Te cambio mi casa: «Antes guardaba hasta los papeles del banco, pero no hace falta»

Inés Barea

Jueves, 21 de agosto 2025, 19:05

Patricia y Emilio (Gijón)

«Pensé que al jubilarme compraríamos una caravana, pero esto es mucho mejor»

Patricia y Emilio residen en Gijón en una casa que ha sido suya y también, temporalmente, de numerosos viajeros que buscaban la tranquilidad de un hogar a diez minutos del centro de la ciudad. Ambos ya jubilados y unidos por una pasión, la de viajar, decidieron hace nueve años lanzarse a probar la experiencia de intercambiar su casa con otros trotamundos. «El primer paso cuesta mucho darlo, porque al final es tu intimidad y son tus cosas, pero una vez que lo das, la experiencia es tan buena que acabas perdiendo ese miedo», explica Patricia.

La primera ventaja que encontraron, claro, fue la económica. Viajar de esta manera reduce considerablemente los gastos de alojamiento en el destino. Pero ahora, «va más allá. Cuando vas a un sitio te integras con la gente de ese lugar, vas y vives como los locales, no eres un turista», argumentan. Y esa sensación es la que ahora les motiva. «La gente te deja recomendaciones de sus sitios, de sus restaurantes favoritos, del supermercado de la esquina. Es una manera de viajar, no es solo una cuestión de dinero».

El funcionamiento de los intercambios, que hacen a través de HomeExchange, no siempre es el mismo: se puede hacer de manera simultánea –los dos viajeros intercambian su hogar a la vez–, o no. Esto facilita mucho las cosas, pues para viajes largos como Nueva Zelanda, donde estuvieron el año pasado durante un mes, pasaron por siete alojamientos y «es más difícil encontrar a gente que quiera venir a tu casa a la vez». Por eso la plataforma cuenta con un sistema de puntos, que evalúa factores como la capacidad del alojamiento o su limpieza, que pueden utilizarse para reservar las viviendas sin tener que realizar un intercambio simultáneo.

«Si tienes la mente abierta puedes ir a sitios que ni te esperas», comparte Patricia. «Si quieres ir en julio a Málaga, probablemente no lo haces porque la gente que intercambia su cas también está dispuesta a alquilarla, así que en julio no vas a encontrar un apartamento en la playa», asegura. «Tienes que diferenciar lo que es viajar de lo que es estar de vacaciones».

50 días al año fuera

En total, llevan ya 76 intercambios y por su hogar han pasado viajeros de numerosas procedencias. «Nosotros les dejamos siempre un detalle, una botella de sidra o de vino, o unas cervezas. Les dejamos información de Gijón y, luego, la gente siempre te trae un detalle, cuestión de cortesía», comparte Emilio. «Nunca jamás hemos echado en falta nada en nuestra casa», añade Patricia. «Yo creo que los dos requisitos para que esto funcione son apertura de mente y tener claro que las cosas solo son cosas. Lo material solo es material. Si entran un día aquí a robar, lo más valioso somos nosotros dos».

Cuando miran al horizonte, sus próximos objetivos son Sicilia y Canadá, donde planean viajar en los próximos meses. Suelen pasar fuera de su hogar entre 40 y 50 días cada año. «Cuando viajamos, lo que nos cuesta es el vuelo o el viaje. Con este sistema, estar allí ya no es mucho más caro que estar aquí, y esto nos permite alargar la estancia», cuentan. «Yo siempre pensé que cuando me jubilara nos compraríamos una caravana y nos dedicaríamos a viajar, pero con la pandemia, el boom que hubo y lo restringido que se ha vuelto aparcarla para pernoctar, a mí se me quitaron las ganas», afirma Patricia. «Al final, pensamos que para qué irnos a una caravana, ¡es mucho más cómodo ir a una casa!», que, además, está mejor equipada que un apartamento vacacional.

Es una forma de verlo cada vez más común, y ellos son testigos del auge del negocio, que «ha crecido exponencialmente». En Asturias, donde ellos viven, ya hay 400 hogares anunciados en la plataforma, y otras ciudades como Barcelona superan los 5.000. En el extranjero, el número de inmuebles es aún mayor: ciudades como París superan los 9.000. Patricia y Emilio lo tienen claro: su hogar está en cualquier parte del mundo que estén juntos.

Cecile, su marido y sus dos hijas (Sallanches, Francia)
De

«Antes guardaba hasta los papeles del banco, pero no hace falta»


Cecile, con su marido, sus dos hijas y su niñera, que viaja con ellos, en su casa a tiro de piedra del Mont Blanc.


E. C.

Cecile y su familia viven durante el curso escolar en Sallanches, una pequeña localidad situada en los Alpes franceses, a tiro de piedra del Mont Blanc. Hace aproximadamente 15 años, ella y su marido se lanzaron a la aventura del intercambio de casas «pensando en ahorrar, no te voy a mentir», confiesa. «Pero ahora lo hacemos por muchas más razones».

Tienen dos hijas de 10 y 12 años que desde que vinieron al mundo han tenido la oportunidad de viajar de esta manera. «Al principio íbamos buscando casas de gente que tuviera críos de la misma edad, y así encuentras la cuna para el bebé, la sillita… es todo mucho más cómodo», comparte Cecile. «Además, los juguetes no son los que se nos hubiese ocurrido comprarles a nosotros, y a las niñas también les gusta probar los que no tienen».

Para ellos también es una ventaja que los hogares tengan vida, pues los suelen encontrar «mucho mejor equipados» en estancias como la cocina, donde esta mujer, gran aficionada a los fogones, confiesa que disfruta de tener utensilios del día a día. También lo notan en los colchones, ya que han sido seleccionados por personas que realmente querían dormir sobre ellos. «No son los viejos que han puesto en una casa de alquiler», aseguran.

Cecile no sabría definir un perfil de viajero habitual, porque «hemos hecho intercambios con gente de 18 a 70 años y nos hemos metido en casas tanto de estudiantes como de gente jubilada o con familias. Hay de todo». Lo que sí cree es que se trata de «gente abierta a la que le gusta viajar», que es lo que, al final, une a todos estos aventureros. «A nivel económico, nos hemos metido en casas de gente bastante más humilde y también en casas de personas que se veía que tenían muchísimo dinero», cuenta.

Desde que comenzaron, han realizado ya un total de 168 intercambios y han visitado lugares como Italia, Alemania, España o la isla francesa de Martinica. «Sinceramente, siempre hemos tenido la suerte de encontrar casas espectaculares que no hubiésemos alquilado», confiesa. «Aunque pudiéramos, no nos gastaríamos tanto dinero en residencias tan especiales».

Este verano, igual que el anterior, lo están dedicando a recorrer el norte de España pasando por ciudades como Gijón, Castro Urdiales o San Sebastián en compañía de la niñera de las peques. «Somos profesores, así que tenemos muchísimas vacaciones y, gracias al intercambio, tenemos la oportunidad de irnos siempre que tenemos días libres», añade.

Si pruebas, repites

Para esta familia francesa, lo más importante a la hora de seleccionar un alojamiento es la limpieza. Cecile se encarga ella misma durante varios días de que su casa quede impoluta antes de dejarla en otras manos. Y no quita nada, porque considera que no tiene «muchas cosas frágiles en casa o con mucho valor». Al principio sí estaba más preocupada por esto e incluso guardaba con mayor celo documentos importantes, pero ahora ya no: «Yo sé que la gente no viene a mirar mis papeles del banco», comparte.

Al hablar de seguridad, que puede ser una de las preocupaciones de los viajeros antes de lanzarse a los intercambios, Cecile se sincera: «No te voy a decir que todas las experiencias han sido perfectas». Ahora, el porcentaje de buenos resultados es abrumador: «De 168 intercambios hemos tenido problemas como máximo en tres. Hay que pensar que tú metes a gente desconocida, pero que esa gente también mete otra en su casa, con lo cual el respeto es, por lo general, mutuo».

Y el sistema de puntos de HomeExchange le genera bastante confianza. El mensaje para las personas que dudan si arriesgarse a intercambiar su hogar, lo tiene claro: «Les diría que prueben y verán como tienen ganas de repetir». ¿Y ellos? ¿Dónde van a ir en sus próximas vacaciones? «Soñamos con viajar a Asia o a Nueva Zelanda. Aunque las niñas quieren ir a Londres a ver el museo de Harry Potter».

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