, pero no de un modo armónico.
La escritura
«Nunca sé por dónde me va a llevar el proceso creativo; me gusta dejarme llevar por la intuición»
Los protagonistas
«Hay personajes a los que admiro y tenían que estar, como Emily Dickinson o Gómez de la Serna»
– Por tratarse de un premio-beca, primero fue el premio y después la creación de la obra como tal. ¿Cómo condiciona este formato? ¿Se escribe con más responsabilidad sabiéndose ganadora?
– Sí, y con mucha más presión. En mi caso, nunca sé por dónde me va a llevar el proceso creativo. Parto de una idea, pero cuando te pones a escribir sale por cualquier lado y, además, a mí me gusta dejarme llevar por la intuición.
– Por su obra desfilan decenas de personajes y personas (desde científicos, artistas y políticos a líderes espirituales o activistas) en infinidad de acontecimientos o situaciones. ¿En qué ha basado su selección?
– Empecé escribiendo en pequeños papeles todas las parejas que quería poner a hablar en el libro y los metí en una caja. Como eran más de cincuenta y no me daba tiempo a incluirlos todos, decidí ir sacando papeles y dejar que el azar decidiera. Pero como luego se abrió paso esa idea de que fueran también encuentros entre cosas, la caja no acababa de vaciarse nunca; eran como las dos ideas pugnando por vencer.
– Pero sabía que ciertos personajes iban a estar en el libro sí o sí. ¿De qué ha dependido su elección?
– Bien por admiración o porque tienen una trayectoria vital o una obra que me asombra. Por ejemplo, de Emily Dickinson quería hablar porque me parece una de las poetas más grandes que ha habido, por lo menos del siglo XIX y aparte del XX. También de Ramón Gómez de la Serna, al que admiro profundamente en todos los sentidos, o de Pessoa o del anarquista Mateo Morral, cuyo atentado con bomba contra Alfonso XIII me parece un ‘historión’.
– Su escritura directa, ágil, muy visual y con infinidad de referencias delata su faceta de periodista.
– No lo sé, es posible. Tengo el periodismo bastante metido en las venas, porque en mi familia hay varios periodistas [su padre y su hermana] y me he dedicado unos años al periodismo cultural. Entiendo que se note, por ejemplo en el contar las cosas sin mucha ínfula, como yendo al grano, a lo que importa.
– En su libro reúne más de sesenta historias, organizadas conforme a los cuatro movimientos de una sinfonía. ¿Cómo le suena el conjunto su obra?
– Pues totalmente discordante y desafinada. Esto solo le valdría a un dadaísta o a un artista Fluxus, pero a mí me gusta. Creo que el mundo es un poco así, sobre todo desde la segunda Revolución Industrial hasta hoy. Y lo estamos viviendo ahora, con esa falta de certezas, ese no hacer pie; es decir, de pronto estamos frente al abismo. La duda está muy presente y yo no paro de hacerme preguntas. El siglo XX empieza con eso, con Einstein y la relatividad, con Ortega y Gasset hablando del perspectivismo y anacronismo de la historia, con Heisenberg hablando del principio de incertidumbre… Estamos en arenas movedizas desde hace más de un siglo y ojalá este libro retrate un poco eso.
– Sitúese como espectadora de este enorme fresco que ha pintado sobre el occidente contemporáneo. ¿Hacia dónde diría que vamos?
– No me quiero poner catastrofista, pero veo que hay una parte muy ligada al ser humano, que es la parte espiritual o de valores, que está diluyéndose. Vamos hacia algo mucho más tecnológica, hacia una vida totalmente acelerada hasta un punto que ya no eres capaz de retener información ni de concentrarte. Entre eso y el panorama político que tenemos, que da bastante miedo, veo este momento no sé si como un ‘crack’ o un parón, pero lo veo turbio. Me parece difícil volver a una vida como la de antes. Es como si hubiéramos cogido una nave espacial y nos hubiéramos ido lejísimos. Y no sé hacia donde vamos, pero el futuro lo veo un poco crudo.
Enlace de origen : «Vivimos en arenas movedizas desde hace más de un siglo y ojalá esta obra lo retrate»