
Que en Allande, un pequeño pueblo del suroccidente de Asturias colindante con Galicia, haya viviendas en venta desde 12.000 euros puede no causar demasiada … sorpresa, por mucho que fuera el primer concejo en el mundo en obtener la certificación Starlight que lo convierte en un destino ideal para la observación astronómica. Tampoco que en Calaf, municipio de la provincia de Barcelona con cerca de 3.700 vecinos y ansias de crecer, se ofrezcan hogares de 100 metros cuadrados al módico precio de 60.000 euros si se tienen en cuenta los disparatados precios que se mueven en el mercado español. Pero que en Japón, una de las potencias económicas mundiales, cualquiera se pueda comprar una casa por 9.000 euros, con tierra de cultivo incluida, sí llama poderosamente la atención. Y la oferta es amplia, con más de nueve millones de inmuebles abandonados a su suerte que buscan dueño.
Pero este fenómeno tiene una explicación. Conocidas popularmente como ‘akiyas’, estas viviendas deshabitadas, muchas de ellas levantadas en áreas rurales, son el resultado de la profunda crisis demográfica y el envejecimiento acelerado de la población que soporta Japón, donde el 10% de la ciudadanía tiene más de 80 años.
En 2024, el país batió récords, cuando perdió 898.000 ciudadanos respecto al año anterior y situó la cifra total en 120,3 millones de habitantes, según los datos publicados por el Gobierno nipón. Se trata del mayor descenso desde que se recogen datos comparables, en 1950, y evidencia que el país del sol naciente atraviesa su peor crisis demográfica desde la Segunda Guerra Mundial.
Con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, situada en 1,2 hijos por mujer, una alta concentración de personas mayores y un cambio de los patrones migratorios, Japón se enfrenta al despoblamiento de sus áreas rurales. Las familias más jóvenes huyen a las grandes ciudades en busca de oportunidades laborales y de estudio y los herederos de propietarios de viviendas situadas en estos entornos prefieren deshacerse de ellas antes que asumir una rehabilitación que puede resultar millonaria tras sufrir años de abandono.
Además, cualquier inmueble que sume más de tres décadas se considera viejo en el país asiático, donde una casa usada es sinónimo de problemas y gastos adicionales. Y no sólo eso, también un imán para la mala suerte, según las creencias populares. Así, nadie quiere vivir en una casa en la que haya muerto alguna persona que vivía sola, alguien que se haya suicidado o que fuera asesinado.
Pueblos fantasma
La situación ha llegado a tal extremo que las ‘akiyas’ ya se consideran un problema nacional, porque con tantas como hay han surgido auténticos pueblos fantasma. En la actualidad, las casas vacías representan casi el 14% de todo el parque inmobiliario japonés. Y lo peor, si persiste la tendencia actual, para el año 2038 el 30% de los inmuebles de la nación quedará abandonado, lo que equivale a 22 millones de propiedades.
Las ‘akiyas’ han tomado el mercado, con una oferta que no para de crecer y que, de entrada, puede resultar atractiva, aunque esconda algunos inconvenientes. Por ejemplo, los costes de reparación pueden llegar a superar el precio de compra. Además, el proceso de adquisición para los compradores extranjeros puede verse afectado por las complejidades legales y culturales.
Sin embargo, el auge del teletrabajo y la oportunidad de hacerse con una casa en un lugar exótico ha disparado el interés de los foráneos –los estadounidenses son mayoría– por estas construcciones. Desde jóvenes inversores hasta jubilados que buscan un lugar de retiro, cada vez hay más personas interesadas en segundas residencias o propiedades vacacionales. Además, muchos municipios japoneses ofrecen subvenciones para aquellos que decidan comprar y reformar una ‘akiya’, ayudas pueden llegar a cubrir hasta el 50% de los gastos de mantenimiento y reforma del edificio.
Entre los inversores extranjeros que han puesto sus ojos en las ‘akiyas’ japonesas no podían faltar los chinos, que ven una oportunidad donde otros sólo ven un problema. Pero este interés ha provocado el recelo de la comunidad local. ¿La razón? El uso turístico que estos compradores prevén dar a los históricos inmuebles abandonados, que incluyen templos budistas y se venden a precio de ganga.
Pese a todo, la inversión extranjera y los esfuerzos gubernamentales no resolverán, según el Ejecutivo nipón, el problema de los pueblos fantasma. «El número de casas abandonadas seguirá aumentando y podría causar numerosos problemas de seguridad y ambientales. Necesitamos encontrar urgentemente maneras de abordarlos», admiten las autoridades, que ya se plantean rescatar las casas abandonadas con impuestos inmobiliarios a sus propietarios hasta seis veces más altos que la tasa normal.
Enlace de origen : Casas por los suelos en Japón