
Las fiestas de San Bernabé no se pueden entender sin el reparto del pez, el pan y el vino, acto central y multitudinario de … las fiestas y que alimenta el mito de resistencia al mismo tiempo que calma la gusa. Este miércoles, como cada 11 de junio, la escena se vuelve a repetir frente a la puerta del Revellín.
Desde las 10.00 horas, más de 26.000 alevines de trucha, lejos quedan esos peces de río sin DNI que otrora pescasen Juanito ‘El Manco’ y compañía, acompañados de sus rebanadas de pan sobado (1.500 barras) y de un millar de litros de vino (ay, qué sería de las cocinas de las abuelas y de las huertas sin los jarritos de cerámica) están saliendo del aceite hirviendo a las bandejas. Este manjar, acompañado de un trago de vino, reconforta el cuerpo y el espíritu de los logroñeses.
Cada bocado será, en el imaginario popular, un acto de resistencia contra el francés, aunque poco de historia y mucho de fantasía tenga este acto nacido en la segunda década del siglo pasado de una reunión de amigos y que logró asentarse años después hasta convertirse en el ‘leit motiv’ de los festejos.
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Pero más allá de lo histórico y lo anecdótico, la realidad es que este miércoles, bajo el cielo encapotado y con la amenaza constante de que San Bernabé vuelva a ser este año meón, los logroñeses han vuelto en masa al Revellín. Y los miembros de la Cofradía del Pez se han desvivido, trabajando a destajo con alegría y desinterés, para que todo saliese tan bien como de costumbre.
Porque si en esta fecha hay algo que destacar es el desempeño de estos cofrades que no arriman el ascua a su sardina, sino que acercan al fuego las truchas que sustentarán el ánimo festivo de la ciudad, que espera paciente su turno. Después del pan, el pez y el vino, llegarán los vermús, las migas de La Rondalosa, los calamares, las bravas… y lo que haga falta. Que para algo es San Bernabé.
Enlace de origen : 26.000 bocados de resistencia