La Academia noruega ha anunciado este jueves en Estocolmo que el Premio Nobel de la Paz 2025 es para la opositora venezolana María Corina Machado. … El comité la ha elegido por «por su incansable trabajo promoviendo los derechos democráticos para el pueblo de Venezuela y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia». Según el comunicado, leído por el presidente del comité, Jorgen Watne Frydnes, Machado, que lleva casi un año en la clandestinidad por la represión del régimen de Nicolás Maduro, «ha inspirado a millones de personas», «ha conseguido unir a la oposición» y «se ha mantenido firme frente a la militarización del país».
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The Norwegian Nobel Committee has decided to award the 2025 #NobelPeacePrize to Maria Corina Machado for her tireless work promoting democratic rights for the people of Venezuela and for her struggle to achieve a just and peaceful transition from dictatorship to… pic.twitter.com/Zgth8KNJk9— The Nobel Prize (@NobelPrize) October 10, 2025
«Como líder del movimiento democrático en Venezuela, María Corina Machado es uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en América Latina en los últimos tiempos», ha leído Frydnes, que ha calificado a la nueva Nobel de la Paz de «figura clave y unificadora en una oposición política que alguna vez estuvo profundamente dividida, una oposición que encontró un terreno común en la demanda de elecciones libres y un gobierno representativo».
Tras muchos años sin que nadie le plantara cara con ciertas garantías, Maduro se encontró con una adversaria de empaque de cara a las elecciones presidenciales celebradas en 2024. Machado, de 58 años, fue la opositora con más opciones de echar abajo el régimen autocrático venezolano. Y quizás lo hubiera logrado de no ser porque se la inhabilitó tras arrasar en las primarias. Calificada por el expresidente Hugo Chávez como «burguesita de fina estampa», ella se declara liberal y de derechas. Sin embargo, en un país marcadamente machista, nadie la considera una figura conservadora. Es directa, y su objetivo es acabar con el autoritarismo de Nicolás Maduro, para lo que no ha dudado en llegar a pedir la mediación de fuerzas extranjeras como única forma de derribar al régimen. apartada de la carrera presidencial, apoyó la candidatura del diplomático Edmundo González Urrutia, exiliado en España. El año pasado el Parlamento Europeo les concedió el premio Sajarov, un galardón a la libertad de conciencia.
Frydnes ha dicho, además, que María Corina Machado, de 58 años, cumple con los valores establecidos en su testamento por Alfred Nobel. En su voluntad estaba entregar el galardón «a la persona que más o mejor haya contribuido a fomentar la hermandad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos permanentes, y el establecimiento y la promoción de congresos de paz».
No estaba en las quinielas
La opositora era una de las 338 personas y organizaciones candidatas al premio que en 2024 fue para el grupo Nihon Hidankyo de sobrevivientes del ataque con bomba atómica en Japón por sus esfuerzos contra las armas nucleares. En una edición en la que las aspiraciones de Donald Trump han eclipsado los meses previos, el nombre de María Corina no era uno de los que más sonaba en los corrillos. Antes que el suyo sonaban organizaciones como las Salas de Respuesta de Emergencia de Sudán, una red de voluntarios que arriesgan sus vidas para ayudar a gente ante la guerra y el hambre, o la agencia de apoyo a los refugiados palestinos UNRWA, y nombres como el de Yulia Navalnaia, viuda del crítico del Kremlin Alexei Navalni, o el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Pocas ediciones del Premio Nobel de la Paz han acaparado tantas miradas, y eso que año tras año levanta no poca expectación. La de 2025 ha quedado marcada por la figura del presidente de Estados Unidos, que ha pasado los días previos promocionando su candidatura. Su intervención en la firma de la primera parte del acuerdo de paz parecía que incluso llegaba en el momento justo. Y no hay duda de que se trata de un triunfo diplomático, pero sí las hay sobre la duración y fiabilidad del plan.
El magnate republicano ansía el galardón que se ha llevado María Corina Machado. Dada su obsesión con el Nobel, cabe esperar que el de hoy no hay sido su mejor día, pero también es cierto que se lo ha llevado la principal opositora de uno de los ‘archienemigos’ de Trump, Nicolás Maduro. Hace una semana, el presidente de EE UU puso fin a la vía diplimática con Caracas al ordenar a su enviado especial Richard Grenell, que detuviese cualquier contacto con el régimen venezolano, al que acusa de no luchar contra el narcotráfico y facilitar la llegada de droga a norteamérica. El despliegue naval ordenado por Washington en el sur de Caribe, con sucesivos ataques a presuntas narcolanchas prodecentes de Venezuela da buena cuenta de la tensión que se vive entre ambos países.
El presunto pacificador
Sea como fuere, el magnate se han quedado sin la medalla de la paz. Muchos apuntan a que su obsesión con ella nació en 2009, cuando la academia noruega se lo concedió a Barack Obama en una polémica decisión. Antes, en 2002, otro demócrata se hizo con la distinción: Jimmy Carter. «No creo que nadie en la historia haya resuelto tantas (guerras), pero quizá encuentren una excusa para no dármelo», declaró la semana pasada jueves. En un alarde de humildad, Donald Trump se adjudica la resolución de siete conflictos, además del genocidio de Gaza.
¿Es así? En realidad, no. En agosto auspició en la Casa Blanca un acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán, enfrentados desde hace más de 30 años por el enclave de Nagorno-Karabaj. Si obviamos que la pronunciación de los nombres de ambos países dio para un sin fin de vergonzantes memes, la realidad es que lo único que se pactó fue la creación de un corredor de tránsito llamado ‘Ruta de Trump para la Paz’, que conecta Azerbaiyán con su enclave de Najicheván por Armenia. Un paso para cuyo desarrollo Estados Unidos se ha reservado derechos exclusivos.
En su lista también figura la resolución del salvaje conflicto entre República Democrática del Congo y Ruanda. En junio impulsó el pacto que incluía un alto el fuego inmediato, pero la realidad es que se siguen matando, según corroboran la ONU y Human Rights Watch. El acuerdo tiene, eso sí, una parte económica muy favorable para Estados Unidos: tienen preferencia en la extracción de minerales estratégicos de la región. En cuanto a India y Pakistán, en mayo se comprometieron a dejar de lado su histórico enfrentamiento por Cachemira. India desmintió que hubiera alto el fuego alguno, pero Pakistán alabó la gestión del presidente estadounidense y pidió el Nobel para él.
Contabiliza también la supuesta resolución del enfrentamiento entre Israel e Irán, en la que la administración norteamericana tomó partido por Tel Aviv y solo se ha alcanzado el cese temporal de unos ataques que se remontan a 1979. Entre Camboya y Tailandia se firmó un alto el fuego bajo el condicionante de que de no hacerlo EE UU impondría unos aranceles desorbitados. Ambos se acusan de romper continuamente la supuesta tregua.
Luego están los casos de Egipto-Etiopía y de Serbia-Kosovo. En realidad en ninguno de los dos casos hay conflicto armado y a lo sumo existen desencuentros puntuales. En el primer caso existen tensiones por la construcción de la Gran Presa del Renacimiento etíope, considerada tanto por el gobierno de El Cario como el de Sudán una amenaza a su seguridad hídrica. El republicano se autoimpone la medalla de haber evitado una guerra ya en su primer mandato, algo sin confirmar. Entre Serbia y Kosovo por su parte, la guerra cesó en 1999, cuando Trump no estaba ni en la carrera por la Casa Blanca. Persiste un conflicto diplomático dado que Serbia no reconoce la independencia de Kosovo, declarada unilateralmente en 2008.
Dando voz a los expertos, muchos consideran exagerada la autoproclamación de Trump como «pacificador», y expresan preocupación por las consecuencias de sus políticas de «Estados Unidos primero». «Más allá de intentar negociar la paz para Gaza, hemos visto políticas que en realidad van en contra de las intenciones y de lo que está escrito en el testamento de (Alfred) Nobel, especialmente para promover la cooperación internacional, la fraternidad de las naciones y el desarme», ha precisado Nina Graeger, directora del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO). Otros apuntan a que quizás no sea el momento de concedérselo y que el año que viene puede tener más posibilidades.
Decisiones polémicas y defensores
Y es que el actual inquilino del Despacho Oval ha retirado a su país de entidades internacionales y tratados multilaterales, lanzado guerras comerciales contra aliados y rivales, amenazado con tomar Groenlandia, desplegado a la Guardia Nacional en ciudades de su país, atacado la libertad académica de las universidades así como la libertad de expresión con sus demandas contra algunos medios. Por no hablar de su obcecación con minorías, como la comunidad LGTBIQ+, sus políticas contra los migrantes, sus obsesión con el feminismo o con el aborto. Eso a lo que su esfera llama ‘woke’.
De lado de los que creen que su nombre y el del Nobel deben ir de la mano están Benjamín Netanyahu o Javier Milei. El primer ministro israelí publicaba este mismo jueves un montaje fotográfico en el que entregaba el prestigioso galardón al republicano. «¡Denle a Donald Trump el Premio Nobel de la Paz! ¡Se lo merece!», escribía en su red social. El argentino, por su parte ha señalado que «cualquier otro dirigente con semejantes logros ya lo hubiera recibido hace mucho tiempo». Y el presidente taiwanés, Lai Ching-te, ha considerado que «sin duda» deberían concedérselo si convence a China de «abandonar toda agresión militar» contra su país. Quizás el año que viene.
Enlace de origen : La opositora venezolana María Corina Machado gana el Nobel de la Paz que quería Trump