La universidad de la vida

En agosto debería estar prohibido hablar de cosas serias. No quiero más incendios, no quiero más exabruptos racistas, no quiero más tragedias, no quiero más Trump. Por eso me gustaba la polémica de los currículos, tan ridícula e inane, tan veraniega. El problema aquí nunca fueron los títulos, sino la desfachatez y las ganas de aparentar. Si la veta sigue, pronto descubriremos que en los partidos políticos en realidad no hay casi nadie con media licenciatura, aunque sí con muchos estudios: «Estudios de Derecho»; «estudios de Ingeniería»; «estudios de Ciencias Políticas»… Para tener «estudios» solo hace falta matricularse y eso es definitivamente mucho más fácil y menos cansado que aprobar. Esta táctica abre posibilidades que los demás humanos hemos manejado poco: por sesenta euros más tasas de secretaría uno puede tener «estudios de Física», algo que ilumina cualquier currículum.

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