El pequeño guerrero regresa a casa

Lunes, 4 de noviembre 2024, 07:36

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El pasado miércoles llegaron, al fin, a Haro Yohanna, Alejandro y Diego tras los terribles días que pasaron después de que al pequeño Diego le llegara un minúsculo cacho de cacahuete al pulmón.

Con solo dos años de edad, le extrajeron el cuerpo extraño en una cirugía complicada que duró cerca de tres horas y que tuvo lugar en el Hospital de Burgos. Sin embargo, durante las primeras horas en observación apareció un neumotórax (cuando hay fugas de aire en el espacio entre el pulmón y la caja torácica) que complicó el estado del pequeño aún más.

Fue entonces cuando se puso en marcha una coordinación de hospitales, ya que fue necesaria la presencia de profesionales especializados de la UCIP del Hospital 12 de Octubre de Madrid, quienes viajaron hasta Burgos para colocar a Diego una máquina ECMO que hacía la función de los pulmones y el corazón.

Una vez que se le colocó dicho instrumento que oxigena la sangre y la devuelve al cuerpo, le trasladaron al hospital madrileño donde permaneció hasta el pasado jueves 24 de octubre, cuando le llevaron de vuelta a Burgos.

Ahora, ya en casa, Yohanna y Alejandro recuerdan exhaustos después de un mes todo lo sucedido y aseguran que «nos ha hecho más fuertes que nunca, sobre todo como pareja, estábamos solos, pero nos teníamos el uno al otro», afirma Yohanna.

«Durante este proceso pasamos por fases, al principio fuimos a Burgos pensando que en media hora le quitaban el trozo de cacahuete y nos íbamos a casa. Pero luego se complicó y teníamos que ir a Madrid y allí fueron pasando días y días», recuerda el padre del pequeño.

«Estábamos solos, pero nos teníamos el uno al otro. Esto nos ha hecho más fuertes como pareja»

Yohanna

Madre de Diego

«Durante este proceso pasamos por fases, pensábamos que iba a durar mucho menos»

Alejandro

Padre de Diego

«Hay momentos en los que caes, pero hubo un día donde nos dijeron «le vamos a quitar la máquina y ahora la clave es ver qué tal evoluciona». Ese domingo cambió la situación porque él ya pudo hinchar los pulmones sin que le saliese el aire. Desde ahí, cada vez estaba en mejores condiciones y fue muy emocionante vivirlo» añade.

Ambos comentan lo impactante que fue ver a su pequeño conectado: «Visualmente fue un choque. Nosotros llorábamos muchísimo, y las enfermeras nos ayudaron un montón, nos decían que él no estaba sintiendo nada, que estaba muy sedado. Él hizo resistencia a la medicina, tú le hacías preguntas y respondía solo moviendo su cabecita pero había que aumentarle la dosis. Por eso cuando salió estaba tan débil, fue muy duro para su pequeño tamaño», afirma Yohanna.

Esos sedantes, como recuerdan sus padres, los tuvo que asimilar el pequeño, ya que quedó con algunas secuelas: «La abstinencia fue muy fuerte, estaba despierto y no nos reconocía, era agresivo, temblaba mucho, no era él mismo. Esos tres o cuatro días fueron un momento duro para nosotros. Estaba ya despierto y queríamos interactuar con él y fue complicado».

Pero Diego afrontó su estancia como solo un niño puede hacerlo: «Llamaba a las enfermeras ‘madrinas’. Yo cuando le leía cuentos le decía que las madrinas no tenían alas porque estaban dentro del hospital pero cuando salían volaban. Cada vez que entraba una enfermera decía «mira un hada». No tuvo miedo en ningún momento. Lo único que le duele ahora es el pinchazo», expresa tranquila Yohanna ahora que Diego ya puede correr y jugar. «Él lo ha vivido como un campeón, es nuestro guerrero», comenta orgulloso Alejandro.

Un apoyo tan grande que les ayudó a seguir adelante cada día

Esta pequeña familia llegó a Haro hace poco tiempo debido al trabajo de Alejandro. Procedentes de Venezuela, vivieron unos años en México, donde nació Diego, y llegaron a Cataluña hasta que finalmente se asentaron en la ciudad jarrera.

Ahora, ambos agradecen todo el apoyo que han recibido de familiares, amigos, vecinos e incluso de desconocidos. «Tuvimos el apoyo de amigos en Madrid que nos acogieron cuando llegamos y nos llevaban comida al hospital aunque no podían ver a Diego porque estaba en la UCI», comenta Alejandro.

«Contamos con el cariño de tanta gente que no conocíamos que incluso creamos un grupo de WhatsApp donde íbamos informando del estado y de los avances del pequeño. Ese apoyo nos ayudó mucho a seguir» recuerda.

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