
Es que los ecologistas no dejan que se limpie el monte», me decía hace unos días una persona muy querida. No me sorprendió, porque no … paro de oír esa especie de diagnóstico alucinado durante las dos semanas que se lleva quemando la España Vacía. Uno se imagina a una muchedumbre de gente deseosa de entrar en enero en los montes con el cortacésped para dejarlos como un green de Moncalvillo, pero frenada en el último momento por unos desalmados de coleta y sandalias. Qué cosa, los ecologistas. Que ganas de joder.
En realidad, los que así simplifican siguen el punto primero del manual de la clase política en caso de catástrofe: no busques soluciones, busca culpables. Vale un presidente autónomo de vacaciones, por ejemplo. Ya está todo solucionado, simplifiquemos un problema complejo con el recurso simple del dedo que apunta.
Aquí, igual. El ecologista urbanita con perrito que no sabe nada de monte es una caricatura inapreciable para ponerle cara y poder insultar a un fenómeno que no nos gusta, y que va más allá de los propios incendios: la cruda realidad de que el mundo nos está empezando a pegar fuerte por culpa, básicamente, nuestra.
Así, cuando un agricultor se queja de la burocracia y las cortapisas para hacer cosas, lo que echa de menos es un mundo idealizado en el que se podía hacer lo que uno quería. Cuando un ganadero echa la culpa al lobo de la caída de la ganadería extensiva, prefiere no pensar en que el sistema de producción industrial de carne les ha pasado por encima y los ha dejado convertidos en reliquias. Matemos a todos los lobos, que los ganaderos seguirán cayendo. Cuando un comerciante elige echar la culpa al carril bici de que vende menos, olvida que la competencia que le está matando llega en furgoneta, azul y con la sonrisa de Amazon pintada. Que me vende lo mismo, me lo trae mañana a casa y me cobra menos. Y aparca genial en doble fila.
Olvidamos, en fin, que lo que está cambiando es el mundo. Podemos votar a los que nos dicen que el cambio climático es un camelo, pero ese tal cambio seguirá a su bola, lanzándonos encima danas y semanas enteras por encima de 40 grados que crean incendios inextinguibles, que se comen la carga de un hidroavión como un escupitajo y a los que los retenes no pueden ni acercarse.
Yo me leería lo que dicen los expertos en la cosa climática, porque hasta ahora la van clavando. Yno demonizaría a los ecologistas: son pocos, les hacen el caso justo. Y lo peor: tienen razón.
Sábado
Carril
Dos años perfectos
Dos años justos han pasado desde que el Ayuntamiento de Logroño se cargó el carril bici de avenida de Portugal. Es una fecha para recordar, sin duda. Dos años felices, en los que esa simple actuación ha conseguido un mundo. Ya se sabe, a veces un pequeño gesto, el efecto mariposa, esas cosas.
Desde que aquellos esforzados operarios procedieron a machacar esos doscientos metros de carril, en Logroño se circula muchísimo mejor. Ya no hay aquellos dantescos atascos, ni los problemas de aparcamiento tan terribles que todos denunciaban durante los meses anteriores. Si bien es cierto que no ha habido muertos en las rotondas holandesas o como se llamen, seguramente será cuestión de tiempo. Ya tarda el Consistorio en borrar los engendros.
En fin, que brindo por la efeméride. Nos ha costado un dinero, y de la conexión continua ciclista este-oeste nunca más se supo. Sacrificios pequeños, ante tan gran beneficio.
Viernes
Villa
La vida de un perrico
El jueves una señora nos escribió al whatsapp del periódico. Llevaba varios días un perro, cada vez más débil, deambulando en un campo segado en Villamediana. Al borde de la carretera. Había llamado a las autoridades, con poco (ningún) resultado. Lo contamos en la web y mira, aquello desató una pequeña ola de solidaridad, y Animales Rioja hizo lo que las autoridades no. Y Villa, que se llama el bicho, tiene otra oportunidad. No nos van a dar un Pulitzer por esto, ya. Pero oiga, a veces uno se va a la cama un poco más contento.
Enlace de origen : La culpa es de los ecologistas