«El sexo está sobrevalorado, pero nos encanta»

Sábado, 5 de julio 2025

Se llama María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro (Núrembeg, 1965), pero solo atenderá si la llaman Megan. De apellido Maxwell, reina en la novela romántica. Con diez millones de libros vendidos y mimada por sus editores, ambienta y presenta en la turistizada isla griega de Santorini ‘Nuestro largo adiós’ (Esencia), novela sobre un amor que se acaba y menos tórrida que las anteriores. Con más lectores varones, tiene a algunos cabreados. Empoderadas con sus libros, algunas lectoras pidieron el divorcio y un exmarido cabreado reclamó a la escritora pagar la pensión. Las críticas le resbalan a ‘La Jefa’, que ni está enamorada ni tiene tiempo para ligar. Un par de lectoras la saludan en las callejuelas del pueblecito de Pyrgos tras cruzar en catamarán la bahía de Amoudi como la reina de los mares del amor.

–Si le llaman Mari Carmen ¿girará la cabeza?

–No. Me pasó con alguna compañera del cole, que me dijo ‘Carmen’ y no atendí. «¿No eres Carmen?», me decían: ¡Ah! Claro. Perdón.

–Reinas de la novela negra hay varias, pero el trono de la romántica es suyo y la ha traído a Gracia. ¿Cómo se está ahí?

–Muy bien, la verdad. Es muy cómodo, pero exige responsabilidades. Puede parecer que bromeo, pero me tomo muy en serio cada libro. Con la promoción, tengo los nervios a flor de piel.

–Ha escrito 61 libros en 15 años. ¿Más inspiración o transpiración?

–Ambas. A veces escribo con más inspiración y otras con menos, pero con la misma ilusión. Cuando empecé a publicar tenía trece novelas escritas.

–¿Y cuánta cabezonería necesitó para publicar tras varios rechazos?

–Mucha. Pero no dejé mi vida de lado. Hay quien descuida todo por ser escritor. Yo seguí con mi vida: tuve a mis hijos, trabajaba de secretaria y escribía cuando podía. Logré publicar y vender muchos libros cuando menos lo esperaba.


Portada del libro.


Esencia

Imagen - Portada del libro.

–¿Le sorprendió el éxito?

–Muchísimo. Nadie a mi alrededor destacaba en el mundo editorial. ¿Quién diría que yo lo lograría?

–Esta novela difiere de las anteriores en algo esencial.

–Sí. Es una historia de amor… que se acaba. No es lo habitual en mis libros, en los que el amor suele perdurar, pero aquí el mensaje es: vive el presente, el pasado nunca volverá.

–¿Es su lema?

–Sí, vivir el hoy. No sabemos qué vendrá mañana.

–Hay menos erotismo ¿El sexo está sobrevalorado?

–El sexo es necesario en la pareja y mola, pero, sí, está sobrevalorado. Todos somos seres sexuales, pero quería que la novela girara en torno al amor, la familia, el cariño. Hay sexo, claro, pero menos. A todos nos gusta un buen…ratito de sexo (ríe). Nos encanta.

–¿Se ‘incendia’ escribiendo escenas eróticas?

–Del todo. Cuando escribí ‘Pídeme lo que quieras’, quería provocar la ‘combustión’ de los lectores. Me di cuenta de qué tipo de sexualidad gusta más: la que te hace feliz, la que te hace soñar y jugar. Muchas parejas me agradecen haber reactivado su vida sexual leyéndome.

«El final feliz es el mandamiento Maxwell número uno», asegura la reina de la novela amorosa

–¿Imagina sus escenas como si fueran de cine?

–Siempre. Necesito verlas en mi cabeza para describirlas. Sentirme como mis protagonistas.

–Hablando de sexo. ¿Ábalos, Koldo y Cerdán, dan para una novela de las suyas?

–No. Como personajes no me interesan nada. Cero patatero. Tengo mi opinión. Lo llevamos claro con estos pajarracos.

–¿Ha provocado divorcios con sus libros?

–Alguno. «Gracias a tu mierda de literatura, mi mujer se ha empoderado y me ha pedido el divorcio», me escribió un lector. Me pidió que yo pagara la pensión (ríe). No contesté, claro.

–¿Cómo lleva los odiadores?

–Ahora mejor. Al principio me afectaban mucho. Hay comentarios duros, machiruladas, pero sé de qué va el juego. No se puede gustar a todo el mundo.


La escritora en la librería Atlantis, en Fira, la capital de Santorini.


Hugo G. Pecellín

–Sus mujeres protagonistas son fuertes.

–No más fuertes que los hombres, pero no son ñoñas. No se echan a llorar si se les rompe una uña. No se derrumban por cualquier cosa.

–De no ser escritora, le hubiera gustado ser militar como su padre.

–Me habría gustado mandar para que lo hombres se cuadraran ante mi. Con los años te vuelves más mandona, pero también soy muy colaborativa. Pero a menudo prefiero hacer yo las cosas antes que dar órdenes.

–Tiene un ejército de fieles lectoras, sus ‘guerreras’, pero crecen sus ‘guerreros’.

–Cada vez más hombres me dicen con orgullo que son mis ‘guerreros’. Y me encanta. Antes les daba vergüenza decir que me leían. Mi madre forraba los libros románticos para que no se viera la portada.

–¿Hay que ser romanticona para escribir novelas de amor?

–No necesariamente, pero sí hay que saber lo que es el amor. Es muy difícil escribir sobre algo que no has vivido o sentido.

–¿Tiene tiempo para ligar?

–No, la verdad. Cuando salgo, es con amigas, a pasarlo bien. Alguna vez me vacilan y me río, pero no estoy en modo ligue. Soy disfrutona.

–Hay que enamorarse al menos una vez en la vida, dice. ¿Cómo está Megan Maxwell?

–Desenamorada. No he vuelto a sentir ese ‘guau’ por nadie. Y nadie lo ha sentido por mí, que yo sepa. Eso no se controla.

–Nunca escribe finales tristes. ¿No le tienta?

–No. Me niego. Es el primer mandamiento de la Ley Maxwell. Como lectora, si me paso 300 páginas esperando un final feliz y no llega, me enfado. Cada segundo de infelicidad es un segundo perdido. Mis libros siempre tendrán un final feliz… o positivo.


Megan Maxwell muestra su nueva novela en Fira.


Hugo G. Pecellín

–¿Se arrepiente de algo?

–Quizá de haberle quitado tiempo a mis hijos por escribir. Pero pienso que gracias a eso hoy pueden estudiar lo que quieren. Al final, todo ha valido la pena.

–Publica tres libros al año. Ya quisieran Pérez-Reverte o Julia Navarro ¿De dónde saca energía?

–Me sobra, pero ya he avisado a mis editores: el año que viene haré solo dos. No quiero ser la más rica del cementerio. Necesito descansar.

–Sus libros llevan banda sonora

–Desde la primera novela grababa las canciones en un CD y se lo daba a mi madre con el libro. Ahora hago ‘playlists’ en Spotify.

Enlace de origen : «El sexo está sobrevalorado, pero nos encanta»

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